Se aventuraba complicado el choque ante Osasuna en Zorrilla. El equipo pamplonica, en los últimos años, se ha convertido en un rival que suele sacar buenos resultados ante los pucelanos, por lo que tampoco invitaba a pensar en positivo. Por otro lado, el continuar con el pleno de victorias en este tramo final, la buena dinámica de las dos últimas semanas y la recuperación de hombres como Óscar o Roger, sí hacía ser más positivo. Nada más cerca de eso, el choque no fue como Rubi esperaba.

Pronto se pudo ver que así será, ya que Osasuna plantó una defensa de cinco, algo que impidió el juego local. Rubio y Sastre aparecían, pero los ataques iniciales se redujeron a centros por banda sin destinatario y acciones perdidas por los atacantes albivioletas. Como detalle de interés, se vio un Omar mucho más participativo que de costumbre, en el puesto de interior derecho, abandonando la banda izquierda y dejando el costado para Mojica que, de nuevo, decepcionó y mostró su peor cara, ofensiva y defensivamente.

A pesar de ello, la primera ocasión seria tuvo tinte violeta. Un centro de Rubio, sí, el ‘16’ volvió a pisar zona de tres cuartos, que tocó Óscar en el segundo palo con la testa para que Roger, también de cabeza, rematara con fuerza. Riesgo reaccionó rápido y sacó una mano que evitó el primer tanto. Quizá, la mejor de todo el partido para los locales, que poco a poco fueron notando la presión por llegar rápido a posiciones peligrosas. Las producción ofensiva de Osasuna se redujo a contraataques bien llevados por Hervías y Sisi. De hecho, el primero de ellos completó una magnífica actuación, volviendo loco a Valiente y Mojica en el primer periodo.

Fue el canterano de la Real Sociedad el que probó a Varas, encontrando una gran respuesta del sevillano a un disparo cruzado desde la izquierda. Acto seguido, Roberto Torres tenía en el segundo palo una nueva ocasión, esta vez sin encontrar portería. Pasada la media hora de juego volvían fantasmas a Zorrilla. Dificultad para generar jugadas de ataque, un rival muy serio en defensa y la amenaza constante del contraataque en contra. Todo eran malos síntomas para un equipo que volvía a padecer los síntomas de una enfermedad que le dejó muy tocado.

El encuentro en sí fue malo, sin muchas llegadas y con Osasuna imponiendo lo que quería. Los minutos caían como granos de arena en un reloj, siempre a favor de los visitantes que, a pesar de su complicada situación, parecía que se conformaban con las tablas. Ni los cambios, ya en la segunda parte, cambiaron la cara de un Pucela desaparecido. La grada la tomaba con jugadores que otras jornadas habían sido claves. Mojica desesperaba, Omar bajaba su rendimiento, Hernán estaba lejos de ser el gran guaraní y los recambios no aportaban. Segundo a segundo, la distancia con el ascenso directo se hacía mayor hasta que, en una acción de más fortuna que clase, el Real Valladolid encontró el primero.

Flaño, a las buenas y a las malas 

Para desatascar un partido, a veces lo único que hace falta es suerte. Y fue así como llego el gol. Pereira y Óscar Díaz pelearon un balón en el pico del área, llevándoselo el madrileño y pegando un centro raso casi cayéndose al suelo. Lo tocó Flaño, mandándolo contra su portería y sorprendiendo a Riesgo. Solo así podía llegar el primer gol de una tarde en la que el fútbol no quería hacer acto de presencia en Zorrilla. Pero poco duro, pues una falta innecesaria de Mojica se convirtió en el empate. Flaño enmendó su error, y de villano pasó a héroe. Tres minutos más tarde de su remate contra su portería, puso las tablas con un cabezazo inapelable a centro de saque de falta. Todo esto, hay que decirlo, con cierta permisibilidad de la defensa del Real Valladolid.

El gol del empate dejó tocados a los de Zorrilla, que a pesar de ello lo intentaron. Ya con Hernán Pérez como lateral derecho, con mucho cansancio y el cambio obligado de Álvaro Rubio, impidiendo que entrara un hombre como Túio de Melo, que en ocasiones así puede ser el factor que le dé la vuelta a la tortilla. Sin embargo, apenas sufrió Osasuna, que se defendió a la perfección y evitó cualquier atisbo de reacción. Tan bien hizo las cosas el equipo de Enrique Martín que, en el último minuto de añadido, Nino remató al larguero y el balón entró. Lo vio la grada, lo vieron sus compañeros y su entrenador, todos salvo el colegiado, que decidió no dar por bueno el tanto. O más bien, se desentendió de la jugada.

Al final, un punto que le puede valer más a Osasuna, ya que prosigue su recuperación y gana en moral al sacar un punto fuera de casa. Para el Real Valladolid, es una derrota anticipada, dado que el ascenso directo queda muy lejos y la cruda realidad es el playoff. Tocará, para los de Rubi, pensar en la promoción de ascenso, sin olvidarse de que aún deben pelear el puesto final en la tabla. 

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