Domingo a las 12 en Zaragoza. En la ciudad del Pilar se enfrentan dos equipos cuyo escudo cualquier coleccionista de cromos ha tenido entre sus estampitas. Dos históricos venidos a menos, otrora batallaron con los más grandes, hoy pugnan por devolver a sus clubes a Primera, una carrera de fondo en la que cada zancada tiene peso, pero son los tropezones los que acaban lastrando la carrera.

Bien lo sabe Cabrera, que cuando el partido había apenas comenzado vio cómo la pelota tropezó en su pierna y desconcertó a Manu Herrera. Hermoso había botado muy bien desde la esquina y Villar prolongó aún mejor para que, de buenas a primeras y con algo de desconcierto, las clásicas redes de La Romareda alojaran el primer tanto de la tarde.

Berrinche monumental de Popovic, alegría inesperada para Portugal, cuyos chicos afrontaron entonces el siempre difícil reto de aguantar 87 minutos una ventaja en el marcador. No tardó en llegar la reacción maña, con un Hinestroza poniendo a bailar las cinturas de Samuel y Marcelo Silva, no muy amigos de los atacantes veloces. Julio, providencias, supo sacar dos buenas intentonas locales, desesperados cuando el portero canterano del Pucela dejó sus nervios junto a la toalla y resolvió las presiones del ataque aragones con un buen toque de balón.

Hinestroza lideró el ataque maño

Con el Zaragoza en busca de la igualada con más presencia que acierto, llegó la usual desdicha del Real Valladolid. André Leao cayó al suelo: lesión muscular, cambio y minutos para Timor, que ya durante la semana había atravesado molestias. Sin nada más que alguna llegada puntual se llegó al descanso, tras el cual cambió nuevamente el curso del partido.

El mejor inicio posible

Apenas habían pasado unos segundos del segundo tiempo cuando Tiba, en una arrancada solitaria, recibió contacto en el área rival, un penalti que el árbitro decretó, ante la ira del público, y encaró del Moral. Con el recuerdo del fallo de Mojica en Almería, el jienense puso el balón donde muy pocos porteros llegan. Cero a dos y, una vez defendidos de los arreones maños, el Real Valladolid tuvo cuarenta minutos para defender dos goles de ventaja.

Dentro del caprichoso ying-yang del Pucela, la buena noticia no tardó en empañarse con una mala: el goleador caía lesionado en una carrera. Nuevamente, sustitución y entrada para Guzmán. La Romareda, uno de los estadios que mejor se les da históricamente a los castellanos albergaba su primer triunfo a domicilio de la campaña. Con Popovic siempre nervioso y vibrante, Portugal asistía con calma el papel de sus pupilos, bien aguantando las acometidas locales e intentando crear peligro con contrataques en busca de la sentencia.

Con una dosis de templanza y confianza inédita en las líneas visitantes, conscientes de que los primeros tres puntos en campo ajeno estaban casi en el zurrón, los de Valladolid supieron defender las llegadas del Real Zaragoza. Los aragoneses, desquiciados entre fueras de juego y la presión de la grada, no pararon de luchar por remontar, sufriendo escaramuzas pucelanas en busca de cerrar por fin el marcador.

Ortuño, sin parar de buscar los dominios de Julio, y con un Ángel más voluntarioso que acertado, vieron cómo la defensa visitante despejó bien todos sus intentos. Cualquier aficionado a este deporte, huérfano de Liga BBVA, pudo ver un duelo que por intensidad y por alguna muestra de calidad acreditó que blanquillos y albivioletas tienen un legado importante dentro del fútbol español.

La tuvo Tiba para sentenciar, pero el agotamiento fulminó su buena idea. El esfuerzo físico del luso, monumental, sirvió también para evitar que los zaragozanos sacaran bien la pelota y tramaran buenas ocasiones. Gran actuación pucelana, realmente necesaria para poner el rumbo deseado hacia la parte alta de la tabla.

Cuatro choques de Portugal en el banquillo, con sendos triunfos y dos empates, que bate a Popovic, tercero de la Liga Adelante. Los goles, en momentos fundamentales del choque, han posibilitado el triunfo visitante, una victoria que sirve para cambiar el tono pucelano, capaz de sobreponerse a dos lesiones importantes, la carestía de los porteros titulares y las bajas.