El año del Real Valladolid en el aspecto futbolístico es para olvidar. Sin embargo, los aficionados han aguantado el chaparrón hasta el final, manteniendo la esperanza de una salvación que nunca se llegó a dar. La llegada de un entrenador como Juan Ignacio Martínez, que tan bien venía de hacerlo con el Levante, motivaba a los seguidores de cara a una temporada histórica, dado que había conseguido hacer del Levante un equipo de Europa League, haciendo que compitiera realmente bien.

Los fichajes de jugadores, como Diego Mariño, hicieron también aumentar la ilusión de los hinchas pucelanos. El equipo empezaba a hacerse un nombre, al que los futbolistas querían ir a jugar.

La pretemporada, según pasaban los días, daba más motivos para esperar con ganas el inicio de la competición liguera. Zorrilla estaba listo para recibir a sus jugadores frente al Athletic de Bilbao en el primer partido de la Liga. A pesar de lo temprano de esa primera jornada (17 de agosto) el público reaccionó bien y copó al estadio para ver el estreno del Real Valladolid.

El juego, parecido al que los blanquivioletas hacían con Djukic, gustaba a los espectadores allí presentes. El estilo de toque, sin dar pelotazos innecesarios, dejaba buena idea de que quería Juan Ignacio del equipo. Esto era aplaudido por los aficionados, que veían ilusionados lo que iban a tener durante la temporada, o eso se creía.

A Villarreal se desplazaron unos pocos valientes dispuestos a vivir un bonito duelo entre dos equipos y no dejar solo al Real Valladolid en su primer encuentro fuera de casa. Esos pocos fueron los que pudieron disfrutar de unos de los mejores de la temporada del conjunto pucelano en la Liga, a pesar de no traer nada de vuelta consigo, el Real Valladolid compitió y complicó el encuentro al submarino. 

En cada choque disputado en casa durante la temporada, era correspondido por los seguidores pucelanos, llenando el estadio hasta la mitad de capacidad en muchos de ellos, e incluso colgando el cartel de “no hay entradas” en las taquillas. Sobre todo, la ciudad se volcó ante los momentos de más necesidad del equipo, en partidos como el del Granada o el del Espanyol.

Fuera de Zorrilla, la respuesta de los aficionados no ha sido tan numerosa, las salidas al Santiago Bernabeu, a Vallecas y al Benito Villamarin, han sido las que mayor gente han movido. Sobre todo la visita al Betis, con la que el Valladolid se jugaba más de media permanencia y aún con el empuje de todos los pucelanos allí animando con sus voces, el equipo no fue capaz de sacar nada positivo de allí.

A pesar del descenso cosechado por el Pucela, los hinchas han querido estar con él hasta el final.  Las voces dieron paso a los pitos y estos a los llantos por la pérdida de categoría a la que nadie quería hacer frente.

La próxima temporada, que será en Segunda, es por seguro dará lugar a un menor número abonados. Sin embargo, los que se queden animarán en cada partido y cuando se necesite que el Estadio José Zorrilla se tiña de blanquivioleta la ciudad se volcará para devolver al equipo a la categoría, que por historia y afición merece la ciudad de Valladolid.