Un toque especial. Un dulce sabor de lo extraordinario. Una rivalidad escrita con tinta invisible que cuando entra en juego, es visible a los ojos de cualquiera sin necesidad de una luz especial. Dos ciudades enfrentadas, que no se necesitan la una a la otra, como sucede en otros encuentros de alta tensión, cuando el odio es amor al mismo tiempo. En este caso es distinto. En este caso, no se desean, eso bajo ningún concepto. Vencer siempre, estar por encima del otro. Históricamente, es algo joven, viene de hace poco tiempo, por lo que el alto voltaje está presente en cada ocasión que se cruzan.

Real Valladolid y Sporting de Gijón se juegan más que la vida este sábado. Pelean por tres puntos y por mucho más. Quien venza, habrá sido capaz de asestar un golpe de esos llamados en el tenis como golpe ganador. No será un error no forzado del rival. Será una victoria, serán más que tres puntos lo que esté en juego. Primero, las unidades en el casillero de la clasificación. Después, el golaveraje particular, que visto lo visto en la presente temporada, puede ser imprescindible a la hora de resolver la inmensa igualdad que impera en los puestos altos de la tabla. Y por último, el impulso anímico que significará derrotar al principal enemigo de esta Segunda División, tanto para unos como para otros.

Las aficiones vivirán su propio partido. Quizá esto sea un tópico en el fútbol, pero en este caso es realidad. Un desplazamiento masivo de la hinchada asturiana, como viene sucediendo cuando su Sporting visita Zorrilla, será recibido por el que puede ser el mejor ambiente del curso en el feudo pucealno, con tifos y las gargantas en todo lo alto como arma de ataque. Ante todo, la violencia quedará desterrada. Eso ya está olvidado, más con los tiempos que corren. La batalla será de cánticos, de ánimos y de gritos hacia su equipo, nunca en detrimento del rival. El respeto será el árbitro de este duelo.

La batalla será de cánticos, de ánimos y de gritos hacia su equipo

Volviendo a los equipos, el Real Valladolid necesita con extrema ansia esta victoria. ¿Por qué? Pues porque, a pesar de su buena situación en la clasificación, no termina de dejar buenas sensaciones en conjunto, con irregularidades que le están privando de estar con más puntos en su haber. Derrotar al ‘nuevo rival’ alejaría cualquier fantasma de ello, y ya no solo sería superarlo, sino también terminar con su cualidad de invicto lejos de Asturias. Todo un reto, al que los jugadores llegarán enchufados, animados por el ambiente que va ganando la ciudad según avanzan los días. Pues este encuentro, visto lo visto en el fútbol de Castilla y León, es prácticamente lo más parecido a un derbi que tiene el conjunto pucelano. Por su parte, el Sporting sí cuenta con eso, pues tiene al Real Oviedo, pero la actualidad manda, y su más cercano rival es el equipo de Rubi. 

Estas líneas pueden quedar en meras palabras, en conjeturas e ideas que  el viento se puede llevar muy lejos. Sin embargo, cualquier jugador que viste el blanco y violeta este curso lo tiene claro. Es una final. Es un choque especial, por el equipo, por los puntos y por la afición, que quiere disfrutar de un triunfo épico de su Real Valladolid. En el regreso a Segunda, convertido en camino a Primera, el primer gran triunfo sería derrotar al Sporting en Zorrilla. Hacerlo con soltura o sufriendo, pero lograrlo. Y a poder ser, con el buen juego que Rubi tiene como idea de fútbol.

En resumidas cuentas, y a rasgos generales. El Real Valladolid encara su primera gran batalla en esta recta final de campeonato. Una victoria, un golpe encima de la mesa. Decir, “aquí estoy yo, y voy a demostrar que soy de Primera División”. Sumar tres, superar al Sporting en el golaveraje y regalar a una hinchada un triunfo quizá más necesario en lo anímico que en lo que a puntos se refiere, aunque como se ha destacado antes, es vital derrotar a los rivales en la carrera por el ascenso. Por las semanas que restan de competición, un pinchazo, como sucedió en Tenerife, no es excesivamente dramático, pero por el rival y el contexto, quizá sí lo sería. Más que tres puntos, un toque especial, un sabor distinto. Un encuentro, de jugadores y afición, con todo sentimiento.