Volvía el fútbol de bronce a la Villa Foral y no podía hacerlo de mejor forma. Para el recuerdo quedaban los años dorados de Santa Lucía, aunque el equipo anfitrión saltaba al remozado césped de Urbieta con parecidas señas de identidad a las de entonces. Un bloque conformado casi en totalidad por jugadores vizcaínos y con notable presencia de jugadores de la localidad para hacer frente a uno de los, a priori, máximos aspirantes a luchar por los playoffs, el nuevo Toledo de Onésimo Sánchez, que confiaba en desquitarse del mal sabor de boca de su tropiezo en casa en la primera jornada de liga.

La presencia de Imanol Etxabe, el hombre-gol al que el equipo local había echado en falta en su debut la pasada jornada, era la única novedad en el once elegido por Jabi Luaces para la ocasión; mientras, su homólogo en el banquillo castellano optaba por repetir la misma alineación que se enfrentaba al Barakaldo.

Ya desde el comienzo se vio que el equipo local le perdía el respeto a su rival, con mucha más intensidad en sus acciones y sabiendo bien cuáles eran sus bazas a explotar. Presión avanzada para no dejar a los verdes jugar el balón con criterio y juego directo constante, dominando siempre las segundas jugadas. Incómodo en la superficie sintética de Urbieta el Toledo tuvo que adaptarse a la propuesta de juego rival, y salvo una acción aislada del extremo Barcina, apenas sí se asomó los primeros cuarenta y cinco minutos por las inmediaciones del área defendida por Altimira.

Por el contrario, el cuadro gernikarra ya había probado con sendos disparos lejanos de sus zagueros Simón y Carracedo, y con el paso de los minutos intensificaba su ataque a través de jugadas a balón parado como la que dio origen al primer gol de la tarde. Fue tras un saque de esquina, y a servicio de Larruzea, cuando Lander Torrealdai conectaba con la testa para estrenar las redes de Urbieta.

Un gol histórico para el capitán de los blanquinegros que dejó verdaderamente tocado a su rival, cuya zaga se descompuso hasta el final de la primera parte, en la que Enziondo gozó hasta de dos ocasiones para aumentar la ventaja local.

Movió ficha en los vestuarios Onésimo, con el cambio de Garcés por Echaide para intentar dar más solidez a su cuarteto defensivo, pero el tiro le saldría por la culata. Apenas un minuto de juego y Etxabe, el pichichi local, hacía gala de su olfato goleador para aprovechar un error de la zaga toledana, regatear al guardameta Zabal y poner tierra de por medio en el marcador.

El guión del partido parecía asemejarse al de la jornada anterior, aunque con peor imagen incluso para un Toledo que quemaba sus naves con la entrada en banda izquierda de Rubén Arroyo y el sacrificio de un mediocentro para jugar con Esnaider como segundo punta.

Quedaba poco menos de media hora y aparecieron los primeros coletazos de los de la Ciudad Imperial, que pudieron meterse en el partido tras una jugada protagonizada por Esparza en la que el meta local impactaba en el rostro de Esnaider; acción que el colegiado sancionaba con el máximo castigo a favor del Toledo.

Sin embargo la oportunidad de abrir la cuenta de goles esta temporada y soñar con puntuar en su primer desplazamiento se vino abajo tras el lanzamiento al cielo de Gernika de Roberto, un error que terminó de hundir moralmente a los suyos. Faltaban veinte minutos largos, pero Luaces leyó bien el partido con sus cambios, fortaleciendo la banda derecha con Kevin para tapar a Arroyo, dando entrada a un veterano como Bordas para controlar el ritmo en el centro del campo, y sobre todo, apostando por Gorka Luariz como punta de lanza para intentar sorprender a la contra ante el obligado avance de líneas de su rival.

Fue precisamente una acción del ex del Arenas la que pudo redondear la fiesta de Urbieta, aunque la veloz internada del atacante no encontrara rematador. Poco más dio de sí un partido que dejaba tres valiosos puntos y una importante dosis de moral para un Gernika que debe afrontar un largo y difícil desplazamiento a Socuéllamos la próxima jornada. Sensaciones muy diferentes a las de su oponente, un Toledo que con cero puntos, cuatro goles encajados y ninguno aún a favor presumiblemente reciba la próxima semana al Portugalete como sorprendente farolillo rojo del grupo segundo.

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