El recuerdo y la memoria, en el mundo del fútbol, son muy efímeros. Tan pronto estás en la cima, vitoreado por todos los aficionados, que te encuentras metido en una caverna, solo, alejado de todos los focos y olvidado por los que un día fueron tus seguidores. Sin embargo, hay ciertos nombres que se recuerdan. En clave de equipo pequeño, es complicado pasar a la historia. Has de ser un futbolista que lo dé todo por ese club. Has de ser una estrella con renombre nacional e internacional. Pero también, puedes ser recordado por tan solo unos segundos de fama.

Vladímir Manchev. ¿Quién es este señor?, se preguntaría cualquier seguidor de España que no defendiese los colores blanco y violeta. Este búlgaro, poco conocido en la esfera nacional, será siempre recordado por la gente del Pisuerga. En el Real Valladolid, no fue un fuera de serie, ni mucho menos. Cumplió con un aprobado, sin mucho relumbrón, pero anotó un gol que siempre se entonará en las canciones heroicas del conjunto blanquivioleta. Marcó un gol que valió un ascenso. Sí, es cierto que en ese encuentro, del que versan estas líneas, hubo otro tanto; pero también lo es que su autor, Víctor Fernández, es recordado por muchas cosas más.

Aquel 22 de abril de 2007, el Real Valladolid llegaba a tierras tinerfeñas tras seis victorias consecutivas, y muchos partidos sin perder, un total de 27. De esta manera, y a ocho jornadas del final de la Segunda División, los pucelanos tenían en su mano ascender. Necesitaban una victoria, y la lograron a las primeras de cambio. El nombrado Víctor anotó el primer tanto en la primera parte; pero no fue hasta los compases finales, cuando el equipo se vio totalmente en la división de oro. Manchev, héroe por sorpresa, controló un balón largo con la puntera, y con un sutil golpeo, superó al portero tinerfeño por alto, marcando un autentico golazo de vaselina.

Fue en ese momento cuando el Real Valladolid ascendió. Un récord histórico, completado por un delantero búlgaro que en su paso por España no había tenido la regularidad necesaria para brillar. Seis goles fueron los que anotó, desde su llegada en el mercado de invierno. Tan solo estuvo eso, unos meses a orillas del Pisuerga. Un año más tarde, regresaría, pero con peor rendimiento. Su periplo futbolístico volvería a su tierra natal, su amada Bulgaria. Desde su salida del Real Valladolid en 2008, ha defendido los colores de equipos grandes de su país, como CSKA de Sofía o Lokomotiv de Sofía, su último club.

Jugador siempre recordado en el Real Valladolid, por una jugada puntual, por un gol que valió un ascenso. El resto de sus participaciones con la casaca albivioleta quizá sean olvidadas, pero ese tanto, esa vaselina en Tenerife, nunca lo será. Desde Bulgaría, previo paso por Tenerife, hasta Primera. Ahora, el conjunto pucelano visita la tierra del triunfo, un estadio que siempre será especial, un choque con tintes del pasado, como ya lo fue el de la última jornada ante el Alcorcón, que recordó otro ascenso, quizá más épico por la situación en la que se encontraba el equipo por aquel entonces y la forma en que se consiguió.