"El Real Madrid es esto". La frase más repetida entre los amantes del fútbol, presentes o no en el Santiago Bernabéu, poco después de las 22:30. La retahíla habitual de adjetivos ha acompañado al cuadro merengue en su despertar tras iniciar la Champions League con victoria, agónica ante el Sporting con un volteo al marcador en el tramo final del choque con la bandera de las grandes noches enarbolada. Hubo quien apagó la televisión en el minuto 85 y se levantó el jueves con la sorpresa de la remontada madridista. "Una más".

El Sporting cae en el error de golpear primero

Y es que Europa huele a blanco. La Champions es territorio del Real Madrid, y cuando el Rey está en casa se puede esperar cualquier marco. El Sporting de Portugal jugó un partido de notable alto, desactivando a la BBC durante todo el encuentro, dominando el centro del campo impidiendo circulaciones fluidas de balón para Modric y Kroos, y maniatando a los laterales. Jorge Jesús realizó una puesta en escena brillante, con réditos durante el choque que finalmente se evaporaron porque delante tenían a los blancos.

El Sporting CP se adelantó nada más comenzar la segunda mitad, y a partir de entonces el Madrid despertó

Si ayer el cuadro lisboeta se hubiera enfrentado a cualquier otro equipo del continente, las primeras planas de los rotativos lusos abrirían con loas a los leones. Jorge Jesús sería ensalzado, y hombres como Gelson Martins comenzaría a sonar para cualquiera de los grandes de Europa para el mercado invernal, y relacionado con insistencia con muchos de ellos para el próximo de verano. Pero delante tenían a los blancos.

Se adelantaron en el inicio de la segunda mitad, y ese fue su pecado. Cuando el Madrid juega mal en casa, lo peor que puede hacer un rival es marcarle un tanto, obligándole a despertar. Ese picotazo, ese aguijonazo del oponente sirve para desperezar a la grada, y aligerar las piernas de los jugadores locales. Hay una conexión mística entre las remontadas y el Bernabéu; un atractivo y una atracción inexplicables; una simbiosis recurrente que alumbra las grandes noches madridistas. No en vano, la historia blanca se escribe con notables actuaciones tras desastres en el partido anterior.

El último ejemplo, ante el Wolfsburgo. Hace cuatro años a punto estuvo de salirles frente al Borussia Dortmund, y a nadie se le escapa lo que sucedió en la etapa de Juanito con el Gladbach o el Inter de Milán. Al público le gusta el coraje, le gusta la sensación del "ya vienen" que significa para el rival perforar el arco contrario de los blancos.

Zidane mueve el banco y cambia el partido

Cometido el error de adelantarse, el Sporting no renunció a su plan. Se atrevió a desafiar nuevamente a la mistica, a lo etéreo, para intentar dar un golpe de estado en una de las grandes plazas del continente. Zidane agitó el árbol, y sacudió hasta encontrar tres complementos que arreglaran el desaguisado. Lucas Vázquez, el mejor sobre el campo, Morata y James Rodríguez salieron como terna de redentores para salvaguardar el templo merengue.

El gallego desbordaba, el madrileño era incisivo y el cafetero buscaba ese último pase que solo los privilegiados como él son capaces de adivinar. Pero primero, antes de todos, apareció Cristiano. El luso, desaparecido hasta el momento en el partido, se entonó a partir de que el choque entró en su recta final. Un centro desde la derecha lo remató al palo cuando parecía más sencillo sumar un gol que fallarlo, pero rápidamente el de Madeira se redimió. Una falta a 10 metros de la fronta del área tuvo la culpa. Golpeo seco, de los suyos, aderezado con un efecto y una dirección hacia la escuadra y gol.

Marcó Cristiano el empate en el 89, y en el tercer minuto de añadido, Morata, de cabeza, cerró la remontada

Minuto 89, y el partido ya se encontraba igualado. La Zona Cesarini es el hábitat natural de los madridistas. Cuando a los demás les pesan las piernas, cuando las ideas no conectan del mismo modo, emerge el poderío merengue para dar un paso adelante y sembarar el caos. El Atlético o el Sevilla en sendas finales pueden dar fe del dogma madridista de que los partidos no acaban hasta que el árbitro pita. Y el minuto 93, que parece ligado de manera obscena a la dinámica blanca.

Porque fue de nuevo en el tercer minuto del descuento cuando se obró el milagro. El balón llegó a la zurda de James Rodríguez, y éste levantó la cabeza. Un simple gesto con el brazo de Morata le sirvió al cafetero para saber dónde tenía que hacerlo, y valiéndose de un prodigioso golpeo le puso exactamente el balón al madrileño donde él lo quería. Un giro de cabeza, un toque suave y su primer gol en su segunda etapa con el Madrid en Europa. Determinante, decisivo.

No trates de entenderlo

Las pizarras de los expertos echan humo. El partido de los blancos, tácticamente, fue malo. A nivel actitudinal, en muchos tramos siguió el mismo camino. No se tuvieron excesivas ocasiones, ni se generó especialmente peligro. Rui Patricio no fue el más destacado de su equipo, ni tampoco vivió su gran noche. Pero aún así, los tres puntos se quedaron en casa. Inexplicable triunfo desde el punto de vista empírico; indudable desde el ámbito emocional. El partido era del Madrid, y los jugadores lo sabían, aunque ni ellos mismos se hubieran dado cuenta.

Si el Sporting no hubiera cometido el error de hacer gol, o al menos hacerlo con tiempo para que el Madrid reaccionase, quizás el partido habría recorrido un camino diferente. Pero necesidad de remontada, la Champions y el Bernabéu suelen formar un cóctel que los forasteros no suelen soportar. La cábala volvió a aliarse con el Real Madrid, que necesita dejar de vivir en el alambre para soportar de una manera solvente el peso de los partidos. No siempre la fortuna de la remontada va a sonreírles, aunque en Europa en muchas ocasiones vista de blanco.