Domingo por la mañana en la plaza de España de Valladolid. "Lete, nole, lete, lete, nole", dice un infante pucelano mientras sostiene un taco de cromos similar a una Biblia de bolsillo. Los padres y las madres negocian, los críos husmean álbumes ajenos en busca de aquel astro del balompié que se resiste a ser encarcelado entre celdas de plástico transparente. Las estampitas del montón se cobran a veinte céntimos. Los catacracks pueden valer hasta cinco euros si el propietario se mueve sobre esos adoquines rojos como los brockers en Wall Street.

Unos minutos más al oeste se alza el Nuevo Estadio José Zorrilla, rodeado por periodistas en busca de la ansiada foto de portada de periódico y de curiosos que se asoman para ver si pillan al último y flamante fichaje del mercado invernal. En ambos puntos de Valladolid, al fin y al cabo, se respetan unas tradiciones y unos códigos futbolísticos distintos. Cuestión de edad y prioridades.

La prioridad de estas líneas, sin dejar de lado a los entresijos y compraventas de esos rectángulos de papel-cartón, versa sobre los refuerzos invernales del club que, cada quince días, reúne en esas butacas a una masa sempiterna de 8.000 personas a las que se añaden, según se dé la tarde, unos cuantos cientos. El dedo acusador que Carlos Suárez lleva adosado a sus grandes abrigos por parte de la hinchada, en mayor o menor medida reticente con su gestión, comenzaba a señalar a otra quijada, la de un Braulio Vázquez que unos meses atrás era tan venerado en Pucela como el Conde Ansúrez, Miguel Delibes o José Zorrilla. Nuevamente, allá cada uno con el orden en que los ubica.

(Foto: Real Valladolid).
(Foto: Real Valladolid).

El gallego, llegado a la ciudad el verano pasado, confeccionó una plantilla digna de ascenso. Por si fuera poco, la llegada de Hernán Pérez reforzó unos mimbres que, pese a la calidad de sus componentes, no bastaron para incorporarse a Primera. Tremendo varapalo para todos los estamentos de la entidad, que en el pasado estío acudió al mercado como el chaval que llega al zoco de los cromos con cincuenta céntimos y siete tristes y solitarias estampitas en su haber. El presupuesto se redujo, la Liga Adelante acumulaba equipos con potencial económico y los pucelanos no eran la primera opción para los jugadores a quienes no les quedaba otra que jugar en Primera.

Más allá del acierto que fue rescatar a Juan Villar de las garras de Segunda B y de lograr la cesión de Kepa Arrizabalaga, nadie de entre Guzmán, Hermoso, Marcelo Silva, Diego Rubio, Tiba, Rodri Ríos o Juanpe mostró nivel para llevar al equipo a la élite. Braulio, otrora genio de las finanzas, pasaba a ser casi un proscrito y a recibir críticas desde los contertulios de las más altas tribunas de la capital de Castilla, esto es, las charlas en los bares locales.

La elección para el banquillo de Gaizka Garitano, despedido a las nueve jornadas, y la apuesta por un Miguel Ángel Portugal con más aspecto de poeta que de entrenador revolucionario. Los primeros pasos del burgalés no hicieron sino ratificar esta tesis, pues la mejora fue relativa, se consiguieron más puntos pero la imagen no era propia de una escuadra con el ascenso como objetivo.

El ansiado invierno

Mientras que labriegos y ciudadanos de a pie temen la llegada del frío a los valles de la Meseta norte, los intrépidos aficionados del Real Valladolid aguardaban con anhelo el uno de enero. Con la excepción de algún fiestero ansioso por empezar 2016 honrando a Baco, los albivioleta tenían esa fecha marcada con una premisa: comienza el mercado invernal, comienza la oportunidad para fortalecer al vestuario e intentar enmendar los errores veraniegos y justificarlos en base a que el sol calienta los sesos del más pintado, incluidos los directores deportivos.

(Foto: Real Valladolid).
(Foto: Real Valladolid).

Braulio ha hecho bien su trabajo en el mercado invernal

Vázquez afrontaba su reválida para demostrar, como hiciera un año atrás, que se mueve de maravilla en esto de la cartera apretada, la paciencia del negociador y la labia necesaria para convencer a los futbolistas de que la pucelana es la casaca que deben enfundarse en su futuro. Tras varios meses en los que la lista de futuribles se asemejaba a los cortejantes de cualquier estrella del circo cardiovascular televisivo, con no poca rumorología emitida por fuentes poco potables, se hizo la luz.

El anhelado delantero apareció en Pucela. Vinzenzo Rennella, francoitaliano, ex del Betis y conocedor de la categoría. Corpulento, goleador y competidor de Rodri y Diego Rubio por un puesto como ariete de los castellanos. Suspiro para los aficionados, que al menos recibieron un nombre conocido y con experiencia, de ese cupo que Braulio definió como inviables para agosto y posibles en diciembre. El tiempo, o la ausencia del mismo sobre un campo de fútbol, haría que los poco habituales en Primera bajaran un escalón para poder disfrutar de su profesión.

El gallego recuperaba el crédito perdido y, por las dudas, volvió a hacer de las suyas. Con el mismo método, como el del amante enamorado y rechazado una vez, volvió a tocar la puerta del Levante. Tras ella estaba Roger Martí, cuya lesión el curso pasado truncó las aspiraciones goleadoras y de ascenso del Valladolid. El luchador atacante no había tenido gran respaldo de 'Rubi', su míster en la 2014/2015. La llegada a Orriols de Cuero y Giuseppe Rossi invitaban al valenciano a buscarse a un amante. No hubo que buscar: este ya le aguardaba.

A sus conocidas cualidades sobre el campo se le añadieron las emocionales: Roger renunció a ofertas más suculentas por volver a la seca, fría y leal ciudad de Zorrilla. El fútbol sigue teniendo corazón. Gesto encomiable valorado por el respetable pucelano, siempre generoso en el aplauso al generoso en el esfuerzo, siempre reclamante de un cromo a cambio de otro.

Sin embargo, las paradojas del balompié se plasman en el contrato del levantino: los granotas pueden recuperar sus servicios a final de campaña. Si no lo hacen, puede firmar tres temporadas como blanco y violeta. Esto es, si mete muchos goles, probablemente volverá cual oscura golondrina al Mediterráneo. Si no es así, permanecerá en Pucela. ¿Cuál es preferible?

Una nueva estampita había aún por emerger del sobre. En este caso, más de carácter emocional que de atributos balompédicos. Uno de los pocos resistentes al ascenso de los entonces liderados por Mendilibar en 2007 junto al eterno capitán Álvaro Rubio: Borja Fernández. Sí, el que pasó por el Deportivo de la Coruña, el Getafe, el fútbol indio, el Eibar y nuevamente la experiencia hindú. Algo alejado de la competición de élite, basta para reemplazar a Timor y, ya puestos, hacerle un guiño a los nostálgicos que se unen al carro del optimismo.

(Foto: Real Valladolid).
(Foto: Real Valladolid).

Como en todo álbum, hay integrantes en un segundo plano. Es el caso de Nikos Karampelas, incorporado para que la defensa haga honor a su nombre y evitar disgustos cuando uno de los habituales en retaguardia causa baja. No será el más buscado en los quioscos de la ciudad, pero será un elemento imprescindible para los planes de Portugal y de los coleccionistas de la capital del Pisuerga.

El Real Valladolid ha sabido ir al mercado con pocos argumentos

El Real Valladolid, como los niños más cucos de la Plaza de España, ha sabido ir al mercado con pocos argumentos más allá de la promesa de crecer y la garantía a los fichajes de que no serán una cara más en el taco de jugadores componentes de ese vestuario. Unos 3.400 metros separan Zorrilla del céntrico enclave comercial y de trueque.

Muchos factores alejan a unos muchachos que acuden a su cita dominical para  iniciarse en el complejo mundo de la oferta y la demanda de unos despachos en los que todo lo que no sea ascender se convierte en un fracaso. Así es el fútbol, así es Valladolid y así se ha producido el intercambio de cromos. ¿Lograrán completar sus colecciones?

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Sobre el autor
Juan  Navarro García
Periodista y persona por encima de todo. Cofundador de @sexomandamiento. Caer, levantarse, insistir y aprender.