No siempre salen las cosas como gustaría que salieran. Hay días en los que uno se levanta con el pie izquierdo, se le cae el café hirviendo sobre el pecho mientras desayuna y pierde el autobús que le lleva al trabajo. La bronca del mandamás es inminente. Cuando pintan bastos desde el amanecer, hay dos opciones: o bien todo lo que puede ir mal va a peor, o bien se consigue salvar el tipo y llegar por la noche a casa, sobrevivido a ese día complicado.

El Real Valladolid, como todo trabajador, también tiene malos despertares que hacen presagiar que se avecinan dificultades. Sin embargo, en las últimas fechas el equipo técnico, el plantel futbolístico y el esférico se han aliado para que el Pucela se encasille en la segunda categoría antes mencionada, en esos afortunados que capean el temporal y se acuestan con los deberes cumplidos.

Murphy no siempre tiene razón

Las victorias contra el Racing -esta por goleada, demostrando que Murphy no siempre tiene razón-, y el triunfo frente al Alcorcón demostraron que los de blanco y violeta no pierden los nervios cuando el café gotea por su mentón y el jefe zapatea, molesto por la tardanza. Pero no siempre fue así, ya que hace no demasiado tiempo los de Rubi se ofuscaban cuando se les pegaban las sábanas, resignándose a santiguarse para afrontar una nueva jornada, que nunca satisfacía como sería deseable.

Lugo, Miranda de Ebro, Sabadell, Leganés o Palamós son ejemplos de partidos en los que el Valladolid no pudo, pero tampoco quiso demasiado, quizá abrumado por las circunstancias, quizá pagando la factura de una mala noche y un peor desayuno. Solo dos de los quince puntos que se disputaron en estos lugares acabaron en el casillero castellano, mientras que los seis últimos que han llegado al zurrón de Zorrilla podrían haberse quedado por el camino si los castellanos no hubiesen lidiado bien con las circunstancias.

El brillo se quedó en la mesilla de noche, la espectacularidad se cayó en el ascensor y solo hubo hueco en el maletín para meter eficacia en ambas áreas. Suficiente. Unas semanas atrás, la solvencia era la primera que se quedaba dormida y no viajaba con los pucelanos, unos pucelanos que la echaban en falta cuando rivales menores conseguían incluso ganarles y tocaba volver a casa cabizbajos y con la insatisfacción del trabajo mal -o regular- hecho.

Muchos partidos, más aún ahora que el Valladolid ha ido entrando en dinámica y los rivales van a apostar por encerrarse atrás, van a requerir mucha paciencia, acierto y tenacidad para ser merecedores de los tres puntos. Tan importante como jugar bien es saber ganar cuando ningún jugador tiene su gran día, algo que también puede pasar en este deporte, de ahí que el colectivo debe unirse para que, sumando todos los granitos de arena, se olviden los contratiempos matutinos, se limpie ese café derramado, y se ponga rumbo a la victoria.