Hay esperas que desesperan y esperas que merecen la pena. Esta es la historia de un bonito sueño que se demoró más de la cuenta. El 15 de mayo de 2002 comenzó a romperse el idilio blanco con la Champions League tras conseguir la novena ‘Orejona’ en el Hampden Park de Glasgow frente al Bayer Leverkusen. En aquel momento se inició un inciso en la relación amorosa del Real Madrid con la competición europea, un parón que les mantuvo doce años alejados.

A veces las cosas cambian tan rápido que no da tiempo a reaccionar, no hay compasiones y no hay treguas que valgan. En ocasiones las transformaciones suceden sin dar pie a posibles adaptaciones, cambian tan rápido que sólo se puede observar cómo se va escapando cada vez más. El mundo del fútbol no queda exento de dichas modificaciones y los ciclos van y vienen. Un Real Madrid acostumbrado a reinar en Europa sintió cómo el viejo continente le daba de lado, alejándole de la UEFA Champions League.

El trofeo más esperado

Los reyes de Europa, con nueve trofeos continentales en sus vitrinas, perdieron su reinado europeo y tardaron doce años en volver a crear una nueva versión de sí mismos para poder adaptarse al cambio, para crear un nuevo formato mejor que el anterior. Una metamorfosis que le permitiera volver a levantar la ‘Orejona’, la décima Champions League. Doce años de espera en los que el madridismo no era capaz de descansar profundamente, una docena de años sufriendo al saber que su amor eterno dormía fuera de casa.

Tanto se hizo esperar que la Décima se convirtió prácticamente en un ser mitológico, en algo imaginario que parecía que no fuera real. Un Real Madrid acostumbrado a reinar en Europa deambuló por las llanuras de las amarguras durante doce largos años en los que vio cómo era eliminado en octavos de final año tras año hasta la llegada de Mourinho. El técnico portugués le devolvió a la élite del fútbol europeo, pero tampoco era suficiente para volver a gobernar en el continente.

Hasta que llegó Carlo Ancelotti. El general italiano devolvió al Real Madrid a una final de la Champions League. El conjunto blanco viajaba a Lisboa dispuesto a conquistar la tan ansiada, esperada y deseada, la Décima. Sin embargo, tras tantos años de espera, tenía que ser especial, no podía convertirse en un título más, no podía lograrse fácilmente, tocaba sufrir un poco más. Noventa y tres minutos más, para ser exactos.

Un partido de infarto

El Real Madrid de Ancelotti visitaba el Estadio da Luz de Lisboa para medirse al mejor Atlético de Madrid de todos los tiempos. Los colchoneros, comandados por el ‘Cholo’ Simeone, acariciaban la cima europea presentando su mejor versión futbolística hasta el momento. Un equipo guerrero, peleón, trabajador y muy consciente de cuáles son sus fortalezas y sus vulnerabilidades. Con la filosofía del “partido a partido” los atléticos estaban dispuestos a dejarse la piel para conquistar su primera Champions League.

El conjunto blanco comenzaba llevando las riendas del partido frente a un Atlético de Madrid que se vio mermado en el minuto ocho por la lesión de un Diego Costa que no había sido capaz de superar sus molestias ni con placenta de caballo. El equipo colchonero perdía su mejor baza, pero no iba a darse por vencido. La pizarra del ‘Cholo’ sirvió para aprovechar una jugada a balón parado, aunque fue Iker Casillas quien se atribuyó el protagonismo de la acción. Un intento de despeje, un nuevo centro de cabeza de Tiago, un remate de Godín y una mala salida de Casillas… El Atlético se adelantaba para llevarse la gran final de Lisboa.

Godín celebrando su gol en la final | Foto: Getty Images
Godín celebrando su gol en la final | Foto: Getty Images

Corría el minuto 36 en el luminoso y el conjunto del ‘Cholo’ tenía todo de su parte para convertirse en campeón de Europa por primera vez en su historia. Una ventaja que le podría haber servido si jugara contra otro rival, contra uno que se desespere, que baje los brazos antes del final, contra uno que se dé por vencido, frente a un equipo que no lleve en su ADN la obligación de luchar hasta el último segundo, ante unos jugadores que no defiendan el escudo de un club que obliga a emplear hasta la última gota de sangre para conseguir la victoria… Pero no, en frente tenían al Real Madrid.

Hasta el final, vamos Real

A medida que avanzaban los minutos en el marcador, el equipo de Carlo Ancelotti asediaba cada vez más a un Atlético de Madrid que se defendía como gato panza arriba ante las innumerables embestidas de los merengues. Los colchoneros empezaron a jugar con el reloj y se encerraban cada vez más atrás, tratando de defender la renta que habían obtenido. Las ocasiones se sucedían sobre la meta de Courtois y al Real Madrid se le acababa el tiempo.

La entrada en escena de Marcelo e Isco había revolucionado el partido y los blancos estaban cada vez más cerca de asestarle un golpe mortal al Atlético de Madrid. El equipo del Manzanares llevaba 56 minutos siendo campeón de la UEFA Champions League, pero llegó el minuto 92. En ese instante Luka Modric se dirigía al córner para realizar un saque de esquina que se podía convertir en la última oportunidad blanca para conseguir la Décima.

El croata colgó un balón medido milimétricamente al corazón del área, donde Sergio Ramos saltó más que nadie para elevarse sobre el cielo de Lisboa. El tiempo se detuvo en el corazón de todos y cada uno de los aficionados que estaban presenciando el partido, ya fueran madridistas o atléticos. El corazón de todos y cada uno de ellos dejó de bombear… el balón avanzaba velozmente hacia la cabeza del central de Camas. Por desgracia para los colchoneros y por suerte para los merengues, el ‘4’ blanco es uno de los mejores rematadores de cabeza del actual panorama futbolístico.

El camero obraba el milagro

Sergio Ramos midió los tiempos a la perfección y, con un giro de cuello soberbio, propinó un testarazo imperioso para mandar el balón muy cerca de la cepa del poste, lejos del alcance de Thibaut Courtois. Un cabezazo limpio, severo y efectivo para poner las tablas en el marcador. Corría el minuto 92:48, más conocido como el minuto 93, por aquello de los redondeos. El camero acababa de protagonizar un testarazo que entraba de pleno en la historia del Real Madrid, un auténtico golazo que generaba las sensaciones más bonitas que se pueden vivir en el mundo del fútbol, un cabezazo que será recordado por el madridismo hasta el día del juicio final.

Lo más difícil ya estaba hecho, el Real Madrid había conseguido igualar el partido tras más de 56 minutos asediando a un Atlético de Madrid que yacía desconsolado. Casi una hora viéndose campeones de Europa se desvanecía. Casi no es suficiente. Los colchoneros se habían desfondado físicamente para tratar de frenar las embestidas blancas, la avalancha merengue que les había estado amenazando durante tantos minutos. Tras el empate, las piernas ya no era lo único que les fallaba, también el corazón.

El golpe anímico era severo, determinante y prácticamente se convertía en una sentencia de muerte para los jugadores rojiblancos. El Atlético llegaba a la prórroga totalmente exhausto y mermado. Sin cambios disponibles, los colchoneros tenían que afrontar los 30 minutos extra con un Juanfran muy limitado físicamente tras sufrir unas molestias que le impedían jugar con normalidad. Unos condicionantes que le acabarían pasando factura al equipo del ‘Cholo’ Simeone.

Sin tregua

En frente, tenían a un Real Madrid obcecado en levantar la ‘Orejona’. Los merengues no conocían el significado del cansancio, la posibilidad de convertirse en campeones de Europa era un premio que hacía olvidar cualquier sentimiento adverso. El milagro de Ramos no podía quedarse en nada, era el año de la Décima. Sin pausa pero sin prisa, los de Ancelotti eran conscientes de que el Atlético de Madrid estaba muy tocado, y querían rematarlos. Así llegó la jugada del 2-1.

El MVP del partido, Di María, protagonizó un eslalon por la banda izquierda y probó fortuna con un disparo cruzado con el exterior buscando el palo largo, pero se encontró con el guante de Courtois. El portero belga desvió el cuero, que botó y alcanzó la suficiente altura como para sobrepasar a Alderweireld y permitir que Gareth Bale saltara para introducir el balón al fondo de la red con un testarazo. Los blancos ya habían hecho lo más difícil, adelantarse en el marcador.

El componente físico y el sentimental de los colchoneros les mantenía hundidos en la miseria, la final había terminado para ellos. Por otra parte, los merengues estaban en pleno éxtasis y querían revertir todo el sufrimiento que habían vivido durante los primeros 93 minutos. A falta de dos minutos para concluir el partido, Marcelo amplió la distancia en el marcador con un zurdazo que se coló por debajo de la mano de Courtois. Para finiquitar la Décima, Cristiano Ronaldo puso la guinda del pastel con un gol de penalti.

El Real Madrid conseguía el título más deseado de la historia del madridismo, el más esperado y el más emotivo. Los merengues legitimaban su reinado europeo y volvían a gobernar en el viejo continente, aquel que le había visto forjar su propia leyenda. Volvían los reyes de Europa. La ‘Orejona’ acudiría a la Cibeles para darse un baño de masas tras una final que evidenciaba todo lo que había vivido y sufrido el conjunto blanco durante los 12 años en los que los caminos de la Champions League y del Real Madrid habían discurrido por separado.