Más o menos cada quince días, los equipos de la LFP saben que la jornada se va a disputar a domicilio. Esto significa un viaje, que puede hacerse más o menos cansado; hostilidad de la afición local, que va a silbar cada acción en la que llegue el balón del rival y un oponente motivado para ganar ante su público. Con lo bonito que es jugar en casa, durmiendo con la familia y con una grada que apoya a su jugador.

Pero el fútbol es así, y lamentablemente para el Real Valladolid los puntos cosechados en Zorrilla no valen más que los repartidos como visitante. Para ello es necesario juego de balón, iniciativa en ataque y solidez en defensa para saber imponerse sin que llegue a importar el escenario del choque.

Maldición pucelana fuera de casa

Durante la etapa de Garitano en el banquillo , los albivioletas no supieron ganar fuera de su estadio. Lo peor es que esos resultados no fueron injustos, ni mucho menos, porque si los castellanos ya eran flojos en casa, cuando llegaba la hora de viajar las sensaciones eran aún peores.

Portugal afrontó su primera cita a domicilio con varias bajas, sin Leao y Óscar, sus lugares fueron para Tiba y Mojica, pero la esencia del equipo fue la misma. Esto no es bueno, ya que en Almería se vio un conjunto simple, a expensas del oponente y sin grandes ideas, como si la victoria frente al Mirandés hubiese sido un sueño.

Sin que los andaluces se encuentren en un buen momento, ya que iniciaron el choque en la última posición, Fatau, Quique, Chuli y sus compañeros no tardaron en imponer su dominio sobre el Pucela. Lo poco reseñable del Real Valladolid fue vía Mojica, cuyo disparo seco repelió la madera. Por lo demás, alguna intentona de Rodri y del Moral aparte de las habituales y alocadas incursiones del colombiano por banda zurda.

Los locales, pese a su acuciante necesidad de puntos, no supieron fructificar el dominio posicional, tampoco en forma de llegadas claras al marco de Kepa. Una falta envenenada y alguna llegada desde lejos fueron las únicas obligaciones del portero de verde en ese tramo de partido, más preocupado por la imposibilidad de generar juego desde la defensa. Samuel y Silva son contundentes como dos muros de carga, pero a nivel de creación sufren para conectar líneas de juego, algo que dificulta que el cuero llegue a la zona ofensiva.

Primera mitad insulsa, segunda de locura

Sin apenas sufrimiento se saldaron los primeros 45 minutos de un choque que no hace mucho se celebró en Primera. De hecho, el hoy '9' pucelano anotó con la mano a su actual equipo cuando militaba en el Almería, un olfato goleador que no pudo mostrar en el primer tramo de juego, muy poco asistido por los mediapuntas. Mientras que en los franjirrojos el eterno Soriano demostraba que en el fútbol la edad no siempre es un lastre, Tiba, llamado a llevar el ritmo del Real Valladolid no lograba reivindicar que quiere un puesto en el once, muy alocado en ciertas acciones en la medular.

Dentro del bodrio, la única manera de darle una alegría al espectador era mediante un fallo o un logro a pelota parada. Dentro de estas dos opciones, se dio la primera. En una jugada sin aparente misterio, Hermoso cedió a Kepa, cuyo control se fue largo para que Quique, tan ávido de gol como de recordar con rabia ante los de morado que tenía hueco en el club donde se forjó, anduvo listo. Ante el estupor del meta vasco, el vallisoletano recogió la pifia y fusiló la portería sin piedad. La celebración, cargada de mensajes y efusividad, hizo ver una vez más que en esto del fútbol los amores son traidores.

Quién sabe si Portugal, perpetrado tras su gabán, apuntó en su libreta que su equipo se ha olvidado de jugar, si es que alguna vez supo. Tal vez Garitano no era totalmente el culpable. Lo que no se le puede pedir al entrenador es que Marcelo Silva no calcule mal un salto en Palamós o Kepa haga un buen control en un pase atrás. Lo que sí puede conseguir el burgalés es que los suyos muestren actitud, y tuvo que ser el castigo del gol en contra lo que levantó a los castellanos.

Juan Villar, uno de los jugadores más destacados del Pucela, probó a Casto para que este, donde un despeje normal hubiera alejado el peligro, optó por la palomita. La palomita esta vez no voló y el rechace cayó para Mojica, que sin contemplaciones mandó la pelota a la escuadra. Uno a uno, vuelta a empezar y voltereta de colombiano. El fútbol es para los que sonríen.

Gol de Mojica, cambio de actitud

Con la diana cambió el tempo del choque y la sonrisa de Carrillo resbaló por el rostro de a quien le han quitado la alegría del fin de semana. Con 25 minutos por delante, se abrió un nuevo partido en el que quedaba mucho por ganar, pero tanto o más que perder y el Real Valladolid más animado, recordando que dar pases al compañero se puede hacer no solo en los rondos de entre semana y con un Almería sufriendo el porqué de su último puesto. Soriano, experto en estas lides, bien sabe que cuando algo va mal, difícil es salir de la dinámica.

Lo demostró Chuli después de que Timor se empeñara en que los almerienses se pudieran poner por delante. Tras dos buenas paradas de Kepa, el valenciano llegó como un tren de mercancías y cometió una pena máxima digna de aparecer en la definición de penalti. El ex del Betis, con un disparo blando y poco esquinado, ayudó a que Arrizabalaga pudiera enmendar su error tremendo en el primer gol. Cal y arena. Y punto, en singular, ya que al poco una acción con Chuli dejó a Kepa malparado, ya que el delantero no encogió la pierna en una pugna y dejó los tacos en el rostro del arquero sub-20. En esos lances el guardameta está indefenso y el atacante puede hacer mucho daño si no repliega el pie. Mal gesto por parte del '12' del Almería, que generó una reyerta entre varios jugadores.

Cuando el cierre de los noventa minutos se acercó, se vio cómo Portugal empezó a valorar que un punto, visto lo visto y tras la victoria ante el Mirandés, no estaba tan mal. Defensa por delantero, Juanpe por Rodri, en busca de amarrar dos encuentros sin perder y cuatro puntos de seis en su estreno. Con cinco minutos adicionales, llegó lo inesperado: penal en área local, oportunidad para el Real Valladolid de ganar a domicilio y estrenarse fuera de casa. Mojica fue el elegido y el responsable de acreditar que le funcionan más rápido las piernas que la cabeza. Tiro blando, similar al de Chuli, que Casto blocó.

Sin tiempo para más, Arias López señaló que era hora ya de irse a casa. El Pucela pone rumbo a Zorrilla, el único lugar en el que está mínimamente cómodo y consigue ganar de vez en cuando. Allí, Portugal tiene por delante una dura misión: conseguir que los suyos enhebren más de diez minutos seguidos de juego y que los errores groseros, tanto arriba como abajo, pasen a mejor vida.