Cuando las cosas pueden salir mal, siempre saldrán peor. Cuando llevas dos derrotas consecutivas, va a llegar la tercera. Se cumplió esta pequeña frase para el Real Valladolid, que vuelve a sumar una cruz lejos de Zorrilla, en un nuevo choque que no disputó al máximo de sus capacidades. Y eso que comenzó enchufado, dentro del partido, despierto de la pequeña siesta que se echarían los jugadores justo después de la comida. Peleó con todo en los primeros cinco minutos, saltando a cada balón, luchando cada disputa. Y eso fue lo que duró, cinco minutos.

Pues pasados estos, llegó la primera ocasión berciana, merced a un pase en largo hacia Acorán que aprovechó el espacio para poner el centro con peligro, al que se adelantó Chica. Preludio de lo que estaba por suceder. Berrocal, tras un engaño de Sobrino, se hizo con el balón en el área y remató casi a placer ante la mala salida de Javi Varas, que no tapó bien la portería. Resultado ya en contra para los de Rubi cuando apenas se llevaban ocho minutos de partido. Fantasmas del pasado, que no tan lejano, acechando a los de verde petróleo durante esta fría tarde, en lo que a sensaciones se refiere, en la ciudad leonesa.

Con mucho tiempo por delante, llegó el momento de la Ponferradina, que se hizo totalmente con el control del partido. Dominaba la presión, dominaba el centro del campo, la intensidad. Todos los balones los ganaban sus jugadores, mientras que el Real Valladolid apenas llegaba por banda izquierda, donde Mojica lanzaba algún que otro centro sin rematador a la vista. Pablo Infante y Gaztañaga, con disparos lejanos, ponían peligro a la portería de Varas, que vio de cerca el acecho local. De hecho, durante casi siete minutos, la Deportiva estuvo encerrando en su campo al Real Valladolid, que no tenía opción alguna de hacerse con el control del balón, si quiera de salir a la contra. Estaban totalmente maniatados por un equipo berciano que se veía infinitamente superior.

En el tramo final de la primera parte, los albivioletas sí se acercaron algo más a portería rival. Un suave disparo de Óscar ni inmuto a Kepa, quien estuvo muy seguro todo el partido. Como había sucedido antes, Mojica fue de los pocos que hizo algo por su banda. Hernán Pérez, desaparecido el primer tiempo, trató de encontrar el balón con diagonales, pero no era la tarde de los pucelanos. Replegados atrás, los bercianos estuvieron excesivamente cómodos, pues ni por asomo se vio posible el empate del conjunto visitante.

Penaltis que deciden el partido

Rubi decidió cambiarlo todo. Por ello, tras el descanso, dio entrada a Túlio de Melo, quitando del campo a un Sastre totalmente intrascendente. El brasileño, desde su salida, dio muestras de peligro con balones tocados por alto y un par de disparos que, muy a su pesar, se fueron por mucho arriba de la portería de Kepa. Sin embargo, la sensación era de que el Real Valladolid había cambiado la cara, se la había lavado un poco con agua fría, y estaba con todo dispuesto a igualar el encuentro. Sensación que se reflejaba en Hernán Pérez, que ya comenzaba a aparecer con mucho peligro pegado a la línea de cal.

Yuri aprovechó el cuestionado penalti e hizo el segundo berciano

Ni por esas. En una salida buena de la Ponfe, probablemente la primera de este segundo tiempo, el conjunto berciano encontró premio en un penalti de Peña sobre Pablo Infante. El habilidoso jugador se adelantó al balón y fue derribado por el lateral salmantino. Pena máxima, según los canones y reglamentos. Y esto ya es opinión, no información. Infante, en un alarde de picaresca, se deja caer estirando el pie izquierdo para que entre en contacto con la pierna del jugador albivioleta, que en ningún momento hizo movimiento de ‘cazar’ al rival. Por ello, quizá, debió ser señalado como engaño al colegiado. Debate a parte, Yuri no perdonó y ejecutó el segundo de los locales, que pusieron tierra de por medio.

Con dos abajo en el marcador, el Real Valladolid necesitó unos minutos de descanso, que se convirtieron en agonía. La Ponfe se hizo con el control y aunque no tuvo opciones, dejó pasar los minutos y casi enterró las esperanzas pucelanas. Esperanzas que pudieron asomar si el colegiado pita un claro penalti de Jonathan sobre Pereira, tan claro que el propio futbolista local lo reconoció al gallego, con una pequeña sonrisa en la cara y pensando: “Yo no te lo puedo pitar”. Esto despertó al Real Valladolid, que en los últimos quince minutos estuvo cerca de marcar, pero no lo logró.

Hernán Pérez destapó el tarro de las esencias, y generó todo el peligro que no había generado anteriormente. Un puñal por banda derecha, pero con la mirilla desviada. Tanto en los remates, ya que tuvo una muy clara en el segundo palo, como en los centros tras los buenos regates que realizó, dado que no los situó en la bota o cabeza de ningún compañero. Tampoco estuvieron acertados Túlio, muy fallón en el remate, y Pereira, que disparó un par de veces, todas ellas fuera. El choque fue muriendo, junto con las opciones visitantes, con los de Rubi atacando con todos sus hombres y los de Manolo Díaz defendiendo con algún que otro problema.

Al final, victoria local, o lo que es lo mismo, derrota del Real Valladolid a domicilio. Y ya son tres de forma consecutiva, algo que pone en serias dudas las aspiraciones de ascenso directo. La nota positiva, si la hay, es que ninguno de los cinco de arriba ha ganado, tan solo ha habido dos empates, por lo que de lo malo, no lo es tanto. Pero, si se mira con otra perspectiva, se trata de una nueva oportunidad perdida para que el Pucela se pusiera líder. El vértigo, del que ya se habló hace semanas, sigue muy presente. Solo queda cambiar la tristeza por alegría, y que mejor forma que hacerlo, que en Zorrilla.

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