No se olvida tan fácilmente un desastre como el producido por el propio Cádiz Club de Fútbol ante el Bilbao Athletic. Un ridículo digno de estudio realizado sobre el tapiz de la Catedral de nuestro fútbol, y un quiero y no puedo con final esperpéntico en el Ramón de Carranza, por no haber hecho los deberes a tiempo, condenaban a todo un sentimiento. Al Cádiz le tocaba luchar, un año más, en el barro de la Segunda B. Al cadismo, le tocaba esperar.

Salinas se plantaba solo ante Oinatz Aulestia cuando el conjunto amarillo apuraba sus opciones de ascenso. La jugada, grabada en la retina de los cadistas. Por cada centímetro que avanzaba, el corazón del cadismo comenzaba a derramar lágrimas. De rabia, de tristeza, de pena. Gol del Bilbao Athletic, gol del pesimismo. Otro palo. Otro motivo para estar triste pero, tocaba remontar. Toca remontar.

Quizás en cualquier otra parte de la geografía mundial, el gol del filial vasco hubiera roto en mil pedazos el corazón de toda una afición, cuya función no es otra que animar a su equipo hasta el final. En Cádiz caerse está permitido, pero levantarse no es necesario que sea una obligación, pues es rutina en el Ramón de Carranza. Norma no escrita. Eso bien lo sabe Hércules, presente en la historia de Cádiz y del Cádiz. Por ello, la hinchada cadista hace de tripas, corazón, un año más. Esa es su auténtica función. 

Ansioso por conocer los precios de los nuevos abonos, así como la fecha de arranque de la campaña, el cadista se monta un año más al tren amarillo. Al tren de la ilusión. Recorre las vías de esta maldita división de bronce mirando por la ventana cómo su equipo lucha por un escudo que respira historia. El sueño del ascenso espera al final del trayecto, y la posibilidad de no cumplir dicho sueño no existe en la mente del cadista. 

Las gargantas, desde la grada, entonarán como siempre los mejores versos. Las más bellas canciones. Señalarán el camino. Los aplausos aparecerán de manera inmediata, espontáneos. A ritmo. Miles de corazones dirigirán la orquesta amarilla con cada latido. Siguiendo un compás sagrado. Canta el cadismo, canta el duende. Bailen con esta banda sonora llamada Cádiz.

Suban al tren, suban. Suban de división, suban, para jugar en la misma categoría que la afición cadista. Rompan el medidor de la ilusión, la gracia y la alegría. Suban. Sueñen alto. Sueñen en plata. Suban, señores, suban.