El Real Madrid engalanó su estadio para vivir el último duelo del año, encaprichado con los tres puntos que había en juego y que servían para presionar, ligeramente, a los contendientes del partido que le seguía. Enfrente se encontró a un equipo preocupado por no recibir goles y con la mayoría de sus efectivos atrincherados en la frontal. El Espanyol, con la marcha de Pochettino, ha perdido más de lo esperado. Sin alma, sin ideas, el equipo catalán deambula intentando encontrar su identidad, la que quiere Aguirre. Pochettino solo fue la cabeza de turco de una directiva que ha propiciado lo que vive actualmente, vendiendo sistemáticamente lo que funcionaba y daba un salto de calidad a la plantilla. Los Weiss, Callejón, Vázquez, Osvaldo o Coutinho no han encontrado reemplazo en Wakaso, Stuani y Simao, entre otros.

A pesar del pobre planteamiento táctico, el equipo de Aguirre consiguió adelantarse en el marcador en una jugada aislada.  De este modo, Sergio García, a la media hora, peleó con Ramos y Pepe un balón que logró alojar en la portería de Casillas. La incredulidad llegó al Bernabéu, incapaz de imaginar previamente lo que estaba por llegar. Hasta ese punto, el equipo de Mourinho arrinconó al Espanyol y siguió con el plan preestablecido, llevado por Ozil. A pesar de lo que se avanzó durante la semana, Cristiano no ejerció de delantero y fue Callejón, acostumbrado a esas lides cuando defendía la camiseta del filial.

Bajo esa tesitura, el Real Madrid percutió sin demasiado ritmo sobre la portería de Casilla. Tenía el control, pero no las ideas. Tenía el balón, pero no encontraba camino. A cuentagotas fueron llegando las ocasiones y la más clara la firmó el croata Modric. El esférico lo escupió el palo, esa jugada parecía ser la antesala del gol que buscaba el equipo blanco. Las ocasiones anteriores de Modric y Cristiano evidenciaban el monólogo que se veía sobre el terreno de juego, con un Espanyol con todos sus efectivos parapetados atrás, con Verdú cubriendo a Xabi y Sergio García jugando en la medular del campo esperando cualquier balón suelto para crear peligro. Así fue.

El gol alteró ligeramente el estado anímico del estadio que se empezó a impacientar por la falta de ideas del equipo y por la lentitud de las acciones de determinados jugadores. Mientras eso pasaba, Mourinho mandaba a calentar a Di María y Morata con la firme idea de realizar cambios tras el descanso. Precisamente, antes del intermedio llegó un chispazo del Madrid que sirvió para colocar el empate. Khedira, en el papel de extremo derecha, se perfiló para centrar y puso un balón al corazón del área que creó dudas en la defensa espanyolista. Ni del portero, ni de los centrales, apareció la bota de Cristiano para firmar el empate en las postrimerías del intermedio.

Reacción y siesta

Con la vuelta al campo llegó la entrada de Di María, llamado a redimirse y a despertar al equipo del ritmo del primer tiempo. Indirectamente lo consiguió y llegó el gol de Coentrao cuando acababa de dar comienzo el segundo tiempo tras una combinación con Cristiano. El cambio sí se notó en el juego del equipo que encontró más espacios dentro del enjambre espanyolista con la ayuda de un Di María entonado. Con todo ello, el azucarillo blanquiazul se fue deshaciendo y más tras el cambio de Verdú que ejercía de enlace con Sergio García, las pocas veces que podía. Los blancos no realizaron su partido más preciosista, pero encontró en su efectividad el arma para desmontar la defensa arcaica del mexicano Aguirre. Pero ni por esas cerró el partido.

Los últimos minutos pusieron de los nervios al estadio cuando observaba alarmado como el Espanyol, con lo puesto, creaba peligro sin que el equipo supiese reaccionar. Lo escaso del resultado llevó en volandas a los visitantes y en una jugada embarullada Albín firmaba el inesperado empate. Los blancos pagaron su racanería final, dejándose llevar con el resultado en la mano y creyendo en la ingenuidad del Espanyol.

El empate final evidencia la oportunidad que tuvo el Madrid de finiquitar el encuentro cuando lo tenía todo de cara. Le costó encontrar el camino, casi 45 minutos, pero cuando dio con él y volteó un choque que se había complicado, se durmió en su cometido. El equipo de Aguirre realizó un partido serio en defensa y casi inexistente en ataque, pero le dio para llevarse un empate del Bernabéu. El resultado deja tocado al equipo blanco antes de viajar a Málaga e insufla moral al Espanyol, cuando no contaba con ello.