Las finales. Antesala de la más jubilosa gloria o de la más dura caída. El último encuentro de toda competición, aquel cuyo alcance supone para muchos un premio de difícil olvido y para otros, un amargo trago. Sucumbir en ellas supone haber llegado más lejos que cualquier otro salvo el propio campeón pero no deja de exponer la desoladora realidad de que se nadó para morir en la orilla y adquirir así la sensación de que nada de lo que se hizo sirvió finalmente, de que el objetivo que con tanto ahínco se persiguió se esfumó a escasos pasos, frente a las anhelantes miradas de quienes batallaron por él. En el extremo opuesto, el orgullo y la sonrisa de vencedor, del elegido, de ese que es alzó por encima del resto y aferró con sus dedos lo que otros sólo pudieron rozar o ni siquiera eso. Las finales son esos pedazos de historia que logran grabarse a fuego en la débil memoria del fútbol, que se miran con nostalgia y que de uno u otro modo, otorgan el aprendizaje de valiosas lecciones.
España jugará su primera final en una Copa Confederaciones España afrontará el domingo por la noche su primera gran lucha por el título en la Copa Confederaciones. Lo hará, además en un escenario de ensueño: Maracaná, cuna del fútbol y templo de los reyes históricos del balompié. No podía presumirse un mejor estreno finalista en esta competición que, quizás por su juventud no goza aún del prestigio que acicala al Mundial o a las distintas citas continentales, como la Eurocopa, si bien es cierto que cada vez es mayor el renombre que caracteriza la batalla entre las seis confederaciones futbolísticas del planeta. 'La Roja' se estrena como finalista en este torneo pero antes ya lo hizo en Mundial y Eurocopa, valiosas experiencias en partidos a 'vida o muerte' que pueden servirle para afrontar el duelo del domingo ante Brasil. Cinco finales en total, a lo largo de su historia, tres de las cuales se congloran en los últimos cinco años, dando buena muestra de la calidad de una generación de oro. Sólo en uno de esos cinco encuentros, España saboreó la hiel de la derrota.
Primera final, Eurocopa de 1964
En la segunda edición del torneo, España se plantaba en la final junto a la Unión Soviética, después de una fase preliminar, que se disputaría en una eliminatoria a ida y vuelta; unos octavos de final, sus correspondientes cuartos, la semfinal y el gran partido. Tras dejar en el camino a Rumanía, Irlanda del Norte y Hungría, los soviéticos se presentaban como principal escollo para la gloria. Curiosamente el mismo enfrentamiento aunque en cuartos de final se había dado cuatro años antes, en la primera edición, torneo del que España acabaría retirándose ante la negativa de Franco a que la Selección viajase a la Unión Soviética para disputar el primero de los encuentros. Ya sin impedimentos de ningún tipo al disputarse el partido en territorio español, los hombres que por aquel entonces dirigía José Villalonga se midieron a la Unión Soviética de Konstantin Beskov en el Santiago Bernabéu.
Una final de tempraneros goles, que inauguraría Pereda con tan sólo seis minutos de tiempo cumplido al aprovechar un fantástico centro de Luis Suárez. Sin tiempo para el regocijo, los soviéticos igualarían la contienda por mediación de Khusainov (minuto 8), que clavaba un lanzamiento de falta directa. Partido equilibrado, aunque con ligera superioridad española, cuyo estilo de juego había llevado a los soviéticos a extremar precauciones en defensa, alineando a Korneev en detrimento de Gusarov. Pese a la igualdad existente, los españoles lograron llevar la manija el partido en numerosas fases del mismo, sin que esa superioridad, de la que tuvo buena parte de culpa la gran cobertura que Feliciano Rivilla (Atlético de Madrid) efeactuó sobre Khusainov. En esta situación no sería hasta el final del partido cuando Marcelino (minuto 84), daría a los españoles el gol de la victoria con un soberbio cabezazo a centro de Pereda, que las crónicas de la época le atribuyeron a Amancio. Primera final y primer título, en este caso europeo, conquistado.
Segunda final, Eurocopa de 1984
Instaurada ya la fase de grupos, España acabaría como líder del suyo por delante de Portugal, Alemania Federal y Rumanía. Los hombres dirigidos por Miguel Muñoz, cerrarían su participación en esta primera fase salvaguardando su condición de invictos aunque con una sola victoria (ante Alemania) por dos empates (Portugal y Rumanía). El pase a semifinales les midió a Dinamarca y emulando lo que sucedía en esta Copa Confederaciones, el encuentro se saldaba con un empate a 1 (goles de Lerby y Maceda), que obligó a los españoles a llegar hasta la tanda de penaltis. Hasta diez hubieron de lanzarse antes de que 'la roja' lograse tumbar la puerta de acceso a la gran final, donde ya esperaba Francia.
Un error de Arconada acabó con las esperanzas de España en la final En el Parque de los Príncipes de París se desarrollaría la batalla por el dominio de la vieja Europa, una final que no se presumía en absoluto sencilla y que iba a exigir de toda la garra y el coraje que los españoles habían derrochado durante el desarrollo de la competición para no capitular en los momentos de mayor dificultad -12 a 1 a Malta incluido en la fase previa del torneo-. Sin embargo, la crueldad al principio aludida que supone entregar el alma en pos de alcanzar un objetivo que se esfuma ante las miradas vencidas de quienes entregaron todo en la lucha, se materializó en un partido en que la Francia de Platini y compañía sufrió lo indecible para abrir un marcador que además, se aliaría con el infortunio español para moverse. El lanzamiento de falta -inexistente- del capitán de 'les bleus' se le escaparía a Arconada de las manos en un error monumental que le costó el campeonato a 'la roja', apenas unos segundos que condenaban la lucha de minutos, de partido enteros, de toda una fase previa y una final. He ahí la crueldad de un deporte que concede los sentimientos contrapuestos en los que se mueve la euforia y la más absoluta decepción.

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Acontecía esto con una hora de tiempo cumplida y a partir de entonces, sólo cabió esperar al minuto 90 para recibir el golpe de gracia en forma de gol, el que le asestaba Bruno Bellone a los españoles, confirmando la huida de un título que en aquella ocasión para España era más que merecido. Por suerte o por desgrcia, sin embargo, el fútbol no es un premio de merecimiento. España alcanzaba su segunda final en un gran torneo internacional 20 años después de la primera, con un final totalmente opuesto.
Tercera final, Eurocopa 2008
La Eurocopa de 2008 fue un antes y un después en la historia de la Selección Española La Eurocopa de Austria y Suiza supondría un punto de infleixón en la historia de la Selección Española de Fútbol, el arranque de una generación de ensueño, que aún hoy, gobierna con mano de hierro en el panorama internacional. De la mano de Luis Aragonés, los españoles llegarían al torneo envueltos en la sempiterna idea del que va a disfrutar sin mayor presión porque, lejos de esperarse algo de su participación, sus tropiezos se gestionan con serena resignación; a veces lo mereció, otras no. Pero fuese como fuera el combinado español había acostumbrado a su hinchada a medir unas esperanzas que, sin embargo y a pesar de todo, se disparaban para caer derrotadas de forma inevitable. En esta ocasión, sin embargo, algo, todo, sería distinto.
España culminaba su actuación en la fase de grupos como primera por delante de Rusia, Suecia y Grecia; tres partidos, tres victorias; ocho goles a favor y tres en contra; un juego que se presumía distinto y que empezó a levantar la admiración de propios y extraños. Los cuartos de final vieron caer en la cuneta a Italia en los penaltis, una suerte que históricamente no había acompañado a los españoles y que en esta ocasión, les tendió el puente a las semifinales, donde esperaba otra vez Rusia. 'La Roja' ya le había vencido en la fase de grupos y el paso previo a la gran final no sería distinto. 3-0 y nueva final 24 años después.

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La presencia de Alemania en el Ernst Happel Stadion de Viena no auguraría normalmente buenas sensaciones para los españoles pero en aquella competición, las percepciones eran otras, distintas y más alentadoras. Amenazó a ensombrecerlas el inicio de un choque en el que Alemania mostró su poderío aéreo, contrarrestando así el buen fútbol de 'la roja' con el balón a ras de césped. Los germanos anularon el buen juego de España, explotando las mejores virtues de los Ballack, Lahm, Hitzlsperger y compañía; una situación que obligó a 'la roja' a remangarse y ponerse manos a la obra en poz de devolver las cosas al orden establecido desde que la competición arrancase. Un Xavi imperial, flanqueado por Iniesta y Busquets se encargarían de liderar esta tarea y poco a poco, Alemania dejó de elevar balones para empezar a correr tras ellos y perderse en la maraña de circulación española, que embelesó a Europa y al Mundo hasta ese minuto de oro en el que todo se destuvo para la España futbolística: Fernando Torres arrancaba en velocidad para recibir un milimétrico pase de Fàbregas entre líneas y poner en evidencia una vez más el desastroso marcaje de Lahm, antesala al éxtasis de un 1-0 inamovible que elevó a España a los altares, no ya sólo por el títulos, sino por el fútbol de manual exhibido durante el torneo.
Cuarta final, Mundial 2010
¿Ratificaría España el cambio experimentado en la Euro 2008? Tras varios años de infortunios, la conquista de la Eurocopa en 2008 exhibía un paisaje dubitativo ante la gran cita mundialista. ¿Volvería España a su sempiterna tendencia, despertando a su afición de su agradable sueño y confirmando que aquella noche en Austria había sido sólo un espejimo o ratificaría la continuidad de un antes y un después en la historia de la Selección? Los encuentros de la fase de clasificación se volcaban en favor de esta segunda teoría pero un Mundial es un Mundial y las sensaciones y percepciones se acentúan cuando llega el momento de pugnar por su trono; del mismo modo, el descalabro en la Copa Confederaciones a manos de Estados Unidos enfatizaba la duda sobre el combinado que cabía esperar en Sudáfrica.
La fase de grupos mostró unos resultados menos contundentes que en la Eurocopa: tres partidos, dos victorias y una derrota; cuatro goles a favor y dos en contra, que resultaron renta suficiente para concederle a 'la roja' el liderato del grupo H, por delante de Chile, Suiza y Honduras. Los octavos de final midieron a los hombres entrenados ya por Vicente Del Bosque con Portugal, logrando el pase por un ajustado 1-0 (gol de Villa en el minuto 63). Los cuartos de final enfrentaron a España con Paraguay, saldándose el encuentro de nuevo con otro ajustado 1-0, tanto de Villa otra vez. Y como antesala a la gran final, un peso pesado con ansias de revancha: Alemania. En esta ocasión sería Puyol el que finiquitaría el pase de los españoles con un solitario tanto en el 73. Y esta vez, entre España y la gloria, los Países Bajos.

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Aprendida la lección en la final europeo, 'la roja' saltó al césped del Estadio Soccer City de Johannesburgo a imponer su estilo de inicio, sin dudas, sin titubeos, buscando rápido ese gol mágico que le sirviera para grabar su nombre, por primera vez, en el cetro mundial. Lo logró, en parte. Los de Del Bosque dominaron en los primeros minutos, durante el tiempo en que los Países Bajos se asentaban en el partido para acabar nivelando las fuerzas, el peligro y las ocasiones. Como suele suceder en toda cita de gran calado, el miedo al error estuvo latente en muchas fases del encuentro, si bien una y otra selección, haciendo gala de sus respectivos recursos, bien pudieron haber inagurado el marcador, por mediación de Robben los neerlandeses y de Villa y Ramos los españoles. Pero el peligro moría en el "casi" y la sombra de la fatigos prórroga acabó por caer sobre los jugadores como una temible realidad.
Otra vez Cesc, enviaba el pase mágico a Iniesta, que en el minuto 116 paró el mundo Los Países Bajos habían dirigido sus esperanzas a los contragolpes mientra que España, fiel a su estilo, continuaba concediéndole a la transición de balón la esperanza de lo glorioso. Y esta vez el fútbol, premió la fidelidad por encima de la alternativa, de la utilización de recursos nuevos en busca de un resultado nuevo y el planeta fútbol dejó de girar en unos segundos mágicos mientras Cesc -otra vez él, que ya encontró el hueco mágico en la Euro 2008- le enviaba a Andrés Iniesta un pase teledirigido para que el mago de Fuentealbilla lo conviertiese en una explosión de historia, el momento más glorioso en el legado del fútbol español, en el que el número 116 nunca volvió a ser lo mismo. Minuto de ensueño, minuto sin palabras, donde cada una de las caídas injustas de 'la roja' se vieron resarcidas. España confirmaba su dominio sobre el viejo continente, asentándose en el trono mundial por primera vez en su historia.
Quinta final, Eurocopa 2012
La ambición insaciable de los jugadores decidió que quería más Alojada en un sueño que duraba ya dos años, España se mostraba reacia a despertar. Eurocopa y Mundial la dibujaban ante todos como la mejor selección del planeta, aquella que además, en amistosos o partidos oficiales continuaba deslumbrando con un fútbol que cada vez ganaba más adeptos entre los aficionados e incluso entre los propios rivales, que modificaban radicalmente la forma de mirar a un combinado que durante años apenas inspiró respeto y al que lejos incluso de mirar de igual a igual, algunos se veían obligados a alzar la mirada sin ánimo siquiera de tutearle. La Eurcopa de 2012 se presentaba en la compleja tesitura del que ya ha ganado todo y puede relajarse o del que se siente presionado por la responsabilidad que le obliga a seguir en lo más alto. La disyuntiva no exitió, sin embargo, en las mentes de los jugadores españoles, cuya ambición insaciable decidió por ellos.
La fase de grupos sembró algunas dudas en los más escépticos, que observaron a España lejos de su mejor juego. A pesar de eso, los de Vicente Del Bosque saldaron el primer tramo del campeonato bajo la condición de invictos: tres partidos disputados, dos victorias y un empate ante la siempre complicada Italia, le bastaron a 'la roja' para sentenciar la primera plaza del grupo C y rubricar, por tanto, su pase a los cuartos de final, donde ya esperaba Francia. Los 'bleus' habían venido desarrollando un buen campeonato y su duelo con España se estimaba como una buena piedra de toque para medir una posible mejora en el juego español. Los dos goles de Xabi Alonso empezaron a disipar los recelos más sólidos y abrieron, de paso, la puerta a las semifinales, en las que 'la roja' continuaría midiendo su capacidad con Portugal. Buena resistencia la que opusieron Cristiano Ronaldo y compañía en un partido que acabaría resolviéndose en la lotería de los penaltis. Allí, 2-4 para los españoles y nueva final, un escenario históricamente desconocido para España y que en los últimos tiempos no se concebía sin el combinado hispano. Allí, Italia clamaba 'vendetta' por la eliminación de 2008.
La final, no obstante, disputada en Olímpico de Kiev, sería finalmente un partido extraño en el que 'la roja' disfrutó de más facilidades de las esperadas ante la azzurra, castigada además por el infortunio. Dos goles en la primera mitad (David Silva y Jordi Alba) y dos más en la segunda (Fernando Torres y Juan Mata), previa lesión de Thiago Motta cuando Prandelli había agotado ya sus tres cambios, tendieron la alfombra roja hacia un hito histórico: nadie había logrado nunca alzarse con la victoria en tres grandes competiciones de manera consecutiva. Italia sucumbió ante la biblia de juego española, ante la honra a un fútbol al que le debe todo lo que es, lo conseguido. La azurra había tratado de reaccionar echando mano a su historia, a sus galones y no estuvo falto de ocasiones el combinado transalpino, que en botas de Di Natale pudo haber vivido un desarrollo de partido distinto. Pero cuando los italianos atisbaban el camino para recortar distancias y hacer daño a 'la roja' sucedió lo de siempre: los timoneles de la nave española -Xavi, asistido en esta ocasión por Jordi Alba- salían al rescate de los suyos, devolviendo la calma al juego y rubricando la materialización de una gesta sin precedentes. España revalidaba título europeo.
Maracaná y la Selección Brasileña, cuna y padre el fútbol respectivamente, escribirán el sexto capítulo de la historia del combinado español en las grandes finales. Será la primera vez que lo haga en una Copa Confederaciones y ante una situación tan adversa como apetecible para unos hombres acostumbrados a convertir el desafío en autopista directo al triunfo.