Omar Ramos es historia en el Real Valladolid. No por sus guarismos ni por su fútbol, ni tan siquiera por caerle bien al público, sino porque su presente etapa como jugador albivioleta ha concluido de una manera muy similar al fútbol desarrollado: sin brillo y con más pena de gloria, a pesar de que ambas partes creyeron que podían sacar más provecho la una de la otra. No pudo ser, así que Omar Ramos no va a cumplir el año que le quedaba formalmente de contrato en la entidad de Castilla, dejando tras de sí 91 participaciones como jugador del Valladolid, aunque solo firmó un tanto durante los tres años que ha vivido en la ciudad.

Su marcha llega tras tres años marcados por unos inicios esperanzadores que se fueron oscureciendo. Aún se recuerda en Zorrilla el primer partido del zurdo, en ese 0-1 con el que el Pucela de Djukic se estrenó tras su ascenso en la 2011/2012. Omar acababa de sumarse al plantel pero ya fue titular, demostrando que el serbio confiaba en un atacante vibrante, rápido y con mucho descaro con la pelota: el regate era innegociable, algo que no tardó en agradar a la afición, que veía en el jugador zurdo a una opción válida en el presente y con mucha capacidad de crecimiento. Pero se equivocaron.

De ese '14' poco se ha visto en las dos últimas campañas a orillas del Pisuerga, coincidiendo con la marcha del entrenador balcánico y la llegada de un bienio pésimo para los castellanos, que no cumplieron su primer objetivo, el de seguir en Primera; ni el segundo, el de volver a la élite. De vuelta al verano de 2012, el menudo insular llegó a la meseta a préstamo por el Huesca, dando un salto de calidad que ya demandaba tras buenos años en Tenerife.

Su buen rendimiento durante esa temporada en la Liga BBVA, en la que el Real Valladolid se salvó holgadamente y dio muestras de ser un equipo consistente, le valió su continuidad en la entidad. Dentro del secretismo que son siempre las cifras monetarias en el club de Suárez, se ha dicho que unos 300.000€ sirvieron para que Omar firmara tres años más, intentando así que siguiera un jugador que había dado un buen rendimiento en su primer curso, con ciertas irregularidades pero, al fin y al cabo, gustando.

El declive

Se marchó Miroslav y llegó Juan Ignacio, y con él se esfumó el mejor Omar. Del atrevimiento con la pelota en los pies pasó a la indecisión, a los inexitosos intentos de regatear hasta a su propia sombra y a la exasperación del público, que veía cómo la banda izquierda cobijaba a un jugador con nula capacidad de desborde. Pese a ello, Martínez siguió dándole su confianza, una muestra de que el nivel de esa plantilla no era digno de la llamada mejor liga del planeta.

91 partidos y solo un gol

Sin gol y sin capacidad de profundizar por el costado, fuese en la zurda o en la diestra, el canario recaló junto a sus compañeros en la siempre exigente segunda categoría. No extento de calidad, mas sí de intensidad, se le abría un nuevo reto: mostrar sus mejores atributos y hacer ver que era un extremo perfectamente válido para el proyecto de Rubi, o bien mantener la línea gris y cansina vivida la anterior campaña.

Solo Djukic entrenó al mejor Omar

Por desgracia para todos los agentes implicados, especialmente para él mismo, el camino seguido fue el segundo. Ni ante rivales de menor calidad y rapidez que en Primera Omar lograba generar peligro, por mucho que el técnico catalán le diera minutos. De nuevo la irregularidad se hizo con él, pasando de varias titularidades seguidas a morar en el banquillo o en la grada. Lamentablemente, el rendimiento no difirió especialmente entre ambas.

De la falta de acierto, pues todo el mundo tiene derecho a fallar, se llegó a la falta de ganas. No se veía a un Omar Ramos animado, con apetito de partidos y sed de demostrar que vale para esto del fútbol. Omar tenía lo necesario, pues lo exhibió con Djukic a los mandos, pero no se volvió a ver ese desborde por Zorrilla. 

Por segundo curso consecutivo, los pucelanos fracasaron en sus empeños y Rubi abandonó la nave: tocaba un cambio de aires. Pese al descenso, un bloque nutrido de jugadores del Valladolid se quedó en ese vestuario, entre ellos el de Tenerife. Sin embargo, desde la derrota en playoff ante Las Palmas comenzó en Pucela un movimiento de caras, un claro cambio de futbolistas, presentes en las últimas temporadas pero sin el rendimiento requerido. Sastre, Bergdich, Peña y Valiente ya entonaron el adiós, del mismo modo que Jeffren y Rueda no tardarán en hacerlo oficialmente.

El último en hacerlo ha sido Omar, que no se enfundará más la camiseta de rayas violetas y blancas, a pesar de que su vínculo concluía el 30 de junio de 2016. ¿Para qué?, se habrán dicho ambas partes, sabedoras de que era el momento de romper lazos, desear la mejor de las fortunas y agradecer los servicios prestados. Su marcha no deja dinero en las necesitadas cuentas de Zorrilla, ya que la rescisión se ha sellado con acuerdo mutuo. Por otro lado, parece que el destino del tinerfeño podría ser el Leganés, donde ya milita el expucelano Sastre.

Allá donde vaya Omar Ramos tendrá ante sí el reto de volver a ser futbolista de élite y no un jugador más, volver a los tiempos de Djukic y olvidar los dos últimos años. En cuanto al Real Valladolid, se queda el sabor amargo de la despedida de un extremo que pudo aportar mucho más, con aptitudes para ello, pero con la insuficiente actitud e intensidad para demostrar que tenía un hueco en el equipo. No se le echará de menos, pero sí se lamenta que ese zurdo que tanto gustó en la victoria de La Romareda se quedara en la más fugaz de las estrellas.

Imágenes: Pucelanos | Real Valladolid.