La final más esperada llegó por fin. Brasil y España se medían en un Maracaná abarrotado en uno de los mejores partidos que se pueden ver hoy en día. La campeona del mundo llegaba con la vitola de favorito tras una gran inercia ganadora en los últimos cinco años. Esa teórica superioridad se vio diluida rápidamente. La enorme diferencia física desniveló la balanza. Un abismo de intensidad y agresividad mediaba entre ambos equipos y se notó.

Las cartas estaban sobre la mesa. Scolari repitió el mismo once en el que lleva confiando todo el torneo. Salida en tromba en los primeros minutos. Empuje. Solidez defensiva y electricidad en la última zona del campo. Los automatismos habituales de Brasil con un plus de efervescencia. La catarsis de Maracaná junto a la motivación de jugar contra los campeones del mundo hicieron volar a las camisetas amarillas. Vicente Del Bosque repitió la alineación de la semifinal. Solo una novedad: Juan Mata entraba en el sector izquierdo por Silva. La idea era la misma de siempre: crecer a partir de la pelota. Sin embargo, el gran planteamiento de Felipão, la agresividad de los amarillos y un mal estado físico impidieron ver a la selección española de costumbre.

Brasil salió con el rodillo

A los dos minutos, el partido se puso cuesta abajo para la Seleçao. En un centro desde la derecha, tras un error en la marca, la pelota quedó muerta y Fred la empujó a la red desde el suelo. El resultado reforzaba la idea de Scolari que redundó en sus premisas. Situación problemática para España que no tiene por costumbre ir por detrás en el marcador. Los de Del Bosque quisieron meterse en el partido, pero los jugadores brasileños no les dejaron. El concepto era claro: trabar el partido para no dar continuidad a la circulación. En ningún momento se sintió cómoda la Selección. El estado físico salió a la luz en ese momento. Un gol tempranero en contra, un día menos de descanso y 120 minutos contra Italia. Las piernas pesaban. La vista estaba nublada y la pelota no corría. Brasil tenía el partido donde quería. Sistema plegado, con constantes ayudas. Robar y salir. De este modo generaron ocasiones. Oscar tuvo la más clara en esa fase, pero disparó fuera.

Iniesta es trabado por Luiz Gustavo. (Foto: Reuters).

Poco a poco, España empezó a rehacerse del shock que supuso el gol de Fred y toque a toque, pase a pase, empezaron a merodear el área de Julio César. No obstante, la sensación era la misma en todo momento. Brasil tenía el partido donde quería. El equipo rojo estaba muy largo. Sufría mucho en los retornos tras las pérdidas, que cada vez eran más frecuentes. La figura de Neymar empezó a agrandarse a costa de la de Arbeloa. El lateral madridista se vio superado en todo momento. Inseguro. Varios fallos en entregas fáciles. Arriesgando en horizontal. Pero, sobre todo, graves errores en la marca al nuevo futbolista culé, que le ganó la espalda con demasiada facilidad.

Puntos de inflexión

A pesar de la superioridad local, varios factores puntuales fueron clave en el partido. El primero, el gol de Fred a los dos minutos de partido. El segundo fue la ocasión más clara de España en la primera parte. Torres filtra un buen pase para Mata, que centra a Pedro. El canario cruza ante la salida de Julio César, pero David Luiz, providencial, envía a córner sobre la línea de gol. De haber entrado la pelota, el choque habría cambiado. No fue así. En los últimos compases de la primera parte, en un nuevo error en la marca de Arbeloa sobre Neymar, el diez amarillo incrustaba un zurdazo en la portería de Casillas. Era el 44. Al filo del descanso, Brasil volvía a golpear. Solo unos minutos antes, el capitán español había salvado un mano a mano con Fred.

De esta manera se alcanzaba el receso. En la reanudación, nuevo mazazo para los de Del Bosque. En una rápida jugada trenzada, Neymar deja pasar y Fred remata de primeras desde el pico del área. Su disparo cruzado supera a Casillas y coloca un 3-0 en el marcador que parece insalvable. Nuevamente en el minuto dos, de la segunda parte, esta vez.

Neymar convirtiendo el segundo gol de la final. (Foto: Getty).

España estaba maniatada y Del Bosque movió ficha. Azpilicueta había entrado al inicio de la segunda parte por Arbeloa. Navas lo hizo por Mata buscando mayor frescura y desborde. El de Los Palacios lo intentó. Se fue varias veces de Marcelo y en uno de estos caracoleos forzó el penalti que supuso el último punto de inflexión del partido. Sergio Ramos cogió la pelota con decisión, chutó desde los once metros… y falló. El central madridista tiraba fuera la última oportunidad española de meterse en la final.

Jugando al límite

Brasil fue a morder desde el principio. Trabar el juego era la premisa y los amarillos lo hicieron sin contemplaciones. Falta a falta fueron minando el juego español. La manga ancha del árbitro permitió a los de Scolari percutir en su idea. 25 faltas al final del encuentro y ni una sola tarjeta amarilla. Sin embargo, el colegiado poco (o nada) tuvo que ver en el resultado final. La segunda parte transcurrió con un guion parecido, aunque España lo intentaba con menos fe y Brasil no punzaba tanto. En la enésima contra brasileña, Neymar se fue de Piqué directo a puerta. El catalán le trabó y fue expulsado. Todavía quedaban 22 minutos y la sombra de una goleada asomaba por Maracaná.

Con dignidad en la derrota

A pesar de todo, la selección dio la cara. Con diez hombres y sabiendo que a la contra podrían recibir más goles, España fue arriba. Un desafortunado Torres cedió su lugar a Villa. Brasil bajó un punto su intensidad, lo que permitió a La Roja trenzar. Un Xavi Hernández desaparecido hasta ese momento, empezó a entrar en contacto con la pelota. Por primera vez en el partido, la Selección tuvo sensación de dominio. Navas seguía percutiendo con Marcelo e Iniesta aparecía por todas partes. El manchego nunca se rindió. Con Busquets como central, había equilibrado el equipo Del Bosque. Así llegaron las ocasiones, pero Julio César se empeñó en evitar el gol de la honra. Primero fue Pedro. Después Villa. En ambas ocasiones, el portero del Queens Park tuvo intervenciones de mérito. Scolari refrescó al equipo con Jádson, Jô y Hernanes y siguió controlando la situación. De esta manera el partido fue agonizando. Con el pitido final Brasil se proclamaba campeón de su cuarta ConfeCup. La Canarinha se llevaba la final gracias a su apabullante dominio físico. El cansancio de España y las diferencias de motivación hicieron el resto. Jamás ha ganado un equipo europeo a Brasil jugando en casa en partido oficial. Esa estadística se mantiene intacta. Habrá que ver si también lo hace la que dice que la selección que gana la Confederaciones no consigue proclamarse campeona del mundo al año siguiente.

Clasificaciones

Campeón: Brasil.

Subcampeón: España

Tercer clasificado: Italia

Bota de Oro: Torres (ESP).

Bota de Plata: Fred (BRA).

Bota de Bronce: Neymar (BRA):

Balón de Oro: Neymar (BRA).

Balón de Plata: Iniesta (ESP).

Balón de Bronce: Paulinho (BRA).