Todo está organizado en este mundo, frente al grupo que aplaude a rabiar, profesionalmente, siempre hay otro en franca contraposición dispuesto a silbar a las mínimas de cambio. Por ello es interesante recordar la curiosa historia del grupo que surgió en 1981. La Asociación del Gallinero de Milán, que reivindicaba el derecho a silbar en la ópera. Estos italianos constituyeron la banda del silbido, la formación adecuada para tronar cualquier espectáculo y en este caso la ópera cuando se consideraba que existían fallos imperdonables. Y se da la circunstancia de que en un mundo tan elitista y artístico como la ópera hubo pitadas que hicieron historia, como la del 17 de marzo de 1932 contra un tenor que dio una nota en falso al comenzar el aria, o la dispensada al ballet Miguel Strogof, el 1 de enero de 1893, que hizo tambalear la seguridad del director de orquesta, constituyendo posiblemente la pitada más sonada de la historia la dispensada a Von Karajan , el 17 de octubre de 1964 cuando este se atrevió a indicar al público que guardara silencio cuando estaba cantando la soprano Mirella Freni.

El propósito del citado grupo de Milán era anular a los profesionales del aplauso, pues eran de la opinión de que los ovacionadores pagados estaban muy extendidos. Era una actividad que había proliferado en demasía y de alguna manera había que frenar su participación en conciertos representaciones teatrales, eventos deportivos, conferencias y actos políticos. Actos y discursos políticos en los que por cierto la actividad más en boga era la de pronunciar largos parlamentos en los que se ofrecía de todo y luego no se daba nada. Evidentemente en esto, más de treinta años después, no ha cambiado en nada.

 Los aplausos se ganan y, cuando consigas escucharlos en Cádiz, serán la música del perdón de una afición que no ha sido escuchada ni respetada

Por ello en estos tiempos que corren, en los que el silbido vuelve a ser noticia, ha llegado la hora de reivindicar la molesta música de viento, que es perfecto vehículo para demostrar el descontento de todo aquel que ha pagado por un espectáculo y considera que no cubre la expectativas generadas. Es la voz de la disconformidad y por tanto hay que respetarla, tanto como el aplauso, que a veces resulta cansino e incluso podría parecer comprado. Pitos y aplausos que se compran y se venden, pero lo que es muy complicado de comprar son los sentimientos y, los últimos acontecimientos que han rodeado la contratación del delantero jerezano Dani Güiza por el Cádiz constituyen todo un decálogo de lo que del mundo del fútbol se debe desterrar y despreciar.

Desterrar sin ningún género de duda la gratuidad y radicalización del odio entre aficiones, entre poblaciones cercanas. Es crucial concienciar a la gente de que la rivalidad forma parte únicamente del campo de la competitividad deportiva. Y por tanto, todo aquel que contribuya a alimentar el fuego de ese odio, debe ser cuando menos ‘educado’ y encauzado por un camino en el que encuentre la suficiente madurez personal y profesional, como para que se percate de lo absurdo de convertir en una guerra la historia de unos sentimientos de pasión generados por un juego. En este punto Dani Güiza fue un inmaduro profesional durante muchos años por la sencilla razón de que decidió entrar en ese circo. La afición no debería perder la oportunidad de educar a Dani Güiza con las dos mejores armas que tiene a su alcance: el pito y el aplauso. Porque Dani llegó a ser tan inmaduro como aquellos que acudieron a la presentación del jugador internacional en el Estadio Carranza y perdieron absolutamente la razón profiriendo graves insultos al jerezano. Un futbolista que en ese momento ya portaba la camiseta del Cádiz y estaba pidiendo perdón a los aficionados por su inmadurez continuada.

Dicen que Güiza es como Rafael de Paula; un Guadiana de arte pero también de irregularidad, el coctel perfecto para una explosión tanto para bien como para mal

El más largo destierro para aquellos que se han ganado sus minutos de gloria en los telediarios a nivel nacional. Espectáculo bochornoso que podría haberse ahorrado y una tremenda pitada para ellos, porque el camino ya había sido trazado con coherencia y unidad en los numerosos comunicados efectuados por diversos colectivos y peñas cadistas durante todo este culebrón montando en torno a la figura de Güiza. En ellos la afición había dejado muy claro que no le agradaba que un futbolista que en repetidas ocasiones se había declarado anticadista engrosara las filas del equipo amarillo. Por ello otra tremenda pitada al presidente, Manuel Vizcaíno, que desoyendo la voz de la afición ha activado una bomba de autodestrucción, que solo la puede desactivar el talento de Dani con sus actuaciones. Dicen que Güiza es como Rafael de Paula, es un Guadiana de arte pero también de irregularidad, el coctel perfecto para una explosión, tanto para bien como para mal, con el añadido de que tiene la nada despreciable edad de 35 años. Cuestión que a nivel deportivo nos lleva a dudar seriamente sobre su rendimiento y a reservar otra sonora pitada para Jorge Cordero, director deportivo, y Claudio Barragán, entrenador, que han ‘tragado’ con la decisión presidencialista.

Quede desterrada por tanto la radicalización, el insulto y el odio de un mundo en el que el perdón es redondo y siempre acaba en el fondo de la portería.

Y por la exposición de todos estos hechos, queda reivindicada la libre expresión del aficionado a través de la música de viento. Si en la ópera se pudo silbar, cómo no se va a poder hacerlo en el fútbol. Reivindicados los silbidos a Güiza, al presidente (si hasta una leyenda como Iker tuvo que lidiar con ello), queden desterrados para siempre los insultos y los que los profieren. Consigamos que aprendan la forma de educar a un anticadista, enseñemos a Dani que los pitos son la forma de expresar nuestra disconformidad, no nuestro odio. Que los aplausos no se compran como en otros sitios con un beso al escudo, sino con un gol, un regate, un pase y la lucha por un balón al que pensabas que no podías llegar.

Los aplausos se ganan y, cuando consigas escucharlos en Cádiz, serán la música del perdón de una afición que no ha sido escuchada ni respetada, pero que tiene la suficiente madurez como para expresar con pitos y aplausos la cascada de emociones que se generan en torno a un escudo y un color. Por cierto, los únicos emblemas y símbolos que conservan en propiedad los gaditanos, porque todo lo demás pertenece al negocio y el bien llamado circo futbolístico.

Quede reivindicada por tanto la libertad del silbido y el aplauso como modo de cívica expresión, aplausos y silbidos no comprados sino ganados. Quede desterrada por tanto la radicalización, el insulto y el odio de un mundo en el que el perdón es redondo y siempre acaba en el fondo de la portería.

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.