Mal de ojo. Budú. Brujería. Hechizos. Parecía que todo ello se había juntado para castigar al Real Valladolid fuera de casa, ya que tuvieron que pasar 324 días, con descenso de categoría incluido, para que los albivioletas volvieran a la capital de Castilla con el buen sabor de boca de un triunfo en tierras alejadas de sus dominios. El solitario gol de Roger, bastante para superar al Alcorcón en el siempre complicado Santo Domingo, acaba con casi once meses de penurias lejos de Zorrilla.

Ha cambiado el entrenador, la división y buena parte del plantel, pero en lo que no ha habido variación es en la comunidad autónoma en la que se ha cosechado la victoria: Madrid. Fue el pasado 25 de octubre cuando los entonces entrenados por Juan Ignacio Martínez golearon al Rayo Vallecano por cero goles a tres, una fecha muy lejana que implicó una debacle pucelana como visitante, clave para el posterior descenso.

El objetivo primordial del Valladolid esta temporada es el ascenso, así que no se puede permitir fracasar con estrépito cuando tienen que viajar a otros campos. La floja imagen mostrada en el Anxo Carro, saldada con derrota por la mínima ante el CD Lugo, hizo prever a los aficionados albivioletas que los suyos seguían con ese gafe, con ese mal fario que impedía ganar, por lo civil o por lo criminal, en feudos ajenos. Sin embargo, ya la tónica cambió con el triunfo por 1-3 en el Molinón este pasado miércoles, aunque correspondiente a la Copa del Rey.

Las buenas vibraciones mostradas en Gijón se confirmaron en el Santo Domingo de Alcorcón para poner fin a la desdicha que se había adueñado del autobús, tren o avión en el que el Real Valladolid se movía en dirección a otros estadios. La Segunda división requiere solidez en campo propio y puntuar fuera, de modo que a los de Rubi no les queda otra que seguir esta dinámica y mostrar que, jueguen donde jueguen, aspiran a todo.