Derrotar a un rival directo en la lucha por un objetivo siempre es ‘algo más’. Esa carga de moral extra que da al vencedor, y que quita al vencido, puede ser determinante, sobre todo cuando se produce cuando restan pocas semanas de competición, cuando se encara el tramo final de la temporada. El Real Valladolid se llevó tres puntos ante el Sporting de Gijón, pero también recargó su mentalidad, tanto en el equipo, como en la afición. Fueron más que tres puntos, sin duda, pero quedó atrás, y de nada sirve recordar el pasado mientras fallas en el presente.

Y qué mejor manera de avanzar hacia Primera División, que viene a ser la meta del objetivo pucelano, que volver a vencer ante un nuevo rival directo. En esta luchada y competida Liga Adelante, los enfrentamientos directos se suceden cada semana, por lo que cada siete días todo entra en juego. Ningún partido es menos determinante que el anterior, ni más que el próximo. Todos los puntos valen, la igualdad es máxima y por ello, en las grandes citas es capital mostrar la mejor cara. Con esta explicación, se entiende que tanto duelos entre rivales, como frente a conjuntos metidos en otras peleas, tienen el mismo valor; pero no se puede negar que todos estos choques tiene esa ‘carga’ extra de la que se hablaba con anterioridad.

Regresando al caso del Real Valladolid, merece mención especial este tipo de partidos. Los de Rubi, durante toda la temporada, han seguido esta máxima: buen papel ante los de arriba, pinchazos ante los de abajo. Está claro que el talón de Aquiles albivioleta son los partidos fuera de casa ante conjuntos teóricamente inferiores, con estadios cerrados y pequeños, aguerridos y metidos atrás. Esta forma de jugar, para los de Zorrilla, ha sido complicada de superar. Todo lo contrario con equipos que ocupan los puestos cabeceros. Repasando uno por uno, el Pucela siempre ha dado la cara.

Foto: Real Valladolid

Primero, ante Las Palmas. Cierto es que los de Rubi cosecharon una derrota, la única en casa en lo que va de curso, pero también lo es que fue un encuentro completo, con buen nivel de fútbol de toque, que se fue abajo solo en la última media hora de juego, en la que llegaron los goles canarios. En el cajón de los empates aparece el Real Betis, el próximo rival. Quizá, uno de los partidos más igualados en los que va de temporada, pues ningún equipo fue capaz de percutir portería rival. Y por último, los derrotados. Girona y Sporting, aunque este fue capaz de sacar un empate en la primera vuelta, han visto como el Real Valladolid les superaba en Zorrilla, completando un encuentro de principio a fin perfecto. Intensidad, posesión y una superioridad pasmosa.

Por ello, se puede afirmar, no sin merecimiento, que el Real Valladolid es un conjunto de grandes citas. Puede fallar ante los de abajo, que no se desconecta ante los equipos de ‘su Liga’. Pues, los enfrentamientos directos, pueden decidir esta ardua batalla por el ascenso, y estar siempre metido en este tipo de duelos es imprescindible. Quizá, se puede explicar con la frialdad mental que el propio Rubi explica que tienen, pues se puede utilizar a favor. No verse superado por las circunstancias, controlar los nervios y manejar las emociones.

Un factor a favor de este Real Valladolid, que prosigue con buena marcha su camino de retorno a Primera. En esta dura jornada, pues visita el Villamarín, deberá volver a hacer gala de ese calificativo que se le acaba de otorgar, pues el duelo está cargado de matices que no hacen otra cosa que añadir condicionantes. El recuerdo de un descenso escrito el curso pasado, jugadores que retornan a casa, la tinta podrida de los amaños o simplemente el ambiente guerrero de la hinchada verdiblanca. Ocasión, de nuevo, para golpear la mesa, sacudir los papeles encima de ella y distanciarse de los rivales. 

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