Hace una semana, el Real Zaragoza parecía haber cerrado una de las heridas que le impedía obtener buenos resultados y cierta continuidad en su juego. Estamos hablando de los graves yerros a nivel defensivo. Entonces, los jugadores blanquillos sumaban una racha magnífica de cinco encuentros consecutivos sin perder, sumando trece de quince puntos y sin encajar un solo gol.

El Zaragoza parece que marchaba viento en popa, hasta que llegó el partido de Mendizorroza. El Alavés, con una goleada de 4-0, volvió a sacar a la luz todas las miserias de los pupilos de Popovic. De repente, volvían las peores sensaciones posibles y se ponía fin a la consecución de una racha que había apuntalado al equipo en la zona de promoción.

Graves fallos defensivos y la importancia de Basha

Uno de los principales logros había sido echarle el candado a la portería defendida por Bono. Ningún gol en cinco partidos seguidos es una cifra difícil de conseguir, sobre todo en una escuadra como la zaragocista, que padecía una condena perpetua debido a la sangría de fallos defensivos que se producían en todos los envites.

Desde la visita del Leganés, tres jugadores fueron fundamentales en la consolidación defensiva: Fernández (sin sustituto natural en la plantilla), Vallejo (volviendo a la titularidad y convirtiéndose en una pieza insustituible) y Cabrera (creciendo progresivamente partido a partido). Mientras Mario se recuperaba de su lesión, Cabrera asumía las funciones de central y Rico ocupaba el lateral izquierdo. Cuando el canario se recuperó, la zaga blanquilla adoptó un aspecto inmejorable, sobre todo en la victoria por la mínima ante el Osasuna. Mario y Vallejo parecían erigirse en los dos pilares en los que se sustentaba todo el conjunto.

Sin embargo, frente a los vitorianos Vallejo no se encontraba en condiciones para jugar  (aunque acabó haciéndolo por obligación) y Mario se resintió de sus molestias. Fernández y Rico no tuvieron su mejor tarde, siendo dos coladeros. Se reprodujeron todos los desbarajustes defensivos que parecían haberse erradicado.

En Mendizorroza se produjeron todos los errores que parecían haberse disuelto Aparte de estos fallos en la retaguardia, también hay que añadirle la falta por lesión de un jugador en el centro del campo que se ha vuelto imprescindible: Basha. Ningún aficionado zaragocista se iba a imaginar que la ausencia del albano-kosovar iba a provocar semejante boquete en el medio. Popovic había acostumbrado a formar un doble pivote con Basha y Dorca, situando en la media-punta a Galarreta para otorgarle más libertad. Fue cuando Basha mostró lo que mejor sabe hacer: robar balones y jugar un fútbol sencillo con el balón en los pies. De tal manera, desahogó de toda la labor defensiva a Dorca y propició una mayor estabilidad en el centro. Debido a su lesión en un entrenamiento, el preparador zaragocista se vio obligado a volver a juntar en el doble pivote a Dorca y Galarreta, produciéndose los mismos resultados que en sus pasadas experiencias.  

La vanguardia, sin frescura

A todas esas condiciones hay que sumarle que los componentes del ataque no estuvieron nada finos. Volvió a jugar Willian José, que desperdicio una gran oportunidad para demostrar que puede competir por un puesto en el once titular. Borja tuvo una de esas tardes en las que no le sale nada. La chispa de Eldin se apagó y Pedro fue el único valiente que intentó plantar cara a la defensa vasca, aunque a medida que transcurrió el duelo se le notó cansado.

En Mendizorroza se dieron todas las circunstancias para que el Zaragoza encajara tal derrota: desastre defensivo, descoordinación en el centro del campo y desacierto en la delantera. A todo esto se le añade el haber jugado tres partidos seguidos en dos semanas con una plantilla bastante corta. Popovic y los suyos ya preparan su envite frente al Llagostera para demostrar que lo de Vitoria solo fue un simple, aunque grave, tropiezo, una mala tarde que puede tener cualquiera.