El paso del entrenador alicantino por el Real Valladolid no está siendo un camino de rosas. El equipo, confirmado como el rey absoluto del empate, se debate entre la permanencia y el temido descenso. Los aficionados, como es normal, buscan a los culpables de tal situación y apuntan directamente a ciertos jugadores y al entrenador; meros chivos expiatorios de un conglomerado de penurias. La irregularidad del equipo es pasmosa, encadenando encuentros magníficos, a una intensidad alta, seguidos de un rosario de esperpentos, sobre todo defensivos, que dejan en evidencia la tarea de Juan Ignacio.

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Sus decisiones han sido más que comentadas, tanto en las calles como en los medios. La controversia ha dividido las opiniones de la hinchada, entre los que abogan por que el exgranota siga siendo el director de juego del club castellano o entre los que propugnan que debería haber un cambio que supusiera la remontada en la tabla clasificatoria; como ocurriera con Javier Clemente hace ya unas cuantas temporadas.

Juan Ignacio: fallos y aciertos

Ya no son noticia “Los experimentos de Juan Ignacio”, más bien son la tónica dominante de cada pre-partido. Minutos antes de que éste dé comienzo, las redes sociales, en especial Twitter, sufren un 'bombardeo' de comentarios sobre el Valladolid, aunque también durante y después de la contienda. Recordada especialmente fue la segunda jornada, Villarreal-Valladolid, segunda prueba para Juan Ignacio después de perder contra el Athletic de Bilbao. Lo esperado sería una alineación competitiva, volcada al ataque; que no solo tuviera oportunidades de dar la sorpresa en el fortín del submarino amarillo, sino que sirviera también como aliciente, más bien catalizador, de las simpatías blanquivioletas hacia su nuevo comandante.

Juan Ignacio no lo vio claro y se decantó por alinear a siete defensas, aunque ocupando éstos posiciones que un defensa habitual no suele ocupar: Rukavina en el lateral derecho, Heinz (su único partido en España) como central, acompañando a Marc Valiente, Peña de lateral zurdo, Alcatraz de medio derecho, Bergdich de medio izquierdo y Jesús Rueda en el medio del campo. Una revolución táctica que, aun siendo extraña, parecía plausible. El experimento no fue tan desastroso como tenía visos de serlo. El luminoso reflejó a la conclusión de los noventa minutos un resultado de 2-1 que dejaba un sabor agridulce en la hinchada cárdena. Por una parte, se superó, futbolísticamente hablando, al que a la postre sería candidato a jugar la Champions, y por otra parte, encajar dos derrotas consecutivas en el pistoletazo de salida de la actual campaña no es gusto nadie, siendo ya desde el principio un equipo “de los de abajo” mas sabiendo que el año anterior, con Djukic, los pucelanos consiguieron pronto la salvación, jugando de una manera que no dejó indiferente a nadie.

Con el transcurso de los partidos, el once inicial fue tomando un aspecto mucho más aceptable: con los zagueros en la línea de atrás, los mediocentros en el centro del campo y los delanteros en punta de ataque; es decir, cada uno en la posición que le es propia. Aún teniendo una idea fija sobre quiénes serían “los 11 de Juan Ignacio”, las lesiones obligaron a reorganizar el estado del plantel inicial. Bergdich volvía así a incurrir como extremo izquierdo, amén del bajo rendimiento del canario Omar Ramos y la desconfianza del míster en Valdet Rama.

Heinz desapareció por completo del equipo, ni en las convocatorias, como si nunca hubiera pertenecido a la disciplina vallisoletana. A veces aparecía alguna noticia suya sobre unas molestias físicas, pero la mayoría de las veces el suizo-dominicano era tachado como un error. Las expectativas puestas en él no eran altas, dado que su último año apenas contó en el Inter de Bakú de la Liga de Azerbaiyán, sin embargo, en el stage de pretemporada enamoró a la directiva por su garra y buen hacer como central, por lo que se le ofreció un contrato para formar parte del navío pucelano y convertirse en el primer dominicano en jugar en La Liga. Hasta ahora Heinz no ha aparecido en combate, siendo la suya una de las historias más extrañas del Club en los últimos tiempos, digna de estudio.

Heinz

Una de las decisiones, repetidas decisiones, fue la de sacar a Lluis Sastre en partidos que requerían seriedad por la altura del rival. Sus actuaciones con el Valladolid han sido discretas, acercándose a desastrosas, a veces, indignas de un profesional de élite. El balear ha sido duramente criticado por la hinchada morada, llegando a ser catalogado de: DeSastre. Pues bien, incluso siendo el peor en multitud de ocasiones, Juan Ignacio le ha indultado y se ha decidido por hacerle partícipe, hasta protagonista de encuentros nefastos, ya no solo como medio centro, en donde, a duras penas, se defiende; sino también como medio derecho frente al Sevilla, siendo él quien provocó un penalti clamoroso que supuso el primer gol andaluz y el inicio de una decadencia seguida de otros tres tantos. Entre sus cualidades no destaca la velocidad ni las filigranas, ni ningún aspecto relativo a la posición de carrilero; por lo que el experimento de Juan Ignacio pudo ser calificado de locura y encerrado con doble llave en un fichero cuyo titulo es: “Decisiones Deleznables”.

Sastre

Omar, que se había ganado la confianza del alicantino durante buena parte de la primera vuelta, acabó por perderla y calentar banquillo en pos de Rama que, después de hacer un gol de masterclass frente al Athletic de Bilbao (4-2) en los estertores del partido, ganó la titularidad, alternándose con el marroquí Zakarya Bergdich, que también ha dado buenos y malos momentos en esa cambiante banda izquierda. Enlazando este experimento de un defensa reconvertido a extremo, como ocurriera con el ya ex del Valladolid, Alcatraz, también fue probado Rossi – medio centro de creación -, en banda diestra contra nada más y nada menos que el Barcelona.

No todo iba a ser malas palabras para Juan Ignacio. En este caso, el técnico acertó de pleno. El italiano ya había jugado como medio derecho en Brescia y sería su primera vez en casa, contra el temible Barça de Tata Martino. Quizá fue aquel el mejor partido de la temporada; cuando los astros se alinearon para que el equipo funcionase como una máquina bien engrasada, en la que cada engranaje dio lo máximo y ninguno desafinó. Rossi volvió loca a la zaga azulgrana, logrando, por cierto, el gol de la victoria; Bergdich arrancando aplausos de la grada albivioleta, Javi Guerra deleitando al respetable con un partido inefable pese a que no marcó, Rueda y Mitrovic entendiéndose a la perfección y, otro experimento no fallido, Marc Valiente en el centro del campo, acompañando a Álvaro Rubio, siempre correcto, se ganó la venia de Juan Ignacio para formar parte de la dupla de mediocampistas hasta el día de hoy, gracias a ese partido magnífico que fue la sustantivación del gran esfuerzo del equipo y de un entrenador que, pese a las críticas, nunca se ha dado por vencido.

Ya por último, dos de las decisiones que, aunque siendo trascendentales, no han cambiado mucho el estilo de juego del equipo y sí han trastocado el organigrama y automatismos han sido la de dejar a Óscar en el banquillo y la de que Jaime volviera a ser titular.

Con la primera alteración se pasó del 4-2-3-1 a un clásico 4-4-2 sin media punta y con dos delanteros de referencia: Guerra y Manucho. La pareja de arietes parece estar convenciendo al entrenador, aunque es cierto que últimamente no se está mostrando especialmente activa. Por su parte, Óscar, aquejado de molestias y sin encontrar esa clase que le caracteriza sobre el terreno de juego, ha visto como se puede pasar de estrella indiscutible a ser uno más en un banquillo que no da tregua.

El otro cambio ha sido la sustitución de Mariño por Jaime. En un principio se pensó que serían unas molestias la causa de la ausencia del arquero gallego, después un simple toque de atención, y ahora, con Jaime defendiendo la portería blanquivioleta en varios partidos, se puede sentenciar que vuelve a ser titular. La desconfianza que genera un cambio de cancerbero a estas alturas de la campaña ha suscitado multitud de críticas, acalladas por las buenas paradas del de Valdepeñas, que se perfila como otro de los aciertos de Juan Ignacio Martínez, un hombre de apariencia campechana pero con unas ideas a veces irreverentes que pueden salir bien o mal pero que, con total seguridad, otro entrenador no tendría la valentía de llevarlas a la práctica.

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Sobre el autor
Pablo Merino García
Un tipo peculiar que escribe sobre fútbol, o lo que le echen. Rock, jazz, blues, buen cine, un escrito apetecible, algo de bourbon y muchos sueños por cumplir. Un clásico, es simple.