De nuevo volvió a ocurrir, el Real Valladolid enseño su cara más gris lejos del estadio José Zorrilla y en un campo como el de Palamós en el que un aspirante al ascenso no puede salir derrotado y menos de la forma en la que lo hizo el equipo de la capital castellano-leonesa. Como aquel que se levanta de la siesta y le sacan de paseo a temperatura bajo cero, el Pucela enseño las legañas y la inoperancia que le hizo caer con justicia ante una Unión deportiva Llagostera que toma aire en su lucha por mantenerse una temporada más en la Categoría de Plata del Fútbol español.

Como ocurriera en Anduva ante el Mirandés donde se empató a cero, en la Nova Creu Alta contra el Sabadell, donde se acabó con idéntico resultado, o en Butarque y El Sadar, donde se perdió ante Leganés (1-0) y Osasuna (2-1), ayer, ante el Llagostera se volvió a las andadas y se dio un pequeño paso hacia atrás en la lucha por el ascenso.

Un Real Valladolid maniatado

Los 45 primeros minutos dejaron pocas jugadas de peligro destacables para un conjunto, el pucelano, totalmente distinto al que pudimos ver hace apenas quince días, el 4 de enero en La Romareda, que dio un golpe de autoridad al vencer por cero goles a dos a un rival duro a lo largo de toda la historia en su feudo como el Real Zaragoza.

Joan Francesc Ferrer “Rubi” volvió a plantear un 4-3-3, que parece ser finalmente tras la brillante victoria ante el Barça B de hace apenas un mes por 7-0 el esquema de referencia del cuadro pucelano. En esta ocasión, la baja de Óscar González la suplió un Óscar Díaz desaparecido a lo largo de los 90 minutos de encuentro que disputó.

En el primer tiempo, el trivote formado por Timor, Álvaro Rubio y André Leao, que volvía tras su partido de sanción, se vio sumamente superado por el centro del campo catalán con Jordi López, Pitu, Querol y Ríos que se mostraban con más confianza y concentración que los visitantes.

En esta ocasión tampoco sirvió la rapidez de un Mojica al que los equipos ya conocen y le frenan hasta con dos jugadores. Esta vez, tanto Jordi Masó, lateral derecho, como el extremo Querol, autor de uno de los tantos del partido, consiguieron borrar del partido al puntal por banda más preciado del Real Valladolid.

Una segunda parte para olvidar

Si la primera parte fue mala, la segunda fue, sencillamente, para guardar en una cajita de madera y tirarla directamente al mar para que se pierda con el paso de los años en el olvido y que nunca más vuelva ni a la retina ni a la memoria de los que sienten y viven realmente por y para el conjunto blanco y violeta.

El Pucela empezó el segundo acto con la misma empanada o torrija, valen ambos vocablos, con la que había acabado el primer tiempo. Falto de intensidad, de hambre y en algún momento aturdido por la superioridad de un recién ascendido que olía sangre y que se marchó con la decisión y confianza, de la que el Real Valladolid adolece en el 75% de sus encuentros fuera de Zorrilla, en busca del partido.

Fruto de este empuje llegaría el primer tanto de un Sergio León que entró como Pedro por su casa por la derecha ante la pasividad de la defensa pucelana y con un disparo cruzado y raso y tras tocar en el palo derecho de la portería de un Javi Varas muy desacertado en la tarde noche de ayer, al igual que el resto del equipo, puso el 1-0 en el luminoso.

Sin reacción ni en el campo, ni desde el banquillo

Lejos de hacer que este gol reactivara a los visitantes o les hiciera desperezarse del letargo en el que se encontraban sumidos, el tanto terminó de hundir a los de Rubi que tampoco estuvo acertado desde el banquillo.

Muchos se preguntan, viendo el estado en el que se encuentra un Óscar Díaz que a pesar de dejarlo todo sobre el campo no da una, como el madrileño pudo culminar los 90 minutos del choque dejando en la banqueta al recientemente fichado Jonathan Pereira que cuando saltó al césped de Palamós fue el más destacado, junto a Javi Chica de los de Pucela.

También la confianza extrema depositada en un Jeffren desaparecido hasta la saciedad ayer, o en Omar, en el que solo Rubi confía y que lleva tiempo más fuera que dentro del Real Valladolid.

El cambio a la desesperada de Guille Andrés por Álvaro Rubio en el 80 de partido tampoco ayudó a nada y el tanto dos minutos más tarde de Querol para poner el 2-0 en el marcador dejaban totalmente grogui a los de la capital del Pisuerga que veían como, de nuevo, y en un campo a priori asequible para sacar puntos, se volvía a ir de vacío.

Así no

Lecturas tácticas y de viento, en el que se refugió Rubi para excusar la derrota de su equipo, lo cierto es que la escuadra que preside Carlos Suárez volvió a las andadas y a recordar los viejos fantasmas que ya aparecieron por campos como Anduva, La Nova Creu Alta, Butarque o El Sadar.

El Pucela volvió a caer y a demostrar que en una categoría como la Segunda División del Fútbol español que si no estás al cien por cien, intenso y concentrado a lo largo de los 90 minutos de partido te pintan la cara sea quien sea el rival que esté en frente, en este caso fue la Unión Deportiva Llagostera.

Con los antecedentes tan claros y que hemos relatado a lo largo de este escrito, toca reunión, debate, conclusiones y autocrítica, mucha autocrítica para que esto no vuelva a ocurrir en las próximas salidas del equipo.

Toca aprender de los errores y saber que con la actitud y predisposición de ayer no se va a lograr el objetivo marcado del club al principio de la campaña, el ascenso a la máxima categoría del fútbol español. Así no, Real Valladolid.

Fotografías: lfp (Liga de Fútbol Profesional)