La santidad de una persona es directamente proporcional a su humildad y en el caso que nos ocupa no creo que se pueda llevar con mayor naturalidad el hecho de ser posiblemente el mejor portero de la historia del Real Madrid, del fútbol español y el capitán que ha elevado al cielo dos Eurocopas y una Copa del Mundo con la selección española.  Pero lo primero que hay que hacer, cuando se habla de santidad, es liberar esta palabra de las múltiples interpretaciones y acepciones que nos hemos hecho de ella. La concepción metafórica de la santidad en un portero comporta fenómenos calificados como extraordinarios, todos ellos vinculados a la agilidad, la elasticidad, determinación y seguridad, para convertir goles seguros en paradas imposibles, pero no se identifica con ellos porque todas y cada una de esas acciones recordadas por la historia tienen una explicación natural. Cuenta la Iglesia que todos los feligreses están llamados a la santidad porque, entendida adecuadamente, está al alcance de todos, forma parte de la normalidad de la vida cristiana, pero en el traslado metafórico de esta divinidad al fútbol y a la compleja posición de portero, encontramos coincidencias entre los altares levantados para los santos y las porterías elevadas a la divinidad por la prensa y los aficionados.

La santidad es ante todo don, gracia, pero en un elevado porcentaje es el abnegado trabajo y sacrificio de un ser que se acerca a la perfección a través del misticismo. Por tanto es condición sine qua non el mantenimiento de un nivel tan cercano a la perfección que es difícilmente alcanzable para cualquiera de los mortales. Por ello soy de los convencidos de que a Iker el hecho de vincularle al halo de santidad que le rodea no le hizo la más mínima gracia, puesto que desde el primer día supo que todo lo que suponía salirse de lo común llevaba implícito el pago de un alto precio.

Y el precio a pagar ha sido el peaje que debe pagar cada portero multiplicado por diez, al portero de Móstoles se le presuponen las alas y todo lo que no sea llegar a un balón le sitúa en niveles no tolerables para una portería tan exigente como la del Real Madrid. En esencia es lo que viene relatando Víctor Valdés desde que era juvenil y que ahora grita a los cuatro vientos: ser portero del Barça o el Real Madrid conlleva una presión y un desgaste que va minando moral y físicamente cada vez más con el paso de los años. Mucho más a Iker, al que esa supuesta santidad le ha exigido ser perfecto dentro y fuera de los terrenos de juego durante muchos años, siendo capitán y manejando situaciones muy complejas tanto con compañeros, amigos rivales y hasta su propio entrenador.  

No es mi intención hacer una defensa incondicional del portero del Real Madrid y capitán de la selección española, tampoco una velada acusación de apatía, baja de rendimiento e incluso falta de profesionalidad, como se ha llegado a insinuar en mentideros futbolísticos afines a su anterior entrenador. Es más quisiera firmemente creer que lo que sucede en este caso se basa en criterios estrictamente técnicos y futbolísticos, pero la hemeroteca me hace ser profundamente escéptico.  De lo que estoy absolutamente seguro es que para alguien como yo, al que el conocimiento le ha ido separando de una forma directamente proporcional de la religiosidad, Iker siempre será una de esas imágenes icónicas a las que acercarme a la hora de pedir y recordar momentos felices, pues aunque Diego López merezca seguir siendo titular del conjunto madridista, siempre me resultará difícil acercarme al templo del Bernabéu y no ver en el altar de madera al santo más insigne de las dos últimas décadas.  

Por eso Del Bosque le ve como una caso especial, excepcional, aquel al que cuyo halo de santidad le supuso pagar un alto precio, pues como dijo la Madre Teresa cuando un periodista le preguntó qué se sentía al ser aclamada santa por todo el mundo: «La santidad no es un lujo, es una necesidad». Y para Iker hace tiempo que ser santo paso de ser un lujo a una necesidad…

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.