El Real Valladolid quiere seguir peleando por alzarse con el ascenso directo o, en el peor de los casos, optar al mismo desde el puesto más alto del playoff. Las últimas derrotas hacían que el aficionado llegara dubitativo al estadio, sin saber a ciencia cierta si los suyos recuperarían sensaciones o si se hundirían de nuevo en la miseria. El rival, un Mirandés que ya hizo sufrir a los pucelanos en la ida, no invitaba a la relajación.

Los miedos que habían afectado al equipo en las pasadas semanas, con cuatro derrotas en las últimas cinco citas, parecían disiparse en el primer tramo de partido. Después de esos típicos minutos de tanteo, en los que ambos rivales se afanan por ver de qué pie cojea el otro, fueron los más dotados de calidad quienes se impusieron. Y cuando se habla de calidad en Valladolid, es Óscar quien aparece para demostrar que, si quiere, Segunda se le queda muy, muy pequeña.

Su conexión con Roger, otro a quien se ha añorado mucho en las tierras de Delibes, trajo el primer gol desde que el pistolero trajera los tres puntos en Alcorcón. Un gol que define la raza del valenciano, que hizo bueno un envío profundo del salmantino tras bregar con su defensor y batir con precisión la salida de Razak. Roger volvía a celebrar un gol, volvían los motivos para la esperanza.

Sin que hubiera pasado media hora de encuentro, Óscar decidió que él también quería aparecer en el resumen del mismo, así que, tras irse de la endeble zaga burgalesa, picó con sutileza por encima del portero. ¿Goleada?, se preguntaba la grada mientras celebraba el segundo acierto de los suyos.

Para nada. Las buenas sensaciones de esos dos minutos de éxtasis se fueron diluyendo a medida que el centro del campo desaparecía, que la defensa mostraba miedos y que no había manera de hilar tres pases. Sin saber muy bien por qué, Rubi volvía a ver a sus jugadores con esa carga anímica, esa mochila que limita sus cualidades.

La primera parte no hizo sino demostrar que el actual Pucela depende sobremanera de sus nombres propios. Roger y su entrega, Óscar y su calidad y Hernán Pérez y su velocidad eran lo poco destacable, para bien, pues Mojica no lograba aportar por banda izquierda. La desesperación del colombiano lo acabó llevando al banquillo en el segundo parcial, aunque Jeffren tampoco lo hizo mucho mejor que él.

Mientras, el Mirandés se iba haciendo fuerte poco a poco, más por demérito albivioleta que por méritos propios, y se iba dando cuenta de que si conseguía un gol, podrían puntuar perfectamente en una salida complicada como la de Zorrilla. La afición jabata se hacía oír, no como la local, recelosa ante el paso atrás de sus jugadores.

Comienza el terror

No había pasado apenas un minuto tras el descanso y los de Terrazas ya recortaban distancias. Juanjo se aprovechaba de un error garrafal de Rueda -ni él ni Samuel mostraron estar a la altura, nefastos con el balón en los pies- para superar a Varas y confirmar los temores. El espejismo de una victoria cómoda se evaporaba, sustituido por la sensación de que podrían volar los tres puntos.

Contra todo pronóstico, un equipo que en verano estaba desahuciado se comía a otro que el año pasado ganó al Barcelona en este mismo escenario. Cosas del fútbol, un fútbol que parece haberse ido de las botas del Valladolid, apareciendo solo con cuentagotas. Dentro de lo malo, los de Rubi supieron adelantarse cuando la pelota les sonrió. Si no, quizá se hubieran descolgado de los puestos de ascenso.

Roger, mientras tanto, seguía luchando cada balón que le mandaban Timor y Rubio, a quienes tampoco mejoró Leao. Ni precisos en labores ofensivas ni expeditivos en defensa, permitieron que los de Miranda de Ebro tuvieran varias llegadas claras, tanto en jugada como con la pelota parada, aunque no supieron materializarlas. Es lo que distingue un equipo que pelea por volver a Primera de otro que batalla por seguir en Segunda.

La mejor noticia más allá de la victoria, que llevaba ya tiempo sin lograrse, fue ver que Roger ha vuelto hambriento, aportando esa presión y ese ímpetu que se añora si el 9 no acude a su cita. Parece que el Valladolid ya tiene delantero de nuevo, tras las luces y sombras que han firmado Pereira y De Melo.

Sufrimiento

Como decía Leo Harlem, Zorrilla está acostumbrado a sufrir, pero no quiere hacerlo. No quiere que el Mirandés sea mejor que su equipo, ni quiere que se pida la hora para seguir aspirando al ascenso. De ahí los pitos puntuales que resonaron en la soleada tarde de sábado, quizá más fruto del nerviosismo y la desesperación que de la contrariedad: por lo civil o lo criminal, hay que ganarlo todo hasta final de temporada. Y después, el fútbol dirá.

El partido acabó como trascurrió, salvo en ese rato de inspiración local, con un Pucela timorato y miedoso y con conjunto burgalés deseoso pero impotente, con voluntad pero sin muchas ideas claras de cara a puerta. Con cuarenta puntos, les bastará con seguir siendo fuertes en Anduva y rascar algo a domicilio para seguir un año más en esa Liga Adelante de la que el Pucela quiere huir. Para volver a Primera hace falta eficacia, ideas claras y puntos. Hoy se han logrado otros tres, así que no se puede volver a fallar.

Así lo vivimos en VAVEL.