El navío blanquivioleta ya tiene nuevo comandante: Joan Francesc Ferrer, alias “Rubi”. Después de una terna de nombres, el ex del Barcelona ha sido el elegido para capitanear la plantilla del ascenso. Las expectativas puestas en él son muy altas y se espera que este tremendo cambio de imagen, tanto institucional como futbolística, sea un aliciente más para que el Real Valladolid vuelva a poder disfrutar de tardes de Primera.

Fue ya el verano anterior cuando los medios se hacían eco de la posible llegada de Rubi como técnico a tierras del Pisuerga después de hacer una magnífica campaña con el Girona y formar parte del rosario de ayudantes de Tito Vilanova que, por desgracia para la familia azulgrana y para el balompié mundial, se convertirían en protagonistas inesperados de un año glorioso en lo futbolístico pero terrible en lo emocional.

La transición equivocada: de Djukic a Juan Ignacio

Por aquel entonces los nombres iban revoloteando por las oficinas del José Zorrilla. Alberto Marcos, hasta hace un par de semanas director deportivo del Club, proponía a Carlos Suárez una serie de opositores a llevarse el título de entrenador. El presidente se tomó la tarea de encontrar míster de forma muy personal, como lo hiciera con Djukic, dejando la tarea de inmersión en ligas inverosímiles al de Camarma de Esteruelas y sus secuaces. El elegido fue por fin Juan Ignacio Martínez, después de casi un mes de espera por conocer al agraciado, o más bien, desgraciado.

Después de la marcha ya sabida de Djukic al Valencia, el pianista de un motel de fachada cárdena e interior tenebroso, se dispuso a tocar para que los candidatos a llevarse el premio bailaran en un salón regentado por un hombre de dudoso criterio. Maradona y Di Canio fueron los más estrafalarios del guateque, hasta tal punto que los espectadores, es decir, los aficionados, no se creían que el argentino, de nulas dotes al mando de un grupo humano y que el romano, de tendencias políticas muy discutibles, estuvieran en la lista de futuribles para presidir el banquillo albivioleta. Seguidos éstos de hombres con un sentido mayor, como Gregorio Manzano, Torres Gómez, Lluis Carreras, Javi Gracia o el propio Rubi, los devaneos iban afianzándose en algunos casos, como con Carreras y solidificándose finalmente con Juan Ignacio Martínez, quien acabó siendo técnico pucelano amén a una negociación fallida del presidente con ese as que decía guardaba bajo la manga.

Juan Ignacio y Djukic
Fuente: Linterna de Velasco

En principio, las opiniones estaban divididas en el seno del equipo. El de más arriba, Suárez, tenía a Juan Ignacio como el preferido, mientras que su mano derecha (que a veces resultó ser la izquierda), Alberto Marcos, se decantaba por Rubi: dos entrenadores de perfiles muy opuestos. La apuesta por el fútbol defensivo, el desorden táctico y la experimentación se impuso al fútbol joven, idealista, con sello de calidad, personal y, sobre todo, analítico del de Vilasar de Mar. La decisión tomada, ya acabada la Liga, puede catalogarse de errónea, sin embargo, el que antes prefirió errar, ha escogido ahora el camino dictado por el madrileño, auspiciado por las buenas críticas de otro ex pucelano, Jofre.

El granota se puso a la cabeza de un proyecto inédito, anárquico e inventivo que debió seguir las directrices marcadas por Djukic, pero que acabó cayendo en la monotonía que los aficionados auguraban de ser el alicantino quien se pusiera al timón del buque a la deriva.

¿Qué necesita el Real Valladolid en Segunda?

En Segunda División la cosa es bien distinta, y más aún para un equipo del que se espera un ascenso. El período de fichajes se vuelve una etapa crucial y determinante para el devenir de la campaña, una campaña larga de viaje por los inhóspitos verdines de la categoría de plata. Los jugadores son los átomos del fútbol, los componentes básicos para llevar unos colores a la gloria o a la ponzoña, pero más importante todavía es un técnico que una a esos 22 ó 23 guerreros para que no solo sean simples trabajadores desempeñando un oficio, sino que también formen un bonito grupo humano. Según el criterio de gran parte del respetable blanquivioleta, eso es de lo que Juan Ignacio carecía, el poder de liderar a un grupo no solo en lo futbolístico, sino también en lo personal.

Rubi
Fuente: Pasionvioleta.com

La extensa filosofía de Djukic albergaba ese capítulo, que para él fue indispensable. Gozar de un buen ambiente de grupo, dirigiendo a gente comprometida con la elástica que defiende le granjeó los frutos necesarios para hacer retornar al equipo a Primera, mantener un buen nivel en su regreso a la elite y ganarse la confianza de un Club de renombre como el Valencia. Y es que ahí reside la clave del éxito, vislumbrada por Marcos y desestimada por Suárez, en convertir una plantilla de jugadores en una plantilla de amigos que llevara en ella misma las semillas de una planta crecedera y con flores que no supo regar Juan Ignacio. La temporada se antoja larga por campos insospechados y de máxima dureza, por lo que la unión de un equipo se convierte en un elemento muy importante a la hora de afrontar el chaparrón de plata.

¿Quién es Rubi?

El error que se cometió con el fichaje de Juan Ignacio parece que se subsana ahora con el de Rubi, atribuido a la acción del nuevo director deportivo, Braulio Vázquez, quien también ha movido hilos para incorporar al centrocampista André Leao. Rubi es la antítesis del alicantino. Él es dinamismo, juego arriesgado con marca personal y líder de un grupo cuyo sello de calidad está en la unión. Él es psicólogo, acérrimo analista de jugadores y equipos de ligas remotas que atesoran hombres que bien podrían incorporarse a un equipo de Segunda como el que él ahora comanda.

Sus comienzos fueron humildes como ayudante de Javi Salamero en el banquillo de un Girona al borde del abismo, para ser después el primer entrenador del equipo catalán. Durante su estancia como cabeza visible de los blanquivermells, Rubi supo tocar la tecla adecuada para impulsarlos a bregar por la ocupa de los puestos punteros que dan acceso a la Primera División. El Almería les privó de hacer su sueño realidad y, sobre todo, privó a los aficionados del buen fútbol de elogiar la tarea de un hombre que a base de espectáculo, juego atractivo, análisis, confianza y tesón llevó a un Club de los de abajo hasta lo más alto.

La recaída de Tito Vilanova supuso el desarme institucional del Barcelona. La búsqueda de un interino que siguiera con la línea ganadora que éste adoptó de Guardiola se sustantivó en la persona de Jordi Roura. En ese cuerpo técnico que terminó por alzarse con el campeonato liguero figuraba Rubi y, aunque en la sombra, fue uno de los artífices de que el propio Vilanova viera como sus luchadores levantaban la Copa en su honor.

El bagaje de Joan Francesc Ferrer no se queda ahí. Antes de recalar en el conjunto albirrojo pasó por equipos de menor estofa que le formaron como técnico de futuro. Primero en su localidad natal, Vilassar, sorprendió con dos buenas temporadas en su inicio como piloto de grandes gestas. L’Hospitalet, Sabadell y, sobre todo, Espanyol B le curtieron en mil batallas. Con el filial perico consiguió un ascenso a la Segunda División B, lo que motivó su marcha al Ibiza por un corto período de tiempo y, finalmente, al Benidorm, en donde su buen hacer le permitió dar el gran salto a la Segunda División como ayudante y más tarde como entrenador titular.

Rubi, ¿el nuevo Miroslav?

En resumen, Rubi llega a una ciudad con afición exigente en la que el recuerdo de Cantatore, Mendilibar y Djukic sigue muy presente en su particular memoria histórica. Sus parecidos con el último visionario, del gurú de un fútbol nuevo en Pucela, Miroslav, son numerosos: entrenadores jóvenes, ilusionados, que toman las riendas de un equipo que necesita una grandísima renovación e inculcan en sus jugadores el gusto por el toque y el espectáculo. Su estilo sigue las consignas de humildad y valores que implantó Pep en el Barcelona, una escuela balompédica que se ha ido forjando con esfuerzo y de la que Rubi ha sido alumno y ahora será maestro. Bienvenido, Rubi.

Rubi en el José Zorrilla
Fuente: Real Valladolid