El amante al fútbol siente un choque de sensaciones opuestas cuando la recta final del mes de agosto asoma. Su angustia y depresión por el final del verano se posiciona contra una ilusión y ambición desbordante ante la vuelta de su equipo a la competición liguera. Lucha de titanes transcurrida en el estado anímico de los congregados en el San Gregorio el sábado. Los cuales asistieron a un partido donde los suyos lograron un empate que, al haberse producido con inferioridad numérica, pudo ser considerado como satisfactorio.

Los baleares se mostraron infranquables

El equipo visitante destacó en los primeros minutos por su falta de apego al esférico y un orden defensivo neutralizante de unos ataques, de Huracán Valencia, que se focalizaban en las bandas. Su porcentaje de posesión no era alto pero sus ideas cuando tenían el balón eran claras: balones largos buscando la espalda de la defensa rojiblanca. Y de esa manera llegó su primer y único gol en el minuto 19 gracias al disparo de Chando, el hombre más peligroso del equipo durante todo el partido. El atacante se quedó solo ante el guardameta, el estadio enmudeció y rezó los primeros versos de su oración de cabecera esperando un milagro de Paco, pero la suerte no estuvo de su lado y el balón pasó por su izquierda y avanzó sin impedimento hasta ser envuelto por las mallas.

La zaga atlética estuvo de sobresaliente pero no evitó una internada en el área de Tariq que acabó en penalti a favor. Desde los once metros disparó Jandro que logró el empate tan solo once minutos después de haber encajado el gol.

Con el paso del tiempo el Atlético Baleares ganó protagonismo y comenzó a crear tímidas ocasiones tras largas posesiones donde el balón, a pesar de rodar lento por el verde artificial (no por la mala calidad del césped, sino por la falta de ideas blanquiazules) ocasionaba preocupaciones para el veterano portero y capitán Paco.

De esa guisa el partido se fue al descanso. El cuarto de hora de intermedio fue aprovechado por los aficionados, como es habitual, para vaciar sus vejigas y/o las estanterías y grifos de la cafetería. Mientras tanto, arengas clásicas como "vamos chavales" debían sonar dentro del vestuario de ambos equipos. Eso debió ocasionar una motivación extra para el inicio de la segunda mitad donde ambos equipos lucharon para hacerse con el control del juego a una alta intensidad. Dichas formas desencadenaron en una dura entrada de Moscardó que fue penada con tarjeta roja. Era el minuto 49 y Huracán Valencia se quedaba con un jugador menos.

Huracán Valencia se mostró valiente en inferioridad

Huracán Valencia supo posicionarse sobre el campo de manera que la desventaja de jugar con diez no fuese determinante. Tanto es así, que Atlético Baleares a penas hizo temblar a los huracanes con sus ofensivas. Pero, lo más elogiable del equipo de Seligrat fue su coraje. En ningún momento optaron por mantener el empate y colocaron en muchas ocasiones su primera línea defensiva en campo rival e incluso tuvieron acorralados a los isleños en su campo durante varias fases de la segunda parte. Dentro de este contexto, era comprensible que, para algún aficionado con serios problemas con las matemáticas, resultase complicado percatarse de la ausencia de igualdad numérica entre ambos conjuntos.

No obstante, el coraje mostrado por Huracán en los últimos 40 minutos es lo único potable que se puede extraer de este equipo. Nadie brilló con efusividad y todo lució con un tono grisáceo poco positivo. El consuelo Huracán ante este inicio es razonable: la plantilla es muy diferente a la de la pasada campaña y para que el equipo comience a funcionar de la manera que Toni Seligrat desee harán falta partidos. Es cuestión de confianza y paciencia por parte de la afición.