Huracán Valencia ha ganado el partido por el amor al fútbol que procesan sus jugadores. Siguen sin cobrar y es admirable que continúen saltando al campo con esa intensidad y ganas de convertir el deporte en arte como en su día hizo Michael Jordan con el basket y como hace Roger Federer con el tenis en la actualidad.

Hilvanaban pases en corto, con desplazamientos en largo, con rápidas combinaciones o carreras y centros directos al corazón del área.  El juego era vistoso y el público, consciente de la situación de sus muchachos, aplaudía sus intentos aunque ninguno hiciese temblar a Koke. Granell era el que más se acercaba por el extremo izquierdo, siempre superando a Jair gracias a las combinaciones con sus compañeros o, cuando se encontraba solo, gracias a su velocidad eléctrica. En el minuto 26' los rojiblancos lograban la primera ocasión clara del encuentro mediante David Cubillas a pase de Adrià Granell. Y unos segundos después el núcleo más pasional de la grada se alzaba emocionada y enojada para demandar al presidente Carlos Sanchis que pagase el salario de esos hombres que lo estaban dejando todo en el campo.

Pasaban los minutos y el estadio naufragaba en un silencio depresivo como el de una familia que acompaña entre lágrimas, en una habitación de hospital, a uno de sus integrantes que, para su enorme tristeza, agoniza pausadamente. Huracán Valencia se contagiaba y daba un respiro a la defensa levantina. Una defensa que se había mostrado férrea hasta el momento y con el paso de los minutos había conseguido taponar la fuga que tenían en la banda izquierda. La intención de los granotas era cada vez más evidente con el paso de los minutos. No buscaban tener el balón ni la iniciativa, simplemente esperaban, se defendían y realizaban alguna ocasión de peligro con contraataques.

Los soporíferos últimos instantes de la primera mitad fueron frenados por el silbato del árbitro que, de seguro, alarmó a alguno de los hinchas presentes que creían encontrarse en su dormitorio. Los minutos de descanso se alargaron, uno de los jueces de línea se había mareado, pero no corría el pánico porque uno de los tribuneros parecía que se había preparado. A nadie le hubiese extrañado que el aficionado hubiese saltado al campo dada la experiencia similar vivida ante el Logroñés hace unos meses. Pero, finalmente, para tranquilidad de todos, el línea pudo volver a ocupar su lugar en el campo donde fue testigo en el minuto 49 de la decisión de su compañero de sacarle la segunda amarilla a Dani Calvo y expulsarlo.

Quedaba por delante toda la segunda parte, el equipo de Raúl Garrido se encontraba con una más y se sentía cómodo y protagonista con el balón. El primer gol y la balanza parecían que iba a comenzar a decantarse con facilidad para los locales.

Todos los aficionados rojiblancos ante la situación se las prometían felices, pero bien pronto los visitantes les demostraron que por muchos golpes que recibiesen no iban a caer a la lona con facilidad. La intensidad y el ritmo del partido se convirtió en frenético y el sufrimiento fue elevado para granotas y rojiblancos. La grada se volcó y Garrido comenzó a mover sus piezas cambiando a Moscardó por Deivid.

Para satisfacción de los que vestían la equipación color verde pistacho, la superioridad númerica no duraría eternamente. En el 75' llegó otra expulsión. La doble amarilla obligaba a Migue a abandonar el campo. Los últimos minutos eran vividos con máxima tensión. El resultado final parecía ser ese empate a cero. Pero de nuevo el coraje de los futbolistas de Huracán se imponía. Ante los ojos de sus seguidores ya eran ganadores. Estaban luchando con un coraje superlativo que ponía en peligro su integridad física, algo de alto riesgo teniendo en cuenta que el club les ha recortado también en seguridad médica. Pero ellos aman lo que hacen. Son 22 valientes dispuestos a hacer grande a su club y colocar a su escudo en el lugar que ellos consideran que merece. Nadie sabe si los dirigentes conseguirán agradecerles económicamente el esfuerzo realizado, pero el fútbol sí lo hizo sobre el césped de San Gregorio dándoles la victoria en el descuento, de penalti transformado por Javi Soria.

Tras el júbilo que provoca ganar con gol en el minuto 92', el estadio quedo en silencio y las luces fueron apagadas con la mayoría de aficionados todavía dentro del recinto. Convirtiendo el momento en una metáfora de la situación del club. Ya que, a pesar de las alegrías durante los 90 minutos, una vez concluido el encuentro la luz de la esperanza y la ilusión se apaga y el futuro que se observa es oscuro y desilusionante.

En rueda de prensa Raúl Garrido, técnico de Huracán, declaró: " Tengo la fortuna de dirigir un grupo de jugadores admirables que se lo dejan todo en cada entrenamiento y partido. Estoy orgulloso de ellos. Valoro el encuentro muy positivamente."