El Real Valladolid comenzaba su andadura en tierras cordobesas, duro estreno, contra un ex Primera venido a menos, pero muy bien reforzado en el mercado estival. La era Garitano comenzaba en el Nuevo Arcángel, con un equipo totalmente diferente al que tomó Rubi en sus inicios, desde la línea de atrás hasta la vanguardia y sin estar aún cerrada la cuota de soldados a defender el escudo blanquivioleta. El encuentro empezó con numerosas imprecisiones por parte de ambos equipos, con los dos conjuntos tanteándose. El Córdoba tomaba la iniciativa por medio de Luso y López Silva, mientras el Valladolid no conseguía asentarse sobre el terreno de juego, enviando pelotas largas que Rodri no podía bajar.

En el minuto siete los hombres de Garitano despertaron de su letargo por medio de su flamante delantero Rodri, fichado del 1860 Münich. Éste recoge un balón difícil producto de un córner rechazado, pasa en largo a Mojica en carrera, pero el centro del colombiano se va desviado a centimetros de los pies del nuevo ariete pucelano. El Córdoba ponía la réplica por dos veces, con un centro muy peligroso de López Silva y un disparo lejano del mediocampista Markovic. Los visitantes se veían anulados en el ataque, sin referencias claras cuando Rodri recuperaba el cuero, solamente Óscar, que pronto estaba enzimado por algún jugador blanquiverde.

Atavismos de una era olvidable

El Córdoba se hizo definitivamente con las riendas, por medio de un gran Cisma, que no cesaba de encarar a Chica por banda diestra. Andone la tuvo para alterar el marcador con un espléndido remate de cabeza, pero Kepa hacía la primera parada de la noche y de la temporada para los pucelanos, una parada de escándalo que dejó el luminoso tal como estaba al arrancar el duelo.

La renovada defensa fue lo mejor que pudo mostrar el Real Valladolid en la primera mitad

El rol del Real Valladolid se iba definiendo según pasaban los minutos. Los esfuerzos se centraron en salir lo más rápido posible a la contra, dejando jugar a placer a los de Oltra, que poco a poco iban entrando en un castillo muy endeble. La defensa pucelana se desmoronaba sin pausa, con solo Kepa como guardián de un fuerte que era más bien débil. Los centrocampistas no encontraban la llave para abrir la puerta cordobesa, ni el incombustible Mojica por banda, ni el mágico Óscar en tres cuartos, ni el 'nuevo', Juan Villar, quien pululaba confundido por el campo escuchando las voces que Garitano le dedicaba desde la banda. Enfado manifiesto del preparador vasco con sus jugadores.

López Silva y Leao . (Fuente: La Liga).

La polémica estuvo servida

Cuando la primera mitad tocaba a su fin se produjo la acción que hubiese podido cambiar el transcurso del partido. Juan Villar se interna en el área con mucho peligro, a lo que Nando responde con un empellón que hace caer al onubense. Pese a que el penalti parecía claro, Areces Franco amonestó al jugador visitante por tirarse. Minutos después, tras protestar airadamente, el Valladolid volvió a tener la oportunidad de ponerse por delante a balón parado. Marcelo Silva peina un balón con la testa, directo a la meta defendida por Razak. El arquero ghanés se la encontró ya en los guantes, lo que favoreció el impar hasta el decanso.

Chica se mostró muy vulnerable por el flanco diestro

La segunda comenzó como lo había hecho la primera, con un Córdoba dominante, poniendo en apuros a Kepa Arrizabalaga y con un Valladolid aturdido, que apenas generaba juego en tres cuartos, sin medular definida ni bandas operativas, tan solo con una defensa que hacía de corazón de un equipo muy empequeñecido en esta primera prueba. Xisco volvía a la carga con una difícil prueba a los centrales pucelanos, que, esta vez, suspendieron categóricamente. El jugador balear se internó por el centro, aprovechando un hueco creado por la defensa, hueco perfecto para armar el disparo y superar al último escollo: Kepa. El guardameta vasco volvió a salvar a su equipo con un impresionante paradón que arrancó aplausos de parte del público cordobesista. Genial partido de los dos porteros, tanto Kepa como Razak.

Mojica intenta arrebatar el balón. (Fuente: La Liga).

Cambios que a la postre no cambiaron nada

La entrada de Guzmán y de Caye Quintana refrescó el juego de un equipo muy mermado y diezmado por la falta de fluidez en la zona de volantes. La afición blanquiverse cantaba, arengando a su equipo para que marcase el primero, sin embargo, era el Valladolid quien ahora más cerca estaba de abrir el melón. La oxigenación también llegó en la medular, con la introducción en el verde del capitán Álvaro Rubio, que entró por Mojica para formar un trivote de mediocentros con él a la cabeza.

Nando fue el jugador más destacado de los andaluces durante los segundos 45 minutos, aunque enfrente tenía otro baluarte como Hermoso, que hizo las maravillas de propios y extraños, sobre todo extraños, al ser el mejor del encuentro (con permiso de Kepa), pese a ser también el más desconocido de los fichajes veraniegos de Braulio Vázquez, procedente del Real Madrid C.

Contra todo pronóstico, Hermoso fue el mejor jugador pucelano

Los cambios vinieron como agua caída del cielo durante una sequía para los castellanos, pero para los andaluces no fueron sino un oasis y un vergel en pleno desierto. Por medio de Fidel llegó el tanto que otorgaba los tres puntos a los pobladores del Nuevo Arcángel. El recién ingresado en el campo dribló a Chica, el catalán se trastabilló con Marcelo Silva, lo que dio pie a que Fidel pudiese disparar con total comodidad un tiro largo, al palo más desguarecido de Kepa. El primer gol ya subía al marcador y los tres puntos se quedaban en la ciudad de la mezquita, confirmándose la primera derrota en la etapa Garitano.

Gaizka Garitano no acabó nada satisfecho con sus pupilos. (Fuente: La Liga).

Desazón final y moraleja: muchos nuevos, ningún cambio

Andone continuaba desfongándose por banda zurda, poniendo en evidencia las carencias de los centrales pucelanos, tales como su falta de coordinación y compenetración y una irrisoria velocidad para achicar en línea de cal que recordó a la ya mítica galopada de Bale con Bartra.

La moraleja está clara después del primer varapalo de la temporada: muchos nuevos pero la misma historia. El Real Valladolid no jugó a nada, no tuvo un esquema definido, arribó en el Nuevo Arcángel con una medular tanto o más etérea que la mostrada en el anterior curso, sin ocasiones en ataque y sin apluaso final a los jugadores de Gaizka, que esta vez y primera, se queda con un suspenso mayúsculo.