Decepcionante temporada del Real Valladolid, en la que no consiguió alcanzar el objetivo del ascenso, ni por la vía rápida ni mediante la promoción. Por ello, muchas cosas negativas a destacar. A continuación, la redacción de Valladolid VAVEL escoge sus decepciones más destacables de este pasado curso.

André Leao: mucho ruido y pocas nueces

El centrocampista portugués ha sido el gran fracaso de la temporada 2014/2015 del Real Valladolid. Fue el primero en llegar, incluso antes que el entrenador, nada más saber el destino del equipo: la Segunda División. Arribó a orillas del Pisuerga como el artífice de la permanencia del Paços de Ferreira, un medio centro comprometido, serio y polivalente, que sería el eje motor de un conjunto que había perdido a Víctor Pérez y a Fausto Rossi. André Leao sería la piedra roseta que llevaría a la ciudad de Delibes de vuelta a la élite.

Durante las primeras citas, sobre todo en la primera contra el Mallorca, demostró que la etiqueta de 'mejor fichaje de Braulio' estaba bien puesta, evidencio además una calidad y una visión de juego magníficas que posibilitaron el gol de Jeffren. Fue el mejor, pero poco tardaría en desvanecerse en el centro del campo vallisoletano. Con el paso de las jornadas, el de Freamunde se fue despidiendo de esa clase que maravilló a los aficionados al principio. Leao se convirtió en un jugador etéreo que caminaba por el campo sin rascar bola, sin crear juego, sin hacer algo relevante para el equipo. Rubi tardó en darse cuenta de que 'la estrella' estaba estrellada. Álvaro Rubio y Sastre se pusieron el mono de obra y empezaron a reconstruir una medular que el luso, por desgracia, destruyó.

Mojica: lo que pudo ser y no fue

Mojica venía siendo durante la temporada una de las sorpresas del Real Valladolid. La decisión de Rubi de reconvertir al colombiano de lateral a extremo permitió ver a un futbolista muy rápido y de gran habilidad a la hora de regatear. Todo fue así hasta el momento de su lesión. El cafetero se tuvo que retirar del encuentro de la segunda vuelta frente al Alcorcón con molestias en su tobillo a raíz de dos fuertes entradas que le lastraron. En el minuto 54 tuvo que salir cojeando del terreno de juego con fuertes molestias en su tobillo. Un mes estuvo fuera de las convocatorias en lo que se recuperaba de su maltrecho tobillo que no parecía evolucionar.

Foto: Real Valladolid.

Su vuelta no fue la esperada para el Real Valladolid y sus aficionados. Los equipos ya tenían muy estudiado al extremo pucelano y siempre le defendían uno o dos jugadores al mismo tiempo y cuando tenía la oportunidad de regatear a su oportunidad tampoco era capaz de marcharse. Mojica no volvió a ser el mismo tras su lesión y pasó de sorprender a decepcionar en sus intervenciones durante los partidos.

Omar: un naufragio más

Omar Ramos llegó a Pucela en 2012 y lo tenía todo para ser un futbolista ilusionante: grandes cualidades técnicas, buen trato del balón, notable golpeo… Era el prototipo de centrocampista canario de calidad y desborde que tanto gusta a la afición. De hecho, en un principio llegó como cedido, pero el club confió en él y compró su pase al Tenerife justo un año después por 300.000€. Se le veían maneras, era muy fino con el balón en los pies, elegante de movimientos, y aunque tenía ciertas carencias tácticas y físicas, ya se le podían corregir con el tiempo, con entrenamiento y dedicación. Pero nada más lejos de la realidad.

Acabada ya la temporada 2014-2015 Omar sigue sin cumplir con las expectativas. Oportunidades ha tenido de sobra, pero su importancia en el juego no ha sido, ni mucho menos, la que todos esperaban. Se muestra poco incisivo, suele tomar malas decisiones, por momentos se apaga y desaparece del partido, no ayuda en tareas defensivas, no aporta demasiado recorrido… Ha tenido algunos momentos salvables, con Djukic y en la segunda vuelta de este curso, pero en general Omar no ha respondido. Le falta confianza. Le falta carácter. Mientras el tipiquísimo futbolista canario del que hablábamos antes es irreverente y descarado, él transmite timidez y parsimonia.

Y le falta gol. Es cierto que esta no es su principal función en el equipo, pero es que sus números de cara a portería llegan a ser preocupantes. A pesar de su buen golpeo, únicamente ha materializado un tanto en competición liguera en tres campañas como balnquivioleta. Un gol en 91 partidos. Y en el apartado de asistencias, donde podría destacar por sus cualidades, apenas cuenta 6. Siendo severos, su aportación al equipo se limita a un par de regates de bella factura y algún pase de mérito. La plantilla no es demasiado larga y siempre termina jugando un buen número de minutos, pero si sigue así no parece que su futuro pase por Valladolid. Su actitud será clave. Talento tiene, ahora depende de él.

Foto: Real Valladolid.

Rubi: el director desafinado

Ya el verano anterior a su contratación, Rubi sonaba en las oficinas del José Zorrilla. El ex del Girona y presente en el staff técnico del Barcelona, era uno de los candidatos más plausibles a ocupar el banquillo blanquivioleta. Finalmente fue Juan Ignacio Martínez el elegido. El aparatoso descenso dio paso a un mercado de fichajes en el que el de Vilassar de Mar volvió a ser el protagonista. Esta vez no se escapó. Vino con un contrato de dos temporadas para materializar el ascenso. Las opiniones no pudieron ser mejores, Rubi era un entrenador concienzudo, técnico, analista y estudioso de los rivales. La hinchada se ilusionaba con el barcelonés, lo que no sabía era el final del cuento.

Por la senda del triunfo caminaron él y sus jugadores. Sin un estilo definido, el Real Valladolid sumaba de tres en tres y lidiaba por la primera plaza. Después de empezó a sumar de uno en uno hasta que se dejó de sumar. Pasaban las jornadas y la primera plaza ya era un sueño imposible de conseguir. Ninguno de sus pupilos sabía si era titular o suplente. El que en un partido destacaba, al siguiente quedaba relegado al banco. Se jugaba según el perfil del oponente, ya fuera el Betis o el Llagostera. Rubi sembró la desconfianza y recogió palos, duros y merecidos palos. La segunda plaza también se escapó, el playoff era la cruda realidad. Había posibilidades de ascender, pero faltaban las ganas. El hieratismo del equipo y su entrenador acabaron por desencantar a un público frío de por sí. En el momento más importante de la campaña, en Las Palmas, los once estafermos sustantivaron la ausencia de carisma que durante toda el curso sus seguidores sintieron. Ningún disparo a puerta, adiós al ascenso.

Una filosofía decepcionante

La temporada del Real Valladolid en Segunda División ha dejado mucho que desear en varios aspectos. Lo más destacado y decepcionante ha sido la cuestión de no haber sido capaz de materializar el regreso a la Liga BBVA, ya fuera por la vía directa o por el playoff, donde cayó en la primera eliminatoria contra la UD Las Palmas. Cierto es que los hombres dirigidos por Rubi no perdieron ninguno de los dos partidos contra los amarillos, además de haber acabado ambos compromisos con nueve jugadores, pero las sensaciones y el juego desplegado por los futbolistas uniformados con la elástica blanca y violeta no han sido tan positivos como se esperaba en un primer instante.

Carlos Suárez y Braulio Vázquez apostaron por Rubi para liderar un proyecto que apuntaba directamente al éxito desde que comenzó a formarse. No se puede pasar por alto el hecho de que los pucelanos han tenido buenos momentos a lo largo de la campaña, sin caracterizarse por elaborar un fútbol preciso o de toque como el que se viera en la época dorada de Djukic en la capital de Castilla, pero demostrando que su candidatura para subir a Primera era algo más que un simple sueño de la parroquia albivioleta. Sin embargo, y al margen de que los resultados acompañaron en más de una ocasión sin merecerlo en exceso, la verdad es que el varapalo de no haber podido volver a la máxima categoría del balompié en España ha sido realmente difícil de asimilar para una afición que estaba muy ilusionada con su Pucela.

Partidos trabados, toscos, atascados, sin alternativas ni una idea de juego clara han sido la tónica habitual a lo largo de buena parte de la temporada, principalmente cuando los de Rubi tenían que desplazarse para jugar lejos de la ciudad que vio nacer a Miguel Delibes. La gran mayoría de los encuentros disputados a domicilio, sobre todo en la segunda vuelta, han evidenciado las carencias de los castellanos y, en multitud de ocasiones, han servido para darse cuenta de que había algo que no funcionaba correctamente en tierras vallisoletanas.

El problema es que no se ha sabido dar con la tecla idónea para ponerle remedio, a pesar de que jugadores de la talla de Javi Varas, Hernán Pérez, Óscar González o el eterno Álvaro Rubio han intentado por todos los medios tratar de llevar al Real Valladolid de vuelta a Primera División. Puede que la filosofía de Rubi no haya sido la adecuada y ahora llegue el momento de planificar cómo enmendar los errores que se han visto durante varios instantes del curso. Aun así, lo principal es reencontrarse consigo mismo y recuperar la filosofía que tantas alegrías dio a la afición blanquivioleta hace relativamente poco tiempo, justo cuando el plantel castellano encandilaba a propios y extraños con su estilo de juego allá por donde iba. Si el Pucela logra recuperar su mejor versión para el año que viene, nadie pondrá en duda bajo ningún concepto que aspirará firmemente a hacerse con uno de los tres billetes que dan acceso a la Liga BBVA.

Autores: Pablo Merino | César Rodríguez | Álvaro Yepes | Pedro Parra