Hay imágenes y fechas grabadas a fuego en la vida de las personas. Para el zaragocismo, el diez de mayo fue, es y será siempre un día especial. Un día donde el león rugió más fuerte que nunca haciendo temblar a un gigante de Europa. Un día donde los aficionados zaragocistas volvieron a sufrir, llorar y celebrar juntos. Un día que por muchos años que pasen siempre quedará grabado en la memoria tanto de los que lo vivieron como de los que no.

Un gol que llegó en el último suspiro de la prórroga de forma heroica y que elevaba al Real Zaragoza a lo alto del panorama del momento alzándose con la Recopa. Desde ese día han pasado exactamente 21 años, pero todavía hoy se recuerda con nostalgia aquellos años en los que el equipo maño se paseaba por Europa con la cabeza alta y se encontraba en la máxima categoría del fútbol español.

Hoy la realidad que se vive es muy diferente. Años de inestabilidad, descensos, cambios de propietarios, un sinfín de jugadores diferentes vistiendo la elástica zaragocista y casi la desaparición. Pero el pilar fundamental del Real Zaragoza sigue intacto y más fuerte que nunca: su afición. Esa que no ha dejado de alentar al equipo en ningún momento fuera cual fuera la situación y que hoy solo tiene en mente el auparles para volver a Primera División.

Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y tienen razón. Pero tampoco se puede vivir de recuerdos y, aunque el presente no es tan idílico como se había podido imaginar aquella noche del 95, lo cierto es que no le queda otra que continuar peleando para volver a lo que un día fue. Volver a la máxima categoría, volver a vivir tardes de fútbol con una Romareda a estallar, volver a rugir más fuerte que nunca porque como dice el lema: Zaragoza no se rinde. ¡Felicidades, zaragocistas!