Unos días se gana, otros se pierde. Otros días se empata, pero las tablas nunca han tenido cabida en esta frase hecha. El Real Valladolid, como cualquier equipo de cualquier competición de cualquier deporte de cualquier país de este mundo, no es quién para eludir esta norma, sabedor de que en ocasiones el destino pone trabas al camino hacia el triunfo y solo queda poner rumbo a la derrota. Dentro de un enfrentamiento entre dos equipos que juegan al fútbol, a veces uno se lleva los tres puntos, a veces se los queda el otro y en otras ocasiones cada cual se lleva a casa uno. El Pucela vivió un muy mal día, de ahí su derrota.

El viaje de los castellanos a Tenerife, dejando de lado las heladas y el frío mesetario y recibiendo de buen grado la calidez propia del archipiélago canario, con su carnaval permanente, se hacía con la premisa de ganar. Sin embargo, en cuanto comenzó el partido, los pucelanos afrontaron un choque en el que nada saldría como ellos quisieron.

Desquicie arbitral

Los aficionados que seguían a su Pucela desde la distancia se llevaron las manos a la cabeza cuando a la media hora de juego Jonathan Pereira abandonaba el Heliodoro López, fruto de una tarjeta roja. ¿Por qué? Ni que fuese un defensa, ni que hubiese cometido un penalti. La doble amonestación que mandó al vestuario al gallego no solo dejó en inferioridad numérica al Valladolid, sino que trajo consigo una consecuencia todavía más peligrosa: la inferioridad mental y el enojo.

La expulsión trajo consigo desquicie y enojo

Los tinerfeños afrontaban esta jornada en pos de huir de los puestos de descenso, con ese hambre que solo los humildes conocen, esa soga al cuello que se aprieta con el paso de semanas y semanas sin ganar. Las necesidades de los locales pudieron con las visitantes, que no eran ni mucho menos inferiores, pues acometían la posibilidad de ascender al primer puesto -compartido- del campeonato. Tan pronto como se vieron con un hombre menos, los hombres de camiseta entre azul, verde y Dios sabe qué, perdieron la concentración y se vieron a merced de su rival, que tenía ante sí la opción de respirar con más holgura si añadían tres puntos a su casillero.

"Jugar con uno menos no siempre implica perder". Un resignado Rubi, también molesto con el actuar de los colegiados, ha dado en la tecla del decaer anímico de su plantel a partir de esa infausta expulsión. En su comparecencia tras la derrota, el catalán ha incidido también en que sus chicos no son "veteranos", que les cuesta sobreponerse a la adversidad, pecando de cándidos. Segunda es la liga de la igualdad por antonomasia, de modo que la capacidad de sobreponerse al mal momento se antoja vital para alcanzar objetivos.

Sin ideas

Más allá de la actuación arbitral, que a pesar de su influencia rara vez determina claramente el devenir de noventa minutos, el Real Valladolid no tuvo su día en Tenerife. Los primeros compases del encuentro dieron ciertos motivos para la esperanza, con ambos contendientes intentando llevar la dirección de la pelota y con ganas de brindar un buen espectáculo. Fue a partir de la expulsión del delantero gallego del conjunto visitante cuando ese aparente buen fútbol que iba a tener lugar se apartó a un lado y dejó que los chicharreros tuvieran ante sí el reto, finalmente logrado, de batir al tercer clasificado de la tabla.

El Pucela echó en falta veteranía

Como apuntaba su entrenador, en cuanto se vieron ante una acusada cuesta arriba como la inferioridad numérica, el Pucela echó en falta esa veteranía y capacidad de capear el temporal con uno menos. Hay equipos que cuando se ven con diez efectivos saben cerrarse, buscarse sus oportunidades y tratar de que no se note en demasía que uno de sus titulares ha sido expulsado. Al Valladolid, que al llamado otro fútbol apenas lo conoce de tertulias radiofónicas o televisivas, este tipo de juego le resulta extraño, de modo que peca de inocentón cuando se ve en esa tesitura.

La desconexión que padecieron los de Rubi los hizo merecedores de la derrota, siempre superados por la ambición de los locales y su éxito a la hora de aprovechar la superioridad. La expulsión del técnico visitante no fue sino reflejo de la desesperación que sacudió a los castellanos, más pendientes del trencilla que de su fútbol. Los cambios y las decisiones de su míster tampoco ayudaron a cambiar la dinámica e intentar sacar algo positivo de las islas.

El fútbol no acompaña

El esférico, verdadero protagonista de este juego, se alineó con los tinerfeños y dejó sin ideas al Pucela. Los jugadores titulares no mostraron la aptitud y actitud propia de un equipo que aspira al ascenso, al igual que los cambios desde el banquillo no trajeron consigo una revolución o una mejora, siendo este el principal objetivo de las sustituciones: cubrir puntos débiles con aspectos positivos en busca de modificar una dinámica. No pudo ser.

La apuesta de incorporar a Rubio a la medular y jugar con una especie de 3-3-3 se quedó en papel mojado, ya que no consiguió una mayor posesión de la pelota. Tampoco hubo una mayor presencia hacia los dominios de Dani Hernández, al igual que Óscar Díaz, que salió desde la banqueta como elegido para anotar y remontar el partido, no aportó brillantez. No era el día de nadie, ni siquiera del árbitro.

Los goles en contra proceden de dos jugadas particulares y explicables, ya que el rival también juega. Sin embargo, ambas dianas llegan con un pequeño 'debe' en la zaga pucelana. Cierto es que jugaban fuera de casa con un hombre menos, con la consiguiente fatiga que esto implica, pero el primer gol chicharrero procede de un balón lateral que llega a un jugador totalmente solo que entra desde tres cuartos de campo. Este error de marca permitió que se adelantaran los de Agné.

Este deporte depende de aspectos puntuales del juego

El segundo y definitivo tanto es fruto de un contraataque excepcionalmente bien dirigido por los locales, aunque de nuevo hay un futbolista del Valladolid que pudo haber hecho un poco más para evitarlo: Varas. El arquero andaluz, que está cuajando un excelente curso bajo el larguero vallisoletano, abusó en demasía de quedarse debajo de este, ya que su salida en vano hacia el pase en profundidad hacia el delantero del Tenerife podría haber sido exitosa en caso de haber estado un poco más adelantado. Estos pequeños detalles no implican que la culpa recaiga en uno u otro, sino que muestran una vez más que este deporte depende mucho de aspectos puntuales del juego.

Siguiente parada

El próximo partido para el Pucela es uno de los más importantes de esta temporada, pues el Sporting visita Zorrilla. Los de Gijón son uno de los principales rivales para los albivioletas, de modo que se antoja de vital importancia ganarlos el próximo sábado y superarlos en la tabla. El empate de El Molinón y una hipotética victoria en casa daría ventaja en el golaveraje particular de estos dos equipos, un factor que ante la evidente igualdad de esta Liga Adelante parece vital a final de campaña.

Contra los asturianos, los de Rubi tienen ante sí la oportunidad de espantar esas nubes tinerfeñas y volver a demostrar su empaque de candidato al ascenso. Para ello será importante combinar acierto con tener un buen día, así como esa pizca de veteranía que apunta su entrenador. El fútbol es cuestión de detalles: ante el Real Valladolid está el reto de dominar la mayoría de ellos. En ese caso, tiene las de ganar. En caso contrario, el balón dictará sentencia.

Imágenes: LFP.