El próximo domingo las calles de Bilbao serán una fiesta. Desde primera hora de la mañana y hasta la hora en que comience el partido, los aficionados de los dos equipos inundarán las calles con los colores de sus equipos haciendo ver de la buena relación existente entre los seguidores de los dos clubs.

Miles de guipuzcoanos viajarán a Bilbao con la cuadrilla, en familias o con la pareja y seguramente en los coches o autobuses que se desplacen hasta la capital vizcaína veremos a personas con la indumentaria de los dos equipos. Porque en Euskadi se está acostumbrado a tener alguien cerca que siente los colores del equipo rival. Estamos hablando de las ovejas negras.

En toda familia o cuadrilla del País Vasco hay alguien que rema a la contra, que defiende los colores del equipo contrario al de la mayoría, a veces con argumentos y a veces por llevar la contraria. 

Lo cierto es que desde pequeños se nos ha enseñado cuales son nuestros colores y cuales los del contrario pero Euskadi es tan pequeñita que sin querer los colores y los sentimientos se mezclan. 

En un derbi todos quieren ganar y por eso la semana posterior al partido el seguidor "perdedor" es vacilado (con respeto y gracejo) por amigos, familiares y compañeros de trabajo del equipo contrario. El resultado del partido se convierte en objeto de bromas que pican pero no duelen, porque quizás en el próximo derbi los que ríen ahora serán los que pierdan.

Desde primera hora los aficionados de los dos equipos llenarán la parte vieja bilbaína y con canticos a los himnos, aperitivo y comida con amigos y rivales, abrazos entre grupos de aficionados de los dos clubs, se irán acercando al estadio de San Mamés. Las charangas llevarán a la gran masa hasta el campo y el fervor del ambiente hará que sin darse uno cuenta, cuando mire a los lados se vea con sus brazos sobre los hombros de alguien que lleva la camiseta rival. Así son los derbis en Euskadi.

Una vez en el campo todo cambia. Ahí cada uno anima a su equipo y abuchea al rival, celebra sus goles y maldice los del contrario, pero cuando el árbitro pita el final la rivalidad desaparece. 

A los seguidores del equipo ganador les toca consolar a esos amigos, familiares o parejas del equipo contrario; un beso en la frente, un sentido abrazo, un hasta el año que viene y a casa.

Mezcla de sensaciones en esos autobuses y coches que regresan al otro lado de la A-8.

Qué bonito es el fútbol.