Los primeros compases del partido hacían prever que el encuentro iba a tener más rasgos de partido de categoría provincial que profesional. Los ingredientes así lo hacían prever: más charcos que césped virgen, jugadores con más coraje que calidad y un cielo tan oscuro como las fauces de una Segunda división de la que Elche y Pucela intentan esquivar.

Los castellanos empezaron el duelo en puestos de descenso, lo cual invitaba a pensar que saldrían con más énfasis a por los tres puntos, más aún cuando los de Escribá mostraban una ambición, cuanto menos, escasa. Los jugadores tardaron en adaptarse al pésimo estado del terreno de juego, lastrado por las abundantes precipitaciones caídas en el lugar en las últimas horas. De este modo, los espectadores que acudieron a Zorrilla vieron un espectáculo descafeinado en una primera media hora sin nada a reseñar.

El entremés se convirtió en drama

Y de pronto llegó la tragedia. En una jugada mal, por no decir pésimamente, defendida por los de Juan Ignacio, Coro remataba con facilidad un esférico suelto en el área. Miedo. Angustia. Lágrimas. Esta mezcla paseaba por Valladolid mientras los de blanco y violeta no parecían reaccionar. Tan solo alguna jugada aislada hacía ver que el equipo pucelano de verdad merece jugar en Primera división.

El encuentro iba a tener más rasgos de partido de categoría provincial que profesional

La calidad se había quedado en el vestuario, solo los nervios habitaban en el interior de unos futbolistas con miedo. La única nota positiva fue el coraje exhibido, dado que a pesar de las inclemencias meteorológicas y la solidez defensiva de un Elche que perdió tiempo desde el primer minuto por medio de Toño, los de Juan Ignacio intentaban llegar a la portería rival con más ganas que cabeza.

De esta manera se llegó al descanso. La parroquia personada asistía muda a un espectáculo dantesco, por no decir de terror. El Real Valladolid parecía muerto, un títere roto que danza grotescamente ante unos espectadores que no pueden hacer nada para darle vida a este muñeco.

El gran varapalo

¿Qué les dijo Martínez a sus pupilos? Solo ellos lo saben, nadie más puede afirmar qué sucedió en esos minutos de descanso para que los once hombres intentaran dar la cara y demostrar que merecen seguir en la élite española de este deporte. Con más ganas y ánimos que en los 45 minutos anteriores los castellanos merodeaban la puerta ilicitana hasta que Manucho anotó tras un buen cabezazo. Por desgracia para los locales, este testarazo fue invalidado por fuera de juego del ariete angoleño. Pero la energía estaba ahí, bien acompañada por ímpetu y una testosterona liderada por Fausto Rossi, que a pesar de estar cedido y no ser propiedad de la entidad muestra más apetito que otros de sus compañeros de vestuario.

"El que perdona la paga". Un refrán tan acertado como cruel apuñaló al Pucela cuando parecía que los hijos del Pisuerga podían remontar. Un córner mal defendido (¡Cuán dolorosa cruz son los despistes!) ponía al Elche plácidamente por delante. Manu del Moral ratificó que el fútbol es en ocasiones injusto y siempre un deporte de pillos para dibujar un 0-2 que atemorizó a los allí presentes, tanto al respetable como a los de pantalón corto.

Un refrán tan acertado como cruel apuñaló al Pucela cuando parecía que los hijos del Pisuerga querían remontar

Sin embargo, Fran Escribá cometió un error. En vez de mantener más o menos el esquema y la táctica, optó por hacer recular al equipo, o, quién sabe, fueron los verdinegros quienes se echaron unos metros atrás. El vigor de Jeffrén, última bala para el arsenal pucelano, espoleó a sus compañeros en busca de la machada. El lodo que se acumulaba sobre el césped de Zorrilla no era óbice para que los locales empezaran a mandar balones, uno tras otro, a la meta de Toño. La guerra estaba servida. Los pucelanos mostraron su pecho descubierto para atacar con cuchillo entre los dientes la trinchera enemiga. Mientras tanto, el espectador era observador indirecto de una batalla dramática.

Osorio, el salvador

Muchos de esos aficionados criticaron el cambio de Juan Ignacio cuando este puso a Osorio en el lugar del siempre batallador mas desacertado Larsson. Ahora mismo estarán con el rabo entre las piernas, probablemente con las orejas gachas, porque el colombiano ha dado un punto a su equipo. Aún coleaban las quejas hacia esa sustitución cuando Humberto recibía una buena dejada con el pecho de Manucho para mandar en un remate acrobático y complicado la pelota a las redes de la portería rival. ¡Aún había esperanzas!

Coleaban las quejas cuando Humberto recibía una buena dejada para mandar la pelota a las redes de la portería

La fría afición vallisoletana comprendió que el fútbol no solo lo disputan once tipos en camiseta corta y botas de tacos, sino que los asistentes al estadio son parte clave del éxito del equipo. Y así fue. La masa empujaba con su aliento a un Valladolid con ganas de cambiar el curso de la obra de teatro, con ganas de hacerle ver al dramaturgo que hasta que no se corriese el telón no se podría hablar de un final.

Después de varios intentos frustrados por la zaga adversaria, uno de los pocos córners bien puestos por los pucelanos en las últimas fechas acabó de nuevo besando las mallas merced a un testarazo de...¿De quién? De Humberto Osorio, que dio aires a sus compañeros y ganas de luchar a la grada, que sabe que a pesar de los nubarrones sus muchachos aún pueden conseguir que vuelva el sol a Pucela.

La tormenta final

Mientras el firmamento se encapotaba más y más y descargaba su lluvia sobre los allí presentes, varios hombres se erigieron como protagonistas. Por un lado, Mariño. El portero pucelano hizo posible que los tantos del ariete colombiano quedaran, nunca mejor dicho, en agua de borrajas, con dos auténticos paradones a las únicas llegadas del Elche en la segunda mitad. Los ilicitanos habían sacado la bandera blanca pero tras ella escondían las tibias cruzadas y la calavera: iban a aprovechar cada ocasión para intentar cosechar tres puntos.

Los ilicitanos habían sacado la bandera blanca pero tras ella escondían las tibias cruzadas y la calavera

El otro hombre clave fue Rossi. El único italiano de la Liga mostró toda la casta azzurra que corre por sus venas tanto espoleando a la afición como luchando como un jabato toda pelota dividida. A su vez, cuando tenía el cuero en sus pies lo movía con criterio para hacer soñar a la familia pucelana con un 3-2 que nunca llegó.

Pudo haber llegado, o tal vez no, si el Valladolid hubiera acabado con once hombres el partido. A pesar de la mala imagen del colegiado Delgado Ferreiro, que descontentó a ambos contendientes, no hubo expulsión alguna que lo motivase, sino lesión. Martínez ya había hecho tres remplazos cuando en una carrera Jeffrén cayó al suelo y no pudo seguir en el partido. A buen seguro una rotura de fibras ha aguado el debut del hispano-venezolano con su nueva zamarra.

Los arreones eran más encorajinados que razonados. Un balón tras otro llegaba al área alicantina, pero entre Toño y los defensas impidieron más cambios en el luminoso. El final de la obra llegó y dejó a unos actores rendidos sobre el círculo central para que recibieran la sonora afición del público, sabedor de que con la actitud de los últimos 30 minutos el Pucela aún puede luchar por la permanencia. Si se mantiene la tónica de tirar una hora de los choques a la basura, solo un milagro mantendrá a los pucelanos en Primera.

No obstante, la función aún no ha terminado. El telón solo bajará cuando concluya la 38º jornada de la Liga y los autores de la obra, los 20 implicados en dicho campeonato, serán quienes hayan firmado la posición en la que se encuentran. Hasta entonces, Elche y Valladolid, Valladolid y Elche, tendrán que darlo todo para salvarse, más aún cuando no están solos en esta guerra. Que siga el espectáculo.

Así lo vivimos en VAVEL.

Los goles del partido Real Valladolid - Elche, en vídeo

0-1 Coro, min. 34

0-2 Manu del Moral, min. 65

1-2 Osorio, min. 70

2-2 Osorio, min. 78

Fotos: EFE | Real Valladolid

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Sobre el autor
Juan  Navarro García
Periodista y persona por encima de todo. Cofundador de @sexomandamiento. Caer, levantarse, insistir y aprender.