El sábado Montilivi deberá volver a ser un fortín, un auténtico infierno griego para poder dar la vuelta al resultado y ser por fin equipo de Primera División. Con un 1-0 basta para entrar en la categoría de oro y hacer historia. El esfuerzo tendrá que ser titánico para derrotar a un Osasuna que se ha crecido totalmente en este "playoff". El Girona pese no demostrar la versión estelar del pasado domingo, pudo sobrevivir al ambiente fatídico de El Sadar. El conjunto rojillo consiguió ahogar en ocasiones a los blanc-i-vermells que empezaron la eliminatoria como la anterior frente al Córdoba, atemorizados y con mucho miedo. Parece que los partidos de todo o nada pueden con los catalanes, dónde demostraron una vez más que la gestión psicológica no es suficiente ni la adecuada, y que debería  reforzarse de caras al futuro.

Pese a empezar mal y con un gol nada más saltar al césped, se pudo ver de nuevo un gol visitante para dar alas a los gerundenses para poder dar la vuelta en Montilivi. El tanto de Kiko Olivas cuando el equipo consiguió resurgir de sus cenizas, puede ser vital como el de Cristian Herrera en el Nuevo Arcángel y ser el que ayude al Girona a ser por fin un equipo de Primera División. El estadio blanc-i-vermell será el que dicte sentencia con la posibilidad que el Girona remonte de nuevo cuando más muerto se le ha considerado. 

De nuevo el mismo guion

Parecía que el objetivo inicial del partido de ida era mejorar en seguridad y ser totalmente fuertes en defensa después de la desecha en Córdoba al recibir dos goles tan sólo un cuarto de hora, los gerundenses sabían que habían que salir seguros y con confinaza, y que cualquier despiste podía ser letal. Pese a eso los rojillos saltaron al césped totalmente enchufados. Supieron materializar su principal meta a la perfección, salir a jugar al 100% y hacer daño al rival desde el inicio. Parecían una jauría de lobos hambrientos y con ansia de gol. El Girona tenía que aguantar hasta que pasara la tormenta, pero de nuevo se hundió el barco. A los cinco minutos Osasuna ya mandaba en el marcador. Sólo necesitó una llegada clara para batir Becerra, un auténtico déjà vu del partido de ida en el Arcángel.

Roberto Torres recibió en tres cuartos de campo y abrió a banda derecha por la subida de De las Cuevas. Éste, sin pensarlo demasiado, colgó el esférico en el corazón del área y allí apareció Kenan Kodro, que con un cabezazo fulminante, se impuso a cualquier intento de la zaga rival que no pudo repeler el remate. La colocación fue perfecta para batir la estirada de Becerra, que por un momento parecía parar el balón, pero no pudo con esa delicatesen del delantero vasco.

Ese gol, ese 1-0 fue la perdición, por un momento, del Girona, que se quedó sin aliento. La respuesta de los locales fue dejar que el rival dominara el partido y dar un paso atrás. Pese a eso los hombres de Pablo Machín parecían aún tocados por ese tanto tan tempranero y no estuvieron al nivel ideal para crear, combinar y golpear de nuevo. La única mejora fue en defensa, ya que la solidez hizo que el Osasuna no diese casi señales de vida en el área catalana. Los navarros supieron apagar las pequeñas ascuas de ese Girona abatido que no supieron conectar con la dupla delantera que eran Mata y Cristian Herrera. Las pocas llegadas a tres cuartos de campo fueron más por el espíritu luchador del ariete madrileño que por la insistencia del equipo. Mata reclamó un penalti de Nauzet, pero el árbitro se desentendió totalmente, dejando atrás todo tipo de polémica. 

Mesa apaga el incendio blanc-i-vermell

En el segundo tiempo, Osasuna, con Nino en el césped, salió más intenso que el Girona y en los primeros 15 minutos el cuadro gerundense estuvo al borde de la catástrofe. El gran desequilibrio de Nino complicó la existencia a los centrales rivales, muy poderosos en el juego aéreo pero con dificultades para mantener a raya al veterano andaluz. El 2-0 se hacía presente, y el miedo de los visitantes iba creciendo, Becerra tuvo que aparecer para evitar que los navarros dejaran finiquitada la eliminatoria y enterrando definitivamente al Girona. El estadio rojillo parecía una olla a presión y su equipo estaba al máximo nivel para afrontar esta segunda parte, donde el Girona se veía más fuera que dentro de la eliminatoria.

El cansancio también llamó a la puerta de Osasuna y el ritmo descendió en picado. El Girona por lo contrario, despertó y paso a paso iba creciendo. Lo hizo tímidamente y sin pisar el área. El recambio de Sobrino no fue tan efectivo como su enorme protagonismo ante el Córdoba en Montilivi. Sin embargo, el delantero forzó un córner de la nada que acabó dando la vida en Girona. Los de Machín, que no materializaban desde hace días en balón parado, por fin pudieron sacar petróleo de una acción de jugada ensayada. La rosquita de Granell la peinó Alcalá y Kiko Olivas puedo rematar el esférico y meterlo dentro de la portería de Nauzet. La comitiva blanc-i-vermella estalló de alegría e incluso por un momento El Sadar parecía el mismo Montilivi.

El tanto fue un auténtico golpe sobre la mesa viendo por fin la luz al final del túnel. El guion por primera vez en una hora, parecía a favor de los catalanes que si canalizaban bien ese empate a uno y aguantaban hasta el final ya tenían un pie en Primera. Incomprensiblemente, el 1-1 sólo le duró cinco minutos. Osasuna reaccionó cuando más hundido y abatido estaba, y llegó el 2-1 a la primera de cambio. Roberto Torres ganó la espalda a los centrales y dio el gol a Maikel Mesa que solo tuvo que empujarla a la malla gerundense. En ese momento sí que estalló El Sadar, que rugió aún más. El Girona por otra parte, tuvo que cortar ese alud como pudo para evitar el tercer gol local, y fueron Rubén Alcaraz y Richy los encargados de hacer más sólida la defensa blanc-i-vermella. El partido terminó de nuevo con derrota, pero igual que frente el Córdoba, el milagro de Primera, es posible.