Las dos semifinales de Copa alcanzadas por el Racing en 2008 y 2010 son consideradas por la afición verdiblanca como el mayor de los éxitos de un club humilde, que siempre se ha conformado con mantenerse en primera división y que nunca ha aspirado a nada más. Pero la figura de un entrenado, Marcelino García Toral, dotó de competitividad, ansia de éxito y ganas a un equipo que nunca había ido más allá de los cuartos de final y que nunca había logrado clasificarse para la competición europea. Aquel año, tanto por las semifinales de Copa como por el sexto puesto, será recordado por generaciones y generaciones de racinguistas como el año en el que el equipo cántabro hizo historia.

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El inicio de un sueño histórico

Corría un 14 de noviembre de 2007 y el Racing iniciaba la que sería su andadura más exitosa en la Copa de Rey. Por aquel entonces el conjunto cántabro marchaba séptimo en la clasificación de la Primera División, remontando tras un complicado inicio. El buen juego y el carácter competitivo de aquel equipo dirigido por Marcelino García Toral hacían presagiar muchos éxitos tanto en Liga como en Copa.

El sistema defensivo establecido por el técnico de Mieres, basado en la generosidad, la presión y las ayudas era casi perfecto y eso es un factor vital en la competición copera. Es por ello que no sorprende que el Racing empatara a cero en La Rosaleda en la ida de los dieciseisavos de final. Malagueños y racinguistas hicieron un partido anodino y aburrido donde incluso ambos conjuntos, llegaron a fallar un penalti. Todo quedaba para la vuelta, y el Racing, con un equipo mezclado de suplentes y titulares, vencía con solvencia aunque sufriendo al final. Los goles de Iván Bolado y Carpintero (p.p.) antes de la media hora, resolvieron un partido sin mucha más historia.

La ilusión aflora en El Sardinero

Tras un gran mes de noviembre, donde el Racing se colaba en puestos europeos, llegaban los octavos y llegaba un equipo con muchas estrellas pero que iniciaba su caída libre hasta el descenso final. El Zaragoza, con un conjunto con jugadores de la talla de Oliveira, Diego Milito, Gabi, Aimar o Ayala, consiguió empatar a uno en La Romareda ante un Racing muy serio. Los goles fueron obra de Oliveira y Garay de penalti.

Todo quedaba muy abierto para la vuelta en El Sardinero. Un Sardinero lleno e ilusionado con su equipo vio como el Zaragoza se adelantaba nada más empezar, en el partido donde se recuperó la mítica canción “La Fuente de Cacho”, himno oficioso del Racing que cantan los aficionados desde entonces en cada partido. Pero todo se torció con el gol de Oliveira que ponía la eliminatoria cuesta arriba. Tocaba remontar y el equipo cántabro, con buen juego y pegada lo consiguió. Tchité lograba empatar de cabeza tras un precioso centro de Colsa. Instantes después, Oriol Lozano, con un espectacular salto, remataba el balón a las redes y ponía el 2-1 en el marcador. En media hora, el Racing había conseguido remontar el encuentro. Por su fuera poco, Serrano sentenciaba con el tercero del Racing, tras una jugada ensayada de córner. El catalán la empalmó con todas sus ganas y la coló por la escuadra de la portería defendida por César. Casi al final del encuentro, Diego Milito metía el miedo en el cuerpo al conjunto verdiblanco y los aficionados sufrían en la grada. Pero en el 90´, un penalti sobre Serrano sentenciaba la eliminatoria y los nervios quedaban aparcados, para celebrar el cuarto gol, obra de Garay (p.).

Un "derbi" que vale una clasificación

Así pasaba el Racing a los cuartos de final. Aquel día, la grada entendió que el equipo no tenía techo y desde ahí, afición y equipo lucharon como una sola persona. Además, tocaba el Athletic en los cuartos de final, un partido morboso. La afición tenía muchas ganas de vivir un partido que siempre se había considerado como un derbi para el entorno cántabro.

No tuvo que esperar demasiado. Apenas una semana después de pasar de ronda ante el Zaragoza, el equipo cántabro se enfrentaba al Athletic en El Sardinero. El partido de ida fue de claro dominio verdiblanco aunque tuvo que esperar a los instantes finales para que sus ocasiones acabaran en gol. Smolarek y Tchité anotaron los goles de la victoria cántabra ante un Athletic que se iba hundido de El Sardinero y con un pie y medio fuera de la competición.

Una remontada para el recuerdo

Pero en San Mamés, las cosas fueron bien distintas. Los jugadores rojiblancos se conjuraron para superar a un rival histórico y salieron con ganas al partido. El Racing sufría y no estaba poniendo en liza el juego que le caracterizaba. Pelotazos, presión desordenada y endeblez defensiva. Parecía que les podía la presión y así llegó la remontada del Athletic. Amorebieta y Muñoz, tras un penalti que se tuvo que repetir, remontaban la renta racinguista en apenas 25 minutos.

Tras el descanso, el equipo salió con otro aire y las caras tristes y apesadumbradas con las que se marchaban en la primera mitad cambiaron. Un pase atrás de Serrano lo recogía Duscher quien, con el interior, anotaba el primero del Racing. El Athletic respondería con un gol de Susaeta aunque todavía necesitaba otro gol. Es ahí cuando el Racing sacó toda su calidad y su buen fútbol. Tchité hacía el segundo, tras una jugada ensayada con Colsa y César Navas, y mandaba callar a San Mamés, en un gesto que quedó retratado para la historia del racinguismo. Al final, Serrano, con una espectacular jugada, hacía el tercero para deleite del Racing. El equipo cántabro hacía historia y se colaba en semifinales por primera vez.

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Y después, imposible de olvidar la fiesta de Hoznayo. El equipo llegó y el autobús se tuvo que abrir paso entre la marea de aficionados que se dio cita en la localidad cántabra. Una celebración para la historia. Las semanas previas a las semifinales fueron ilusionantes. Toda la región se volcó con el equipo, los balcones se inundaron de bufandas y banderas verdiblancas y la prensa nacional elogiaba al Racing.

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Las primeras semifinales

Y en semifinales el Racing evitó a Barcelona y Valencia para enfrentarse al “Eurogeta”. Un equipo que llevaba varios años finalizando en los puestos de honor de la tabla clasificatoria y que llegaba con el "subidón" de las semifinales de la UEFA. En la ida, una marea verdiblanca inundó Getafe, pero el equipo no realizó un buen partido y se fue a Santander con un 3-1 en contra. Los goles fueron obra de De La Red, Casquero y Manu del Moral por el bando azulón, y de Smolarek por el bando visitante.

Un doloroso pero histórico final

Tocaba remontar en El Sardinero. En aquella semana, todo el mundo era racinguista en Cantabria. Había más unión que nunca y la conjura para remontar fue clara. Con un Sardinero lleno hasta la bandera saltaban ambos equipos al terreno de juego. El Racing, espoleado por las 22000 almas que llenaban los Campos de Sport arrancó fulgurante y Pedro Munitis, que volvía tras casi dos meses fuera por lesión, anotaba el primero y hacía estallar a la afición. Un partido lleno de oportunidades para el Racing pero que falló lo infallable y eso, le costó caro. En el minuto 79, con Garay lesionado sobre el césped de El Sardinero, se produjo el acontecimiento fatal. Javier Casquero, exracinguista anotaba el gol que dejaba al Racing prácticamente fuera. Lo que ocurrió después es conocido por todos. El odio hacia el jugador toledano provocó que sea persona non grata entre el racinguismo que, a día de hoy, aún hoy le guarda rencor.

La decepción se apoderó del estadio pero la afición aplaudió a su equipo como si se hubiera clasificado. Tanto, que los jugadores tuvieron que volver a salir de los vestuarios para dar una vuelta al campo, como si de un título se trataba. Es imposible olvidar las lágrimas de Serrano, la desesperación y a la vez el agradecimiento de Marcelino, un Coltorti apesadumbrado en el banquillo y un sinfín de caras tristes que se convierten en sonrisas a día de hoy, al recordar que, aquel día, el Racing hizo historia.

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Aquel año, el destino le devolvió al Racing lo que le quitó aquella noche y consiguió clasificarse para la UEFA por primera vez en su historia. Y todo de la mano de un cuerpo técnico y de unos jugadores que no serán olvidados en Cantabria.