Cuando en verano el Sevilla fichaba a Deulofeu, todos los aficionados al club de Nervión se ilusionaban por poder disfrutar entre sus jugadores a uno de esos futbolistas que están llamados a ser de los mejores de España de aquí a unos años. Sus regates, velocidad y desborde en el uno contra uno podrían maravillar a un Ramón Sánchez Pizjuán que desde la marcha de Jesús Navas a tierras inglesas no había tenido un jugador de similares características.

Luis Enrique le dejó salir rumbo a Sevilla en busca de esos minutos que no tendría en Barcelona. Su buena actuación sería decisiva para un regreso triunfal a la ciudad condal o una llegada con billete de salida hacia otra cesión beneficiosa para el propio jugador. Ocho meses después, y tras varias subidas y bajadas en su rendimiento, parece que el catalán está en su peor momento dentro del plantel andaluz y lo que es más grave aún, coincide con el mejor momento a nivel colectivo del grupo.

No es oro todo lo que reluce

Unai Emery ha sabido esta temporada ir dando su sitio a la gran mayoría de futbolistas que se quedaron y no abandonaron la disciplina en el mercado veraniego o invernal. Caso aparte es el de Barbosa. Recuperó y descubrió a un nuevo Iborra, está dando brillo al mejor juego de Banega, Denis Suárez se vuelve a sentir importante y así con la gran mayoría de futbolistas. En resumen, tiene implicado a gran parte del bloque y ahí radica la clave del éxito actual.

Con Deulofeu eso no está sucediendo. El catalán no jugaba desde el 22 de febrero en el rocambolesco partido ante la Real Sociedad que terminarían perdiendo los andaluces por 4-3 en los últimos instantes. Más de dos meses después y tras disputarse 13 partidos en los que en más de una ocasión estuvo calentando para regresar finalmente al banquillo, Deulofeu volvió a sentirse ante el Rayo futbolista.

Con ganas pero impreciso

Corría el minuto 62 y el catalán entraba en sustitución de Banega, no tardó mucho en recibir el primer balón y en una infortunada acción recibió un golpe en la cara de un jugador rayista. En la siguiente jugada no atinaba a centrar bien y su balón se iba directamente por la línea de fondo. El público lo animaba, quería ver a ese jugador que maravilló en ciertos momentos de la temporada.

Los minutos corrían en contra del canterano del Barça y el seguía intentándolo en cada acción, cada vez se le veía más precipitado en sus regates y daba la sensación de querer hacerlo todo él. En una de las jugadas se quedó sin espacio por no soltar la pelota a tiempo y se empezaron a escuchar los primeros silbidos de la grada. Le duró poco la paciencia a la afición andaluza, en un contragolpe claro de gol para el Sevilla, Deulofeu encaraba en solitario prácticamente a Toño, junto a él Bacca y otro necesitado de oportunidades, Iago Aspas, Deulofeu no la soltó e intentó marcar en solitario, el gallego se enfadó y al unísono la grada explotó contra él. El divorcio era patente entre futbolista y afición.

Si Deulofeu no es capaz de cambiar las tornas en estos seis partidos que quedan (cuatro de Liga más dos de Europa League) que pueden ser siete, probablemente su destino será de nuevo Barcelona y el Sevilla ni se planteará una posible compra del jugador. Todo depende de él, de su fútbol y sobre todo de su cabeza a la hora de no empecinarse en ser individualista. El tiempo dirá.