Las supersticiones para los equipos y selecciones de fútbol son autolimitantes. Una losa pesada de cargar que con el paso del tiempo se hace aún más difícil de soportar. Las reacciones a estas supersticiones pueden tener dos variantes: la necesidad de rebelarse contra ella y matar las creencias irracionales, como hizo el Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone destruyendo la leyenda del ‘Pupas’ con un título de Liga y una maravillosa participación en la Champions League. O al contrario, como le ocurre al Benfica con la leyenda de Bela Guttman, una maldición que se mantiene vigente 52 años después. Una actitud que también le sucede a la selección nacional de Holanda con las finales.

La ‘Oranje’ llega al Mundial de Brasil con el relevo generacional como principal preocupación de cara a años posteriores. Los archiconocidos Arjen Robben, Wesley Sneijder o Robin van Persie (ya entrados en la treintena de edad), entre otros, están dando los últimos coletazos de su fútbol en el combinado nacional y Louis van Gaal, actual seleccionador, tiene la papeleta de no resbalar en Brasil y dejar un allanado camino a Guus Hiddink, próximo seleccionador nacional una vez que termine la cita mundialística.

Se clasificó sin dudas para el Mundial de Brasil, con 9 victorias y un empate, en una inmaculada fase de grupos compuesta por selecciones como Rumanía y Turquía, entre otras. Siempre llega a estas citas de selecciones como una de las tapadas. No figura en las apuestas ni tampoco entre los favoritos a ganar el título. Pero en sus últimos torneos están destacando por su buen papel y no decepciona.

Van Gaal contra la maldición

Lleva más de tres decenas de partidos al frente de la selección nacional, en dos períodos interrumpidos, y está en su último servicio a una Holanda que sí sabe reconocer lo que Europa no por su injusta valoración tras su paso por el FC Barcelona. Aceptó el cargo de seleccionador nacional después de que Bert van Marwijk dimitiera en el cargo en julio de 2012 y se presenta al Mundial de Brasil con la ambición de cambiar el destino que condena a Holanda en las finales.

Durante sus participaciones en Mundiales, la selección ‘Oranje’ ha tropezado siempre cuando se ha plantado en la final de una cita mundialista. Sucedió en el Mundial de Alemania en 1974, en el Mundial de Argentina en 1978 y en el Mundial de Sudáfrica en 2010. El común denominador de estas tres finales es ver como Holanda recogió la medalla de plata mientras observaba desde el césped como su rival saboreaba la gloria de verse campeón mundial.

La ‘Generación’ Cruyff, sin premio

Una de las mayores injusticias del balompié es que jugadores de la talla como Johan Cruyff o como Johan Neeskens se hayan retirado del fútbol sin un Mindual en su haber. Y no tuvieron esa oportunidad muy lejos. La primera ocasión fue en el Mundial de 1974 contra Alemania Federal. Alcanzó la final con un balance de cinco victorias y un empate y se adelantó mediante un gol de Neeskens de penalti. ‘Torpedo’ Muller y Breitner, de penalti, dieron la vuelta al marcador.

En la siguiente cita mundialistica la Generación de Cruyff se plantaron otra vez en la final. Una nueva oportunidad para enmendar aquel partido contra la Alemania Federal. Al igual que en 1974, Holanda se enfrentó a la anfitriona, la selección argentina dirigida por César Luis Menotti, con jugadores como Kempes, Passarella, Ardiles o Fillol. Mario Kempes, por aquel entonces jugador del Valencia, marcó dos tantos en la victoria de Argentina por 3-1.

El gol de Iniesta

En Sudáfrica, Holanda se enfrentó a la selección española de Vicente del Bosque. Un grupo de jugadores que gracias a Luis Aragonés en la Eurocopa de Austria y Viena aprendieron a dejar atrás los complejos y las maldiciones de cuartos de final. A las órdenes de Bert van Marwijk, Holanda planteó un partido muy físico, duro y de contacto, para pagar a la selección del toque y de la paciencia. La jugada le salió bien. Más o menos.

La ‘Oranje’ forzó la prórroga y en ella estuvo a punto de conseguir su primer título Mundial. Arjen Robben fue el jugador más activo e incluso protagonizó las ocasiones más peligrosas para su selección. Tuvo el gol de la victoria con aquel mano a mano frente a Iker Casillas donde el portero del Real Madrid se abalanzó hacia la izquierda pero despejó con la puntera del pie el disparo hacia la derecha del jugador del Bayern de Munich.

Cuanto todo estaba predestinado para los penaltis, la lotería por antonomasia de estos torneos, una arrancada de Jesús Navas acabó en los pies de Fernando Torres, que abrió para Cesc Fábregas. El balón cayó en los pies de Andrés Iniesta, que dejó botar el balón y, de repente, se hizo el silencio en el estadio Nelson Mandela. España se proclamó campeona del Mundo y Holanda desperdició su tercera oportunidad de ganar una final. No siempre a la tercera va la vencida.