Hace ya casi año y medio de una gesta épica con final trágico para David y feliz para Goliat. A punto de dar la campanada de la jornada, el Real Valladolid se imponía al Real Madrid por dos goles del mismo hombre, Manucho, ambos en jugada a balón parado. El infortunio hizo que los de Djukic sucumbieran pronto al poderío blanco, verde en esa tarde, y el resultado final fuera un 2-3, más amargo para los de Mourinho que para los propios perdedores.

El encuentro se presentaba como una de esas pruebas de fuego de extrema dificultad para un recién ascendido, de la que el Valladolid salió indemne, aún llevándose tres goles en contra, pero un aprobado general por parte de la hinchada pucelana. Con el once de gala salieron los soldados blanquivioletas al campo, comandados por Álvaro Rubio. Lo más destacable, la presencia un día más de Manucho como delantero de referencia en vez de Javi Guerra, en quien Mirsolav dejó de confiar después de un inicio de temporada desastroso, asimismo la injerencia de Dani Hernández bajo palos, sustituyendo una jornada más a Jaime, cuyas cualidades como cancerbero son indudablemente mejores que las del hispano-venezolano.

Dani hernández
Dani Hernández hizo su mejor actuación de la temporada. (Foto: Marca).

El Valladolid, rompiendo cualquier precedente, fue el equipo revelación de la primera mitad de campaña, sorprendiendo al resto de equipos por ocupar posiciones impropias en un equipo humilde que se perfilaba como la cenicienta de la Liga. Los locales comenzaban el partido séptimos, a un punto de entrar en posiciones europeas, mientras que el Madrid, muy criticado, se quedaría en el mismo lugar ganase o perdiese, la tercera posición, muy lejos del Atlético de Madrid del Cholo Simeone. Djukic conocía bien las carencias de su equipo, empezando por un centro del campo blando y acabando por una banda izquierda insulsa, propiedad de Omar Ramos, un jugador en declive hasta el día de hoy. Se trabajó el partido siguiendo los dictados del buen fútbol que el serbio implantó en las baldías tierras castellanas: tocar hasta encontrar huecos y no dar opción a la contra.

Nada hacia presagiar que los aficionados, nada más empezar, aplaudirían enfervorizadamente y no para calentarse las manos en la heladora noche pucelana, sino para celebrar el primer gol. Ya se sabía que el Madrid no era un equipo seguro atrás, los contraataques no eran defendidos con eficacia, y las jugadas a balón parado siempre fueron el talón de Aquiles del Club que por aquel entonces comandaba José Mourinho. Las estadísticas hablan por sí solas: de los 65 goles encajados en la temporada anterior, 22 han sido a balón parado, cifra que representa un 34% del total, un número enorme para un equipo de clase sumamente contrastada que aspira a ganarlo todo.

Estadística del partido Real Valladolid-Real Madrid

No cabe duda entonces de que el problema del Real Madrid era la defensa, en términos coloquiales, un coladero. La presentada aquel fatídico día de diciembre fue: Nacho en el lateral zurdo por el lesionado Marcelo, la ya tradicional dupla Pepe-Sergio Ramos, que en la presente temporada ha mejorado sustancialmente respecto a las anteriores, y Arbeloa en la derecha, cuya valía, como bien sabrán, es objeto de estudio pormenorizado. Volviendo al tema que concierne, aunque el anterior no lo es menos, llegaba en los estertores del minuto 6 el primer chicharro del partido, obra del guía, obra de Manucho. Saque de esquina bien botado que nadie acierta a rematar, un revuelo provoca que el esférico caiga en los pies de Marc Valiente, que la vuelve a poner en el corazón del área chica, esta vez raseando el césped. La bola, impasible, se pasea ante los atentos ojos de Casillas, que ve, milésimas de segundo después como Manucho remata a placer sin ninguna oposición, golpeando el cuero con fuerza, haciendo temblar las redes y destacando al Valladolid por vez primera en el marcador.

La euforia crecía por momentos, y la hinchada local coreaba el nombre del angoleño, goleador de la noche y luz que despejaba un arduo camino hacia la victoria, por medio de sus centímetros y su constante búsqueda de abultar el resultado, aprovechándose de un marcaje casi nulo que no presentó demasiada oposición. La veda quedaba abierta y Manucho era el único cazador.

No mucho después, apenas cuatro minutos, llegaba la igualada a raíz de una mala conexión albivioleta en defensa, sustantivando el dicho: “Qué poco dura la alegría en casa del pobre”, frase que se escucha muchas veces en el Real Valladolid, más de las que se desearan. Balenziaga se la pasa a Sereno en las inmediaciones del área, el portugués resbala desafortunadamente y Callejón se aprovecha de tal fallo, recogiendo ese balón muerto y, como hiciera Marc Valiente instantes antes, asiste a Benzema para que ponga las tablas en el luminoso ante la impotencia de un Dani Hernández que poco pudo hacer para evitar el gol de la igualada.

Gol
El desorden de la defensa madridista propició el primer gol de Manucho. (Foto: EFE).

El dominio merengue comenzaba a ser claro y el atavismo se apoderaba de un José Zorrilla que pasó de los cantares y el bufandeo al ser abúlico y descontento que suele reinar cuando encaja un jarro de agua fría. Pero el fútbol es tan azaroso como descarado e injusto. El minuto 22 reunió todo ese rosario de adjetivos que bien pueden describir el devenir de un partido trepidante y bonito, aunque el espectador no fuese afín a ninguno de los equipos en disputa. Las pesadillas del meta madrileño volvían a hacerse realidad. Saque de esquina, marcaje nimio y la quimera de la otra vez, Mateus Gonçalves, volvía a saltar, dejando bajos a todos sus rivales, girando la cabeza en el aire mientras la pelota entraba en contacto con sus rastas y se colaba, con gran potencia, en la portería que diez minutos antes fue también corrompida. Llegaba el 2-1.

Manucho no se podía creer la gesta que había llevado a cabo, adelantar por dos veces a David, defenestrando a Goliat. Evidenciando a su pobre defensa, haciendo tambalear a los pilares más importantes de la alineación y poniendo en duda la valía de Mourinho como entrenador de un equipo que siempre ha tirado más de corazón que de pizarra. La presa volvía a salir de su madriguera y su verdugo, la remataba por duplicado, sin ayudas esta vez, el montero y su chivo expiatorio, Manucho y el Real Madrid, confirmándose el africano como la bestia negra de los blancos.

Özil destapó el tarro de las esencias en el José Zorrilla, magistral clase del teutón

Djukic ya miraba su reloj, faltaba menos de un minuto para que Pérez Montero, coletilla de la contienda, decretara el final de los primeros cuarenta y cinco minutos. El descanso sería bien merecido, de hecho nunca lo sería tanto, después de ganar con cierta superioridad a un Madrid en stand-by, pero la dicha no llegó siquiera hasta el minuto 45. El gigante intercedía en la felicidad del humilde equipo vallisoletano, cuyos esfuerzos quedaron ultrajados en una jugada magnífica, obra de Özil y Benzema, y ayudados por una defensa que, en ese momento, era jauja. El alemán trotaba por la banda derecha, sorteando algún pie rival y llegando cómodamente y con una velocidad endiablada a la frontal, en dónde haciendo uso de su inefable calidad fue despojándose de la tibia presión cárdena. Un pase al ariete francés del Real Madrid se convertía en una pared magistral tras taconazo perfecto de éste, con un broche de oro: el gol de la igualada y germen de la remontada. Özil comenzaba a despertar.

El descanso se tornaba amargo y aunque nadie sabe las palabras que Djukic dijo a sus pupilos, el Valladolid salió en la segunda parte “a verlas venir”. Gracias a una buena actuación de Dani Hernández, la renta para el Real Madrid no fue mayor y tan solo un gol separó a los vallisoletanos de las furias madridistas. Sin mucho que relatar de positivo acerca del juego local, más que esas paradas del cancerbero y alguna que otra intentona de Óscar que quedó en agua de borrajas, la hegemonía visitante era absoluta; decididamente iban a por el partido. Por desgracia para los intereses de los de Djukic, Özil tenía su día, era dueño del esférico, mago en punta y, batuta en mano, fue el metrónomo que dirigió los compases del juego merengue. Sin embargo, el gol de la redención no llegó en jugada de estrategia o un destello de brillantez, sino a balón parado: el Valladolid probaría de su misma medicina.

Falta peligrosa a unos metros del área, zona perfecta para que Cristiano probara su disparo lejano. Queda el luso en un segundo plano, unos pasos por detrás de Ramos y Özil, tentando a coger carrerilla y batir al portero, traspasando una barrera de siete hombres vigorosos. Ya es sabido el potente disparo de Sergio Ramos, y nuevas noticias sobre el del alemán. Nuevas noticias que pillaron de sorpresa al Valladolid, que por primera vez se ponía por detrás en el marcador. El estreno como tirador de faltas de Mesut no pudo ser más preciosista, sin apenas tomar unos metros, tan sólo unos centímetros le sirvieron para empalar el balón, superar por alto a la defensa y que éste, en su trayectoria parabólica, fuera cayendo suavemente para morir en la cepa del palo, allá donde Dani Hernández no podía llegar.

El resto del tiempo fue un monopolio blanco, contrarrestado por los voceos de la hinchada local, que, contenta con el trabajo de su equipo, se tomó la derrota como una dulce victoria contra un rival condecorado a lo largo del tiempo pero en horas bajas, tan bajas, que la que fuese cenicienta pudo hacerle un roto, defensivo e institucional.

Manu
Manucho celebrando su segundo tanto. (Ronaldo7.net).

El camino lo marcó Manucho, ayudado por Ebert, Óscar, Víctor Pérez y compañía, ahora, las tornas han cambiado y la alineación no conserva su antigua vivacidad, dado que la mayoría de los gestores de tal batalla ya no circulan por la capital de la vieja Castilla. Ebert, Balenziaga, Sereno… hombres clave en el juego blanquivioleta se enfundan la camiseta de otros Clubes, y otros que aún están en las filas de Juan Ignacio y estuvieron en la etapa anterior, parecen haberse borrado. La cosa ha cambiado, el objetivo no es sino otro que no descender, difícil empresa si el Madrid de Ancelotti es tu contendiente y Manucho no está esta vez para guiar el camino. Siempre nos quedará el 8 de diciembre de 2012.