El Real Valladolid estaba en descenso así que urgía una modificación. Juan Ignacio Martínez sabía que tenía que reaccionar, tomar decisiones, mover algunas piezas para obtener alguna mejoría de un equipo limitado al que ya no le quedaban demasiadas balas en la recámara. Dicho y hecho. Pasamos al 4-4-2, Óscar en la banda, Rossi al banquillo, Victor Pérez de vuelta al once, Manucho en punta acompañando a Javi Guerra, Valiente de comodín… Revolución total. Todos estos cambios han desconcertado al aficionado, y de hecho muchos de ellos no han tenido una buena acogida, pero hay uno que ha chirriado por encima del resto. Jaime le ha ganado el puesto al titularísimo Diego Mariño.

Lo ocurrido en la portería del Real Valladolid da para un best seller. Nos situamos. Hace cuatro jornadas, el Rayo Vallecano, rival directo por la permanencia, visitaba Zorrilla y el partido tenía una importancia trascendental. El Pucela se jugaba la vida, literalmente. Ese día Juan Ignacio Martínez nos sorprendió a todos con su once titular. No nos sorprendió el esquema de juego, ni la pareja de centrales utilizada, ni que jugara con dos puntas, ni que cambiara de posición a ciertos jugadores, ni siquiera que mandara al banquillo a varios teóricos titulares. Fue otra cosa. Sin previo aviso, el míster decidió sentar a Diego Mariño para apostar por Jaime. El internacional sub 21 lo había jugado todo y, a pesar de sufrir un ligero bajón las últimas jornadas, su rendimiento había sido impecable desde el arranque de la competición.

Mariño llegó a Pucela como una apuesta de presente y, sobre todo, de futuro. Unas magníficas cualidades unidas a su juventud hacían de él un portero con una proyección enorme. Reflejos felinos, seguridad en las salidas, notable con los pies… El cancerbero gallego empezó la temporada de manera sensacional, tanto es así que, con sus grandes intervenciones, impulsó a un Real Valladolid al que le costaba arrancar. Él solito dio muchos puntos a los suyos, echando el cerrojo a la portería vallisoletana y salvando al equipo cuando peor lo pasaba. Por otro lado, Jaime, que cuenta con el hándicap que supone su edad -cumplirá nada menos que 34 primaveras a finales de año-, parecía abocado a la suplencia.

Esta permuta en la meta pucelana no la entendía nadie. ¿Por qué cambiar a uno de los mejores futbolistas de la plantilla, un portero joven, con futuro y que se había convertido por méritos propios en uno de los ídolos de la afición, por un portero que apura los últimos posos de su carrera deportiva (o al menos en la élite)? El chaval lo venía haciendo muy bien y Jaime podía llegar a acusar la falta de minutos durante todo el presente curso. Cuando los medios le preguntaron directamente al damnificado Diego Mariño por tan repentino revés, el chaval respondió con toda la sinceridad del mundo: “No me lo esperaba. Aunque lo respeto, no tengo ni idea del por qué de mi suplencia”. "Si vienes de dos o tres fallos seguidos te lo puedes esperar, pero de esta manera, cuando veníamos de ganar al Barcelona y de hacer buenos partidos, pues es más sorprendente y duele más". "Todo el mundo me ha animado. Creo que en el vestuario nadie se lo esperaba y ha sido una sorpresa para todos. Me han dado palabras de ánimo, me dicen que esté tranquilo, que confían en mí, que lo estaba haciendo bien hasta ahora y que no me hunda, que siga trabajando para remar todos en la misma dirección y sacar esto adelante". Más claro el agua. Sin embargo, cuando le hicieron la misma pregunta a Juan Ignacio, el míster se limitó a decir: “Era el momento de Jaime”. Y vaya si lo era.

Puede que otros “retoques” anteriores no tuvieran demasiado éxito, pero esta vez la jugada le salió redonda al mascachicles. En ese partido ante los vallecanos, solamente una genialidad imparable del ex-blanquivioleta Alberto Bueno pudo perforar la red custodiada por Jaime. La siguiente jornada, en Anoeta, Vela hizo lo propio con una hermosa vaselina, también inalcanzable para el meta manchego. Al margen de estos dos goles -ante los que poco se podía hacer-, Jaime se mostró muy seguro en ambos encuentros y minuto a minuto fue recuperando la confianza que un día perdió. En la jornada siguiente ante el Almería, gracias a una actuación impecable, dejó la portería a 0, lo que a la postre posibilitó la victoria del Pucela, una victoria que, nada más y nada menos, les mantenía por el momento en Primera División. Pero la apoteosis de Jaime, su gran exhibición, llegó esta última jornada ante el Valencia.

El guardameta realizó varias paradas antológicas que gustosamente hubiera firmado el propio Iker Casillas; entre ellas, dos mano a mano ante Alcácer que repelió con maestría. Atento en todo momento, seguro bajo palos y en las salidas, ágil cual chaval y mejor con los pies que de costumbre, Jaime desquició a los ché que veían como el de Valdepeñas tenía su día de inspiración y ya paraba hasta sin querer. No se pudo pasar del empate, pero tras el pitido final, las palmaditas en la espalda y los elogios eran para uno que casi nunca los recibe. Ese día, Jaime volvió a dejar su portería a 0 y se erigió como el auténtico héroe del partido. La afición, que es sabia, le brindó sonoros aplausos cada vez que atajaba un balón y otro aún mayor al término del partido.

Ante la gran actuación del nuevo portero titular del Real Valladolid, Mariño no dudó en alabar y felicitar públicamente a su compañero, y ya de paso zanjó cualquier rumor de rabieta o rebelión. "Es un compañero, me ha estado apoyando cuando yo estaba jugando y ahora tengo que hacerlo yo con él y con el resto del equipo". Por todos es conocida la buena relación que mantienen ambos porteros y, como ellos dicen, “eso no va a cambiar”. Ante todo compañerismo, la rivalidad siempre sana. Bendito problema el que tiene Juan Ignacio para decidir cuál de sus porteros está mejor. Porque con estos dos bajo palos la permanencia está un poco más cerca. Porque con dos porteros de Primera, el equipo tiene que seguir en Primera. Porque si antes le tocó a Mariño repeler los disparos del rival, ahora es el turno de Jaime Jiménez, y seguro que lo hará estupendamente.