Esta última jornada, el Sevilla volvió a ganar, esta vez en casa ante el Granada. A pesar del abultado resultado (4-0), el partido tuvo un guión repetido muchas veces esta temporada; ninguno de los dos equipos daba la sensación de querer jugar el partido, y el centro del campo parecía anulado. Sin embargo, el equipo sevillista llegaba con frecuencia al área, y, casi sin que nadie se diera cuenta, dominó el encuentro. Para más inri, tres de los cuatro goles del conjunto entrenado por Unai Emery fueron regalos de su rival que se podrían considerar en propia puerta.

Este tipo de partidos, donde acabas goleando sin saber cómo ni por qué, es el pan de cada día para los grandes equipos. No siempre te puede salir todo perfecto, y menos a estas alturas de la temporada, donde se te exige jugar dos partidos por semana durante más de dos meses, y siempre al más alto nivel de intensidad. La mayoría suelen venirse abajo en alguna de las competiciones donde participan, y solo los mejores son capaces de aguantar el ritmo. El cuadro hispalense está siendo uno de esos equipos, y mantiene una intensa lucha por el cuarto puesto en la liga, además de estar en semifinales de la Europa League con muchas opciones de alcanzar la gran final de Turín.

El gran mérito de este Sevilla, y, en concreto, de su técnico Unai Emery, ha sido la capacidad de voltear una situación totalmente opuesta a su objetivo. Cuando comenzó en los puestos de descenso los primeros meses de competición, nadie daba nada por ellos; la constancia y la confianza depositada en un proyecto al que le costó arrancar ha acabado dando sus frutos. El mayor éxito, precisamente, fue lograr esa inercia ganadora, gracias a la cual el mismo partido que acabó con empate en Valladolid, a comienzos de temporada, ayer terminó con victoria.

El equipo resucitado

Sea cual sea la forma de ganar, el caso es que lo hacen, y esa dinámica de sumar de tres en tres puntos les ha llevado a remontar 15 posiciones en la clasificación desde que, por octubre y noviembre, el Sevilla fuera colista de la Liga. Cuando el Villarreal y la Real Sociedad se vinieron abajo, los hispalenses alcanzaron su mejor momento del año, gracias a lo cual, actualmente, ocupan la única posición que da acceso directo a la Europa League. También están aguantando un intenso pulso al Athletic Club, úncio equipo de Champions alcanzable, el máximo rival a batir ahora mismo.

​Ahora llega el momento del todo o la nada; en los próximos diez días, el Sevilla se jugará toda la temporada, tanto en la Europa League como en la competición doméstica. Además de la eliminatoria europea ante un Valencia que parece el mejor rival que podía tocar, los sevillistas tendrán que visitar San Mamés para disputar la primera final de la Champions. Y no es para menos, puesto que la diferencia entre ambos conjuntos es de tres puntos con ventaja para los leones. Como aliciente, el ganador tendrá un punto extra de cara a la clasificación final, puesto que, en caso de empate a puntos, ese cuarto puesto se decidirá en base a los dos partidos jugados entre ellos.

En resumen, ahora es el momento de poner en acción la inercia ganadora ya comentada, que decidirá si el Sevilla se convierte en un grande o se queda en un mero intento. Lo tienen todo a favor: vienen en muy buena racha, han recuperado a algunos jugadores que pueden ser determinantes, como Marko Marin, y todo el mundo confía en el cuerpo técnico, que había estado muy cuestionado. A los equipos que vienen de la nada directamente a pelear un gran título no se les exige el éxito como obligación natural, pero sí como confirmación de un gran año. Si este es el gran año del Sevilla, nos queda poco para saberlo.