El Valladolid encaraba su primera prueba veraniega con muchas posibilidades de llevarse la victoria. El contendiente fue un débil Pontevedra que, en ningún momento, pudo plantar cara a los de Rubi. Tras duras sesiones en A Lagoa (Mondariz), sus pupilos se ponían a punto para empezar el curso con el pie derecho. Una vez acabado el choque, se puede sentenciar que los jugadores y el entrenador han hecho bien los deberes y todo el esfuerzo derrochado en los verdes del balneario se ha plasmado en un verde cercano, Pasarón.

Aunque el trabajo físico ha sido muy intenso desde que volvieron al trabajo, el técnico-táctico se ha impuesto en el campo. El míster ha inculcado en sus alumnos la reconversión al sistema Djukic. Posicionamiento, contraataques rápidos, posesiones largas y, sobre todo, jugar con cabeza, han sido las consignas que Rubi ha intentado llevar a la práctica, de forma efectiva. De momento, el proyecto es ilusionante y lo que se ha visto, si se sigue con esta línea, gustará al respetable blanquivioleta.

El partido comenzaba con un minuto de silencio por el reciente fallecimiento de José Luis Azcueta, un mítico jugador pontevedrés. Con la pelota rodando por el cuidado césped de Pasarón, el Valladolid empezó a colonizar un pequeño reducto de Galicia, el área defendida por Edu. El once inicial no llevaba demasiado maquillaje. Tan solo Leao, Roger, Samuel Llorca, Jorge Hernández y Carmona vestían por primera vez la zamarra cárdena en una prueba real. Además, Dani Hernández, volvía a enfundarse los guantes de guardameta pucelano después de un año visitando parajes helenos.

El inicio de una nueva era

El Pontevedra se iba acercando tímidamente, sin mucho peligro, mientras los púgiles visitantes reservaban fuerzas para matar el partido antes de que el cansancio empapara sus frentes. Jorge Hernández metía el miedo en el cuerpo a los locales, disparando desde el suelo, lamiendo el primer gol. El Valladolid no tardaría mucho en estrenar las redes de Pasarón. Minuto 15. El león que lleva cresta en vez de melena quiso volver a vivir en La Rosaleda. Primer gol que sube en el luminoso, primer gol de Roger como jugador pucelano. Y aunque las gradas no sonaran como en Zaragoza, se tuvo que conformar con un abrazo de sus compañeros y la enhorabuena de su entrenador.

El Pontevedra quiso, pero no pudo. Tubo lo intentó de chilena, pero se quedó en eso, en un intento. Las oportunidades llegaban con cuentagotas para los granates. Los albivioletas dormían el partido para ser ellos los que en terreno inhóspito llevaran el metrónomo y la batuta. Roger se desfondaba en cada pase que Peña u Omar le vertían. El canario pareció despertar después de meses y meses hibernando. Corrió por banda y disparó sin mucha fortuna, pero, al menos, desfibriladores Rubi está exprimiendo todas las cualidades de un centrocampista competente que en temporadas pasadas hizo pensar lo contrario. Entretanto, los hombres de arriba iban acosando a los pontevedreses de atrás. Roger tenía sed pero Edu impedía que bebiera. El guardameta se lució, evidenciando los problemas de una zaga endeble. El árbitro daba tregua en una batalla muy desnivelada. El Pontevedra respiraba 45 minutos después. Y el ariete valenciano quería más.

Los gallegos salían con una alineación nueva. Los castellanos, más bien su entrenador, dejaba que el trabajo físico cultivado en los aledaños del balneario de Mondariz diera sus frutos y que la fatiga apenas se notara. Mismas caras por parte de los visitantes. Misma historia. El Valladolid seguía cercenando cualquier esperanza de remontada pontevedresa. Hasta los defensas se sumaban al festín ofensivo. Carmona decidió redimirse y subir a la intentona, aunque sin éxito. Los interiores empezaban a desperezarse después de una magnífica siesta bajo el resol gallego amén a un acierto pleno de sus compañeros, que, en ningún momento, necesitaron de su ayuda. Omar y Jeffren empezaban a combinar, a entenderse y a cuajar como firmes candidatos para la titularidad en Liga. El hispanovenezolano probó suerte, aunque el suplente, Lloves, acertó con la parada.

El cansancio hacía mella en el ritmo del partido. Diez cambios. El único que se mantuvo en pie fue Sastre. Cambio de guardia en Pasaron Palace. Julio Iricibar, Chica, Casado, Chus Herrero, Anuar, Óscar Díaz y Sekou debutaban con el primer equipo. Un once menos competitivo que serviría como toma de contacto en un examen real. Los chavales salieron con fuerza. Los del filial quisieron reivindicarse y aprovechar una oportunidad que, a duras penas, los entrenadores anteriores les habían brindado. El escaparate estaba abierto y cada jugador tuvo que mostrar sus mejores habilidades para que un comprador muy especial venido desde tierras gerundenses les diera el visto bueno y así, en un futuro no muy lejano, tuvieran la ocasión de jugar en Segunda.

Los pontevedreses seguían en pie, después de un bombardeo poco virulento. Mucho ruido y pocas nueces. Sekou retaba a los zagueros rivales, apiadándose más tarde de ellos. Los cambios locales se fueron sucediendo. El castillo tenía una sola grieta, abierta por un hombre que miraba desde el banquillo como sus sucesores no tomaban la iniciativa de asaltar los aposentos de Pasarón. Bergdich conectaba con Anuar en una alineación desquiciante que contaba con Sastre en la media punta. Ecos de Juan Ignacio. Pesadilla blanquivioleta.

La redención de Bergdich

El partido iba llegando a su fin. Los minutos de la basura se acercaban peligrosamente. Resultaron ser los mejores de la segunda mitad. Bergdich se arrancaba la etiqueta de carrilero y se pegaba la de extremo. El zorro del desierto corrió sin balón, dejando a su paso a jugadores de granate que desistían de hacerle sombra. Sastre recibía el cuero y, como hiciera con Roger, ponía una perfecta asistencia para que el corredor de fondo encontrara un balón en su trayectoria errante. Lloves lo miraba impávido. El sarraceno no falló y volvió crédulo al nuevo fichaje en los palos del Pontevedra. Primer gol de Bergdich con la zamarra pucelana, segundo del partido. Inconmensurable el marroquí. De momento, Torino no llama y eso que gana Rubi.

La pizarra del técnico se dejaba ver en un saque de esquina. Casi sale. Chus Herrero el artífice del conato de tercer gol, pero volvió a ser Bergdich quien sentenciara el encuentro y dejara claro quien se examina para volver a Primera. El fondista siguió corriendo a una velocidad endiablada. Esta vez sin asistentes. Dispara él, osado. Da en un zaguero rival, cambia la dirección del balón y Lloves vuelve a ser engañado. Con ayuda, Bergdich marca el tercero del partido, el segundo en su cuenta personal. Interior izquierdo, lateral y extremo para rato. Su sombra es larga, tanto que ya cubre la tenue silueta de Omar. El Pontevedra intentaba dar una buena imagen, pero el portero del filial pucelano se lo impidió. El Valladolid no aflojó la manija hasta que el colegiado decretó el final del encuentro. Primer trofeo del año que se queda en las vitrinas del Zorrilla. El Ciudad de Pontevedra se queda en Ciudad de Valladolid, gracias a un valenciano, a un marroquí y a un catalán que está sabiendo tocar la tecla perfecta para coordinar lo que la campaña pasada se descoordinó.

Mañana más, ¿y mejor?

Mañana toca repetir plato, lo que nadie sabe si fuerte. La razón dice que sí. Que se verán goles y espectáculo. Cultural Areas, A Lomba. Un Tercera que hasta hace nada vagaba por la ponzoña de Provincial. A las 19:00 horas, el Valladolid vuelve al trabajo. Un entrenamiento especialmente severo, con tintes de oficialidad. Sobresaliente la primera empresa. ¿Matrícula en la segunda?