El presidente de la RFEF Ángel María Villar presidió el acto de inauguración de un busto a Luis Aragonés, sin duda uno de los personajes más sabios y relevantes de la historia de la selección y del fútbol español. La escultura ubicada en la Ciudad del fútbol rinde homenaje a una personalidad arrolladora, verdadera. Dicen que es más fácil variar el curso de un río que el carácter de un hombre, muy especialmente si ese señor es de Hortaleza y se llama Luis Aragonés. Pero el carácter de Luis no era solo fruto del temperamento, sino que estaba cimentando en los principios y la sabiduría del entrenador, que tantas lecciones legó a este deporte. Por la inmensa huella que ha dejado, nadie quiso perderse el descubrimiento de la escultura, ubicada justo delante del Salón de actos Luis Aragonés, homenajes que se suman, a la plaza de entrada a la Ciudad del Fútbol y a un monolito de un balón ubicado en el barrio del entrenador madrileño. Homenajes quizás tardíos...

Foto: http://adesperanza.org/

El arquitecto melillense José María Sánchez, ha intentado reflejar en la escultura la esencia del viejo sabio. Mirando con ojos de ayer llega el momento de recordar una historia, que transmite a las nuevas generaciones enseñanzas para mañana. Por las calles del recuerdo, pisando los restos olvidados de una leyenda viva, pasea Luis por sus pasillos de seguridad, hoy Zapatones sobre un cielo de nubes y querubes colchonero. Porque Luis, el sabio que demostró que no hay maldición que cien años dure, es cultura y escultura con la que se comenzó a abrir camino. Puede que sin Iker, España no habría ganado la Eurocopa, que sin Iniesta no habría ganado el Mundial, que sin Xavi o Del Bosque nada de lo vivido habría sido posible, pero de lo que no cabe la menor duda es que sin Luis no existiría la epopeya. Ganar, ganar y ganar era su filosofía, pero el análisis profundo de la historia de nuestro fútbol le llevó a un punto inolvidable de partida. El estudio de la condición física de base del futbolista español, más el aprovechamiento de la condición técnica y, la implantación de estos en su sistema, le condujo a la confección de un estilo, un grupo y una selección que marcó época.

El suyo es el recuerdo y la leyenda de un héroe popular con nombre y el olvido de un hombre sin leyenda… Porque Luis que ya es de bronce, se marchó siendo profundamente admirado y querido, pero lo hizo quizás sin hacer ruido, casi sin querer recibir su importantísima cuota de responsabilidad en el inicio de los grandes éxitos de la Roja. El sabio pisaba tierra firme, pero hacía volar a los suyos con dos palabras, con una mirada. Habiendo sido un gran futbolista y gran entrenador, era perfecto conocedor de todos los códigos del fútbol. Con sus propias palabras habría dicho que tenía el culo pelado de ganar y perder partidos, pues Luis agarraba de las solapas a su jugador para hacerle reaccionar y hacerle ver que era el mejor. Inmediatamente después lo mataba de risa y orgullo, cuando en mitad de una arenga contaba su anécdota con Michael Ballack, para él Wallace. Por ello al contemplar al viejo cascarrabias de bronce hay que recordar su clase como futbolista, sus infalibles golpes directos, su dilatadísima experiencia como entrenador, su sabiduría futbolística, su arrolladora personalidad y muy especialmente su grandeza humana.

Por ello esta escultura es tan merecida para el mito sin leyenda, porque Luis, con su sabiduría, su duro carácter y su gran corazón, devolvió la grandeza a todo aquel que aún no la había encontrado o la había perdido.