Una vez más, el Real Zaragoza volvió a dejarse puntos en una segunda parte en la que, con el resultado a favor, bajó considerablemente sus prestaciones. Pese a su ventaja en el marcador, el equipo de Popovic volvió a mostrar carencias a nivel físico para aguantar el partido completo con intensidad, y sufrió demasiado algunas individualidades concretas del Numancia.

Planteamiento inicial

Las sanciones obligaban a Popovic a introducir cambios en el once. Por Isaac Carcelén entró el veterano Marc Bertrán, que se mostró muy incisivo por banda, adelantando mucho su posición envalentonado por las funciones que tuvo esa banda derecha para el Zaragoza. En el centro del campo se mantuvo un Abraham que apenas pudo dejar detalles en Bilbao, pero que mejoró sus prestaciones hasta que se le acabó el físico.

Acompañando a Morán y a Abraham, Sergio Gil entró en el once inicial como interior diestro. Este centro del campo novedoso, y su reparto de funciones, sería clave a la hora de explicar lo que ocurriría en la primera mitad. En el banquillo Popovic mantenía a Jorge Díaz pese a que Ángel no termina de convencer como extremo diestro.

Centro del campo escalonado y funciones claras

Con un centro del campo inédito inició el Zaragoza el partido. Morán, inamovible y fundamental como pivote, se veía arropado esta vez por un Abraham que repetía en el puesto de interior zurdo y por el joven Sergio Gil, que ya demostró en el anterior partido que merece un puesto, al menos en la rotación.

Una vez más sin Diamanka, el partido se convertía de nuevo en un reto para el centro del campo zaragocista. El Numancia presionó con un 4-4-2 muy marcado, algo que ya habían hecho otros rivales y que había generado muchos espacios para Morán entre las líneas de centrocampistas y delanteros rivales. Esta vez, sin embargo, fue distinto. Los mediocentros del Zaragoza se escalonaron según sus funciones.  Morán se retrasó hasta la línea de centrales, dejando que fuera Gil el que aprovechara ese espacio entre líneas.

El canterano no tuvo toda la participación e influencia que se esperaba en el juego, pero su calidad se dejó ver, especialmente en los primeros toques. El tercer mediocentro, Abraham, volvió a mostrarse muy participativo a la hora de verticalizar el juego y darle velocidad. Abraham se internó entre las líneas del rival, situándose a mayor altura que Gil y buscando constantemente que el equipo llegará arriba.    

Avanzar por izquierda, acabar por derecha

Mientras en el centro del campo los jugadores tenían una colocación y una función muy precisa en aspectos concretos del juego, en las bandas también quedaban claras las tareas de los jugadores. El Zaragoza fue superior a lo largo de la primera mitad gracias a su facilidad para llegar a campo contrario. Este posicionamiento en campo rival se producía casi siempre mediante la banda izquierda. Era en ese costado donde Abraham, Rico y Pedro se juntaban, se movían, y combinaban a velocidad de vértigo, en pocos toques, para llegar rápidamente a campo contrario e incluso hasta línea de fondo.

Y mientras el sector zurdo combinaba y avanzaba, el costado derecho del equipo de Popovic esperaba su momento. Cuando Rico, Abraham y Pedro atraían en la izquierda, el balón se lanzaba hacia la derecha, donde esperaban Ángel y Marc Bertrán para terminar la jugada con la mayor brevedad posible, aprovechando los posibles espacios creados en dicha zona.

Con esas combinaciones por la izquierda y  finalizaciones por la derecha tuvo el Zaragoza algunas de sus mejores oportunidades, incluida el gol que adelantó al conjunto zaragocista, dónde quedaron patentes las funciones de cada banda, incluyendo a un Abraham más cercano al área.

Alegría – Ortuño, duelo de  nueves

Pero si en algún punto se apoyó el Zaragoza en todo momento fue en la capacidad de Ortuño para jugar de espaldas. Fuerte y potente, el delantero zaragocista siempre fue un apoyo para sus compañeros, que no dudaban en buscarlo. Los toques productivos de Ortuño permitían a Abraham, Gil o Pedro ver el fútbol de cara. Además de su inmensa aportación de espaldas, el delantero sumó un gran gol tras un excelso pase de Morán para aumentar la ventaja de los locales.

Pero el Zaragoza decayó. Una vez más, en la segunda mitad se vio lo peor del equipo. Con el físico por los suelos, prácticamente sin capacidad de retorno y con un centro del campo vacío al que solo la entrada de Tarsi (muy buenos minutos) aportó algo de frescura. Cada subida de Bertrán por banda derecha pasó de ser un auténtico peligro para el rival a un espacio inmenso para los extremos visitantes.

El Numancia despertó y se aprovechó de la fragilidad del Zaragoza. Aunque no marcó, fue clave en el empate y en el desarrollo del partido el delantero del Numancia, Alex Alegría. El delantero visitante sacó petróleo de casi todas las jugadas que protagonizó en el partido. Cada balón alto que jugaba el Numancia buscaba a Alegría, que se emparejaba con cualquiera de los centrales o con Morán y que les ganaba la partida constantemente, bien manteniendo el balón o bien consiguiendo una falta.

Pese a que Ortuño fue más decisivo en el duelo de nueves, la aportación de Alegría fue vital para un Numancia que parecía tener el partido y que terminó despertando para lograr el empate. Otra vez más en la segunda parte, otra vez más con un bajón físico importante y con ofreciendo muchas facilidades al rival, que no perdonó las claras oportunidades de las que dispuso.

De nada sirvió el apretón final, pese a las claras oportunidades que tuvieron en sus botas Pedro y Jorge Díaz. El amargó empate final y las malas sensaciones en la segunda mitad ensombrecen, una vez más, los aspectos buenos que dejó el Zaragoza en la primera mitad. Resulta raro que, partido tras partido, el Zaragoza sea uno totalmente diferente en la primera mitad y en la segunda. El equipo de Popovic sigue en la pomada, pero el domingo se perdieron dos puntos y hay muchas cosas que corregir.

Fuente de las imágenes: Canal+ y LFP

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