Con el año nuevo, el Sevilla pareció marcarse como propósito subir el nivel de intensidad con respecto a lo visto esta temporada. Si bien es cierto que en los últimos dos meses, exceptuando el borrón de la Copa, el equipo andaluz había encaminado una buena racha, acompañada de buen fútbol, también es cierto que, con el marcador a favor, el nivel de intensidad solía caer para acomodarse en el resultado, fórmula que solía funcionar cuando el rival se veía sin opciones de remontar el partido, o simplemente por la inercia que tenía el partido hacia los sevillistas.

Pero, contra el Getafe, se vió un equipo ambicioso, que no solo salió a ganar a los azulones, sino que también jugó a no dejarles respirar. Y, la sorpresa de este planteamiento fue aún mayor con los hechos ocurridos en la previa del partido. En primer lugar, Emery tuvo que cambiar el dibujo para suplir la baja de Iborra en el centro del campo, metiendo a Rakitic de mediocentro y jugando con dos puntas, Gameiro y Bacca. En segundo lugar, los madrileños venían practicando un buen fútbol, poniendo contra las cuerdas al FC Barcelona, y peleando por los puestos europeos. Por último, se pensaba que los problemas extradeportivos del club, derivados del cambio en la presidencia, podían afectar al rendimiento del equipo. Pues, una vez que Ayza Gámez señaló el comienzo, al Sevilla le bastaron treinta minutos para tirar por tierra todos estos argumentos.

El partido comenzó con el equipo rojiblanco arriba, y no solo con el balón. Cuando perdían la pelota, la línea de presión se concentraba en el centro del campo, con los delanteros e interiores apretando a los centrales en la salida de balón getafense. Esta presión provocó, entre otras cosas, que Beto solo tuviera que hacer dos intervenciones en el partido, y ninguna revistió demasiado peligro.

Noveno gol del Sevilla a balón parado

Con el balón, el Sevilla lo jugaba prácticamente todo en campo contrario, ayudado, eso sí, por la falta de intensidad rival. Las jugadas de estrategia volvieron a brillar con éxito, con Rakitic como maestro de ceremonias, y con la colaboración de, prácticamente, todo el equipo. Precisamente, uno de los goles volvió a llegar tras una jugada de estrategia: balón lejano que cuelga el capitán sevillista tras una falta, Fazio la pone de cabeza y Bacca remata a placer dentro del área pequeña.

Junto con la presión aplastante, digna del mejor Atlético de Simeone, y el dominio, superando al Getafe en todas las líneas, el otro aspecto destacable fue la ambición. Una vez que el 1-0 subió al marcador, el Sevilla mantuvo el nivel de intensidad y siguió buscando hacer más sangre. Aunque, con el paso de los minutos y el aumento del desgaste, el ritmo de juego bajó, Emery quiso transmitir un mensaje de atacar dando minutos a Marko Marin, tres meses después.