El Real Zaragoza visitaba La Catedral. Eso sí, en una categoría inferior que en anteriores viajes a Bilbao. Si ganaba al filial del Athletic, se colocaba tercero en la clasificación, y lo hizo. Con muchas dudas y poco juego, pero los tres puntos se fueron a Zaragoza. El Bilbao no le perdió la cara en ningún momento a un encuentro que finalizó en el área de los visitantes y con más de uno a punto de infartar.

Un gol conformista

Abraham era el elegido para sustituir a Diamanka, con pocos minutos a sus espaldas pero con la confianza de Ranko para participar por primera vez esta temporada como titular. Desde el primer minuto de partido, el balón rodaba por bota blanquilla dominando a un Athletic que respetaba demasiado a los aragoneses. Ortuño ganaba posiciones a la defensa local y las líneas zaragocistas adelantaban metros, que ponían cierto peligro en campo bilbaíno. Fruto de este buen comienzo, el premio no tardó en llegar. A los diez minutos de partido, Ángel adelantaría a los visitantes tras un saque de esquina botado por Pedro, que con una mala salida de Remiro, el delantero aprovechó para cabecear picado directo a la red. La satisfacción por el buen arranque tranquilizaba a un Zaragoza, que cedía la posesión a los cachorros de San Mamés.

Poco a poco, el Bilbao le empezaba a perder el respeto a equipo visitante. Los maños esperaban más atrás y la comodidad en el juego inicial ya no era la misma. Ortuño presionaba y el mediocampo ocupaba los huecos para dar consistencia a la formación. El conjunto local esperaba dar el susto con Iker Guarrotxena como pieza fundamental, lo intentaba entrelíneas y por banda sin éxito. El Zaragoza, a merced de un repliegue poco recomendable, empezaba a combinar gracias a la calidad de Erik Morán. Camino del 40’, el ritmo del encuentro adormecía el esférico, que de un lado a otro no reconocía a su dueño.

La segunda ocasión del Zaragoza, siendo Ángel esta vez el asistente, estuvo a punto de convertirse en el segundo tanto a favor. No obstante, Pedro se apresuró en un disparo bien desviado por Remiro, y no aprovechó el fallo defensivo de los locales. Así llegó el encuentro al descanso, al Bilbao le penalizó la debilidad atrás y el Zaragoza, pecando de conformismo, no quiso hacer de los primeros tres cuartos una segunda parte más cómoda y casi cerrada. Lo mejor para cada equipo, el resultado.

Bono y diez más

Los del Cuco Ziganda tenían que convertir sus tímidos ladridos en rugidos. Los de Ranko tenían dos opciones, seguir como antes y jugar sin sufrir demasiado, o ir a por el segundo. Y Dorca la tuvo a los 7 minutos. Un balón perfecto de Pedro entrelíneas dejó solo ante el portero a Dorca, que tras un buen control, no supo culminar y el guardameta  bilbaíno rechazó. Después le tocó a Bono, que sacó primero, una falta que iba pegada al palo y a la jugada siguiente, un cabezazo que suponía el empate. Este aparentemente frenético inicio, sumado al juego brusco de ambos conjuntos, predecía una segunda parte más animada. El Bilbao atacaba con más corazón que sentido y el Zaragoza, como si de un patrón paseando se tratase, seguía en sus trece y sin preocuparle demasiado, continuaba saliendo a la contra.

Ranko Popovic fue el primero en mover el banquillo. Jorge Díaz saltaba al césped en sustitución de un buen pero poco participativo Abraham. El técnico con este cambio, buscaba mayor dinamismo en ataque, pero perdía referencia en el mediocampo. Un poco arriesgado pero necesario en vista del mal fútbol practicado por el Zaragoza. No pintaba bien para los aragoneses, el Bilbao las seguía teniendo por medio de Villalibre y Santamaría, delanteros referencia. Como si el Zaragoza tuviera pocas bajas, Ángel daba el susto y pedía el cambio. El marcador daba paso al último cuarto de hora cuando Sergio Gil entraba por Ángel. El dominio del Athletic era evidente y Bono tenía que emplearse de vez en cuando, pero con eficacia.

Los vascos se agolpaban en el área del Zaragoza y el recién entrado al campo de los aragoneses, tenía que poner la pausa para evitar males mayores. Los maños mejoraron, pero no eran capaces de materializar las aproximaciones. Aproximaciones que eran más peligrosas en los pies de su rival, un partido sin cerrar al que los locales podían asaltar en cualquier momento debido a las buenas ocasiones de las que disponían. Una de esas también la tuvo Pedro, que tras marcharse de Remiro, no pudo atravesar los cuerpos de los centrales rojiblancos guardianes de la portería. El sufrimiento del Zaragoza era evidente, el cronómetro estaba llegando al 45’ pero todavía había tiempo para el gol bilbaíno, por su parte merecido. Y si existía algún protagonista para que eso no ocurriese, era Bono. El marroquí fue el hombre del partido sin ninguna duda. Un cabezazo de Cabrera directo al larguero y el debut de Buenacasa para jugar 30 segundos cerraron un partido de terror.

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