Llega otra cita grande para la selección española. Otra Eurocopa se abre paso, la edición de 2016. Del Bosque y los suyos defienden título, otra vez, y quieren cerrar el más que probable ciclo del seleccionador salmantino con otro gran triunfo y acallar las bocas que no ven en esta generación el potencial de la anterior. Después del fracaso en el Mundial de Brasil, España tendrá por delante una gran ocasión para reivindicarse y hacerse respetar de nuevo en el continente ante las feroces amenazas de alemanes, franceses, belgas o ingleses. España no es la España que enamoró y acobardó al mundo del fútbol, pero sin duda sigue estando en la lista de favoritos; por historia, por nombre y por plantilla. La desilusión que flota en los españoles la produce el batacazo de Brasil y las cenizas de una gran generación. Pero ni tanto ni tan poco.

La historia reciente avala a los españoles

El paréntesis entre glorias, un camino de espinas

España, un tiempo a esta parte, ha creado un vínculo afectivo con el torneo europeo más importante de selecciones. Muchos motivos lo argumentan, lo corroboran, pero el más sencillo es observar las dos últimas actuaciones de los españoles en este torneo. La roja es el vigente campeón de las dos últimas ediciones. Desde que Luis Aragonés y los suyos marcaran un alto en el desperdigado camino de esta selección haciendo historia y ganando en 2008, el equipo español ha alcanzado el cielo del fútbol en juego y en títulos. Dos Eurocopas y un mundial desde 2008 a 2012.

Hasta el gol de Fernando Torres ante Alemania en el Ernst Happel de Viena, España tenía en sus ajadas vitrinas una primera Eurocopa. Un triunfo preciado, aclamado y guardado como tesoro. Contada como la historia popular de abuelos a nietos.  Una primera Eurocopa que no ha perdido su valor, seguirá siendo eco de la historia del deporte español, pero que ahora ha repartido sentimiento con los nuevo s éxitos.

Sería en 1964, y en la primera edición jugada por España, en la que se estrenaran las vitrinas de la selección. No solo de Eurocopas, si no de cualquier triunfo destacable. El gol de Marcelino en la recta final ante la Unión Soviética, dejaba un recurso histórico del que tirar en años venideros. Ya que tras aquel triunfo, España no volvería a clasificarse a un Eurocopa hasta 1980.

El camino que queda de gloria a gloria, de aquel primer título lejano hasta el gol del Niño, deja un barbecho de éxitos, de búsquedas de identidad, de desengaños, de ilusiones, de fracasos. La final perdida ante Platini en el 84, penaltis famosos, la maldición de cuartos de final, el gol de Alfonso ante Yugoslavia, el desastre de Portugal. Muchas anécdotas, mucha historia, pero vacío de victoria. España caminaba sin rumbo.

Eurocopa 2008 como epicentro de un equipo de historia

Aragonés, más criticado que nunca. España, más cuestionado que nunca. Ya nadie creía en esta selección que tanto prometía y que tan poco garantizaba.  Llegaba la Eurocopa de Austria y Suiza, y el fin del “zapatones” al frente de la selección. Y a pesar de tan desagradable ambiente, la Eurocopa 2008 cambió la historia. Hubo un antes y un después en el fútbol español con el europeo ganado por la selección en Austria y  Suiza. España puso fin a su camino de perdición, se volvió a escribir en los libros de la historia y lo hizo con negrita, con un fútbol recordado y admirado, guardado en las hemerotecas como un fútbol irrepetible, comenzando en aquel 2008 la era de una generación, la España de Aragonés-Del Bosque. La era de Xavi. La era de  Casillas. La era de Iniesta. La era de Villa. De Torres, de Ramos.

Una época dorada en el fútbol español. De juego, de impecable juego, y sobre todo de un equipo ganador. España admiró con su fútbol pero entró en la historia por ganar. Mundial por medio, Eurocopas de 2008 y 2012. La roja había aprendido a ganar. No había maldiciones, no había fracasos. Había victorias y saber ganar. Además con una orquesta y una sinfonía que enamoró a todos.  Una historia de amor, alegría, euforia.

Una euforia cortada de raíz dos años después de ganar la última Eurocopa, en el mundial de Brasil. Tras caer eliminados en fase de grupos, España respira otra vez ese aire de desilusión, de pesimismo. De tocar al cielo ahora a verse incapaz, impotente. Otra vez la no creencia.  Se ha acabado esa ilusión que generó una generación, de la que aún quedan jugadores: Casillas, Ramos, Iniesta, Silva, Cesc. Algunos de la última etapa: Piqué, Busquets, Pedro, Alba o Juanfran.

La pregunta es: ¿es lógica tal desilusión actual? La respuesta, también lógica, no. España tan solo está en esa fase de transición. El tiempo se está llevando el pasado y está integrando savia nueva, joven, potencialmente exitoso y con el mismo estilo y filosofía. España sigue siendo favorita pese al golpe de Brasil. España sigue teniendo cuartada, argumento y bases para seguir peleando un reinado que parece más cercano a Alemania o Francia, pero al cual también opta la selección española.

A España le gusta la Eurocopa, y a pesar de Brasil, a pesar de no tener a Xavi, a pesar de no tener a Villa, ni al mejor Casillas, España está en las favoritas. Con jóvenes valores: Bellerín, Thiago, Isco, Koke, Saúl, Morata. Con nuevos nombres como Nolito o Aduriz. Con la esencia de siempre, con Busquets, Iniesta o Ramos. Con el plus histórico y con el hambre de revancha tras el Mundial. El ciclo de una gran década se cierra con éxito. España es favorita. Ni tanto ni tan poco.