Hubo un tiempo que Santiago era, en lo deportivo, un reino regido por el buen fútbol. Esto fue posible gracias al linaje de una serie de jugadores, que, encantados con el proyecto, respondieron a llamada de José María Caneda. Esta noble estirpe constituyó un grupo histórico, cuya grandeza reside en el colectivo, pero que tuvo un guía supremo difícil de olvidar: Fabiano Soares Pessoa. El monarca que rigió los designios del Compostela durante temporadas en las que el aficionado compostelano vio hechos realidad sus sueños.

Profeta en tierra propia

Los años en Botafogo, Cruzeiro y São José fueron su carta de presentación al mercado internacional

Fabiano llegó a la liga española de mano del Celta. Fue en el verano del 89. El jugador tomó rumbo a Vigo con la tristeza como equipaje. Su salto al fútbol europeo estuvo empañado por la muerte de su padre. Con todo el dolor del mundo dejó atrás a su madre y su país, en el que se había proclamado subcampeón del Campeonato Paulista con el humilde São José. En la disciplina de este club estuvo a punto de saborear las mieles del éxito en la que es la liga de fútbol más antigua de Brasil. Una competición que se viene celebrando de modo inimterrumpido desde 1902, y que enfrenta a los principales conjuntos del Estado de São Paulo. El torneo tiene lugar en los primeros meses del año, entre enero y mayo, al mismo tiempo que se celebra la Copa Libertadores y el resto de campeonatos estatales, que sirven de preparación al Brasileirão, la primera división del fútbol en este país latinoamericano. Precisamente fue con este primer mérito deportivo con el que Fabiano que tomó contacto con las contradicciones e injusticias que muchas veces circundan al fútbol.

Tras un impecable torneo, en 1989, las Águias do vale consiguieron plantarse en la final estatal del citado campeonato. Su periplo no fue fácil, pues el sorteo de la primera fase emplazó a los de Fabiano en uno de los grupos más fuertes. Al final de esta primera ronda, el São José logró clasificarse como segundo clasificado, quedando por delante de grandes como el Santos, el propio São Paulo o el Corinthians, al que doblegarían en las semifinales del Paulistão, jugadas a doble partido. La sorpresa no pudo consumarse en la final, en la que el São Paulo venció, también en una eliminatoria de ida y vuelta, al pequeño São José. Las crónicas deportivas recuerdan aquel momento como uno de los más convulsos de la competición. En esa edición, la Federaçao Paulista de Futebol decidió invertir el factor campo, obligando a jugar el segundo y definitivo partido de vuelta en el feudo del equipo grande, el Morumbi. Esta decisión de la ventaja territorial al equipo con el rol de David, que se quedó sin la piedra más importante para lanzar, sin la que no pudo derrotar a Goliat.

Cambio de país y de juego pero no de estilo

El salto a Europa fue brusco. Fabiano pasó de ser parte de la heroica gesta del Sao José a militar en un Celta desencajado, que tuvo tres entrenadores en una misma temporada. A pesar de lo convulso del ambiente, el espigado mediocampista fue capaz de ganarse la confianza de Novoa, Delfín Álvarez y Maguregui, y pasó de ser un mero reserva a un hombre con minutos, consiguiendo sumar un total de 31 apariciones. Pero ni él ni el resto de sus compañeros evitaron el descenso del equipo a Segunda. Al año siguiente, en la 90 / 91, el brasileño se echó un equipo desmotivado a sus espaldas. Sus diez goles le convirtieron en máximo artillero de los celestes, que evitaron por los pelos el descenso a Segunda B que sí se llevó por delante al Elche, Salamanca, Levante y Xerez. La dinámica del equipo cambió en el curso 91 / 92, en el que consiguió el ascenso. A pesar de la mejoría grupal, un reducto de desazón se fue abriendo entre él y la directiva. La llegada de Txetxu Rojo supuso el plus de confianza que necesitaba Fabiano, quien consiguió alcanzar el máximo nivel en apenas dos campañas. Mas en los despachos tuvo que librar una lucha bien diferente. En enero de 1992, el vicepresidente celeste Salvador González negoció su renovación pero ambas partes fueron incapaces de llegar a buen puerto. A pesar de la voluntad del jugador de continuar en el barco celtiña, este acabó abandonando la tripulación olívica a final de temporada.

La 92 / 93 fue su primera temporada en la capital de Galicia. Gracias a su calidad y capacidad de liderazgo no le fue difícil hacerse un hueco en el once de Fernando Castro Santos, titularidad que compartió con jugadores como Nacho, Bellido, Carlos, Modesto o Moure, entre otros nombres, que también ocupan un hueco en la historia del club. En este primer curso en tierra jacobea, el Compostela finalizó en la duodécima posición logrando el fundamental de la permanencia.

Paso a paso, la progresión del equipo albiceleste se fue haciendo imparable durante esa época dorada. Lo conseguido por los hombres de la ‘Esedé’ les llevó a romper todos los pronósticos, a quebrar todas las previsiones de los aficionados y periodistas. Este imparable crecimiento acumuló recompensas, entre las que destacó la clasificación para la promoción de ascenso a Primera División al término de la campaña 93 / 94.

De cuando Hugo Sánchez sucumbió al talento compostelano

Y de repente las puertas del Olimpo se abrieron. Sin un atisbo de timidez y con toda la valentía del mundo los soldados de Fernando Castro Santos afrontaron con orgullo el reto de mayor altura de la historia compostelana en esas fechas. Por aquel momento la salvación y el ascenso eran dos pieles que se vendían caras. Los de la máxima categoría estaban obligados a reivindicar su derecho a continuar entre los grandes venciendo a los aspirantes, quienes tenían que acreditar su pasaporte a Primera División derrotando a aquellos que habían probado el fragor de las batallas en dicha categoría. Eran duelos de sueños y pesadillas. Partidos en los que reencontrarse con la historia o momentos idóneos para escribir nuevos renglones.

Los emparejamientos de esta muerte súbita que se desarrolló entre los meses de mayo y junio de 1994 fueron los siguientes: Toledo – Valladolid y Compostela – Rayo Vallecano. En la primera de las eliminatorias salió ganando el grande. A pesar del triunfo toledano en la ida, los vallisoletanos salvaron la categoría en Zorrilla al infringir un duro 4 – 0 al conjunto verde. Pero en el otro de los duelos el desenlace fue bien diferente.

Y al tercer asalto llegó la gloria compostelana

Los dos encuentros disputados entre vallecanos y santiagueses acabaron en empate. De haber existido el valor doble del gol en campo ajeno el Compostela hubiese resuelto la eliminatoria gracias a el 1-1 logrado en la ida en tierras madrileñas. Pero el 0 – 0 registrado en un novísimo San Lázaro, inaugurado en junio del 93, obligó a compostelanos y rayistas a jugársela en un campo neutral. El feudo elegido fue el Carlos Tartiere, designado por criterio territorial y de aforo.

La hinchada santiaguesa no dudó en acudir en masa al feudo oventese, consciente de que este era el día más importante en la existencia del club. La ‘Esedé’ no faltó a su cita con la historia y acabó llevándose la victoria por 1 a 3 con dos goles de Ohen y uno de José. La alineación planteada por Fernando Santos esa tarde del 1 de junio de 1994 fue la siguiente: Iru en portería; línea de cuatro formada por Bellido, Modesto, Modesto II, y Tocornal; mediocampo como parecla para Bodelón, Abadía y el mismo Fabiano; y como hombres más avanzados Ohen, Pichi Lucas y Suso Moure.

Los jugadores del Compos, en la celebracón del tercer y definitivo gol de la promoción de ascenso (1 de junio de 1994) | foto: LNE.

Ante sí un Rayo Vallecano con un potencial digno de mención. La fuerza capital de los franjirrojos residía en su banquillo, espacio habitado por otro gallego que había llegado a Vallecas en la jornada 23 para evitar la debacle rayista. Este no era otro que David Vidal, dueño de un bigote especial, que le ha acompañado junto a su decisorio carácter durante todos estos años en los que ha lidiado en mil y una situaciones complicadas. Aunque ha conseguido llevar a buen puerto muchos malos trámites, frente a esta impetuosa SD Compostela nada pudo hacer.

Todo a pesar de tener a sus órdenes un grupo de magníficas individualidades entre las que brillaba una con luz propia: Hugo Sánchez. El Hugol, el Pentapichichi, el Niño de Oro, quiso poner fin a sus días como futbolista en España en un equipo diferente, acostumbrado a luchar, y que, como el Compostela, vivió envuelto en cantos de sirena, pero de los que, a diferencia de los gallegos, sí supo despertarse. Para suerte de los intereses santiagueses, el astro azteca cuajó uno de sus peores partidos en territorio ibérico y acabó siendo expulsado por roja directa. Aquel que lo había ganado todo lo vencible con el Real Madrid temporadas atrás no supo aguantar la presión y se borró del partido al agredir a Bodelón, dejando a su equipo con diez durante el tramo final del mismo. Con el 1 – 2 en el marcador y con un hombre más, el Compostela solo tuvo que aguantar y dar la puntilla, que lograría José en el 88’.

Fabiano, en primer término, forma barrera con sus compañeros en el transcurso de la decisiva eliminaoria (1 de junio de 1994) | foto: El Mundo Deportivo

El Compos es de Primera

Con el pitido final, las gargantas blanquicelestes, en las que se había formado un denso nudo, se alzaron para corear en un único sentido un cántico que cualquier aficionado de la ‘Esedé’ espera volver a entonar alguna vez. ‘El Compos es de Primera’ coreó la hinchada picheleira ese irrepetible día, una voz que tuvo su demostración real en las cuatro siguientes campañas, en las que Fabiano y sus compañeros llevaron el nombre de la SD Compostela a figurar en lo más alto del pabellón futbolístico. En el recuerdo de la parroquia santiaguesa todavía perduran la salvación ‘in extremis’ en la 94 / 95 frente al Tenerife; el subcampeonato de invierno en el curso 95 / 96, el 2 a 6 infringido al Deportivo en Riazor… Momentos todos ellos que dejaron una honda marca en el fútbol gallego y estatal.

Los galones de la capitanía pronto recayeron en Fabiano, un líder de los pies a la cabeza. Su inteligencia táctica guió al Compostela en muchas tardes de gloria. Se podría decir que su juego fue preso de un dulce mestizaje. Tenía la sangre del futbolista brasileño y la paciencia del centroeuropeo. Gambeteaba como un carioca y cortaba como un bávaro. La conjunción de todos estos factores le convirtió en el buque insignia de un glorioso Compostela. Regaló diez años de magia a la afición compostelana, magia que seguiría llevando hasta el fin de sus días como futbolista.

Su año como entrenador de la 'Esedé' fue un agrio punto y aparte

Tras colgar las botas no pudo aguantar mucho fuera de los terrenos de juego. Para calmar su sed de fútbol retornó al escenario que más alegrías le había dado como jugador: San Lázaro. Su temporada como entrenador blanquiazul distó de su época como jugador. Acostumbrado al éxito en Santiago, esta misma ciudad le sirvió para volver a ver la cara amarga del fútbol. Fue durante la temporada 2009 / 2010, con la escuadra militando en Segunda B, atenazada por las deudas y por el descalabro de un proyecto deportivo que hacia aguas por todas partes. Ante ese panorama, ni él, experimentado timonel en tempestades, fue capaz de evitar que el equipo cayese en la desgracia. Con todo, tuvo el valor suficiente para aguantar hasta el final de la travesía.

El rayo que no cesa

Durante 28 largas jornadas intentó sacar a flote la entidad que tanto bienestar le había regalado, pero ni él ni ninguno de los jugadores bajo su mando evitaron el crudo desenlace. En esa plantilla, jugadores como Jimmy, Catú o Gonzalo, quienes han devuelto la ilusión a la afición santiaguesa convirtiéndose en hombres clave del regreso a Segunda B, grandes profesionales, que al igual que Fabiano, siempre han llevado con orgullo la elástica blanquiazul. Al final, el tiempo ha devuelto la razón a Fabiano. El orgullo y el reconocimiento ganado en el campo le empieza a acompañar en los banquillos. Actualmente es entrenador adjunto del Estoril Praia, equipo de la Liga Zon Sagres, en la que actualmente ocupa la cuarta plaza, solo superado por el triunvirato del fútbol luso formado por Oporto, Benfica y Sporting. Una escuadra que al igual que el Compostela ha sabido rehacerse y encontrar su espacio en la primera línea del fútbol portugués. Tras el ascenso logrado en la campaña 11 / 12 el equipo logró clasificarse para la fase previa de la Europa League, competición de la que fue apeado en primera ronda tras batallar contra grandes del fútbol europeo como el Sevilla.

Lo de Fabiano es y será una historia de amor al balompié, un romance, que como todas relaciones pasó y pasará por altos y bajos, pero donde siempre se mantendrá viva la llama de la pasión por un deporte al que nutrió de goles, pases y regates que hasta su llegada eran difíciles de imaginar. Años después de su retirada, lo único cierto es que el trono de ‘O Rei’ sigue siendo una título reservado en San Lázaro. El carácter y la clase de Fabiano serán muy difíciles de repetir. Posibles herederos no le faltarán, pero la corona solo encajará en la cabeza más sobresaliente que ha tenido el fútbol compostelano en su largo y agitado devenir.

Fotos cuerpo: 1. Yojugéenelcelta.com | 2. Estoril Praia.

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Sobre el autor
Denís Iglesias
Liga BBVA, Segunda B, LNFS y fútbol internacional. Dispuesto a todo. [email protected]