Se acostumbra a decir que el destino siempre espera al que lo merece. Si alguien le hubiera contado a Carlos Bacca hace tres años, cuando apenas jugaba en el Brujas, que viviría todo lo que ha vivido en el Sevilla y que sería el héroe de una noche mágica, probablemente el colombiano no se lo habría creído. Pero, como el buen café, el delantero sevillista emergió sobre el verde del Estadio Nacional de Varsovia para dejar su sello en la historia de su club, con dos goles que sirvieron para que Fernando Navarro levantase al cielo la cuarta Europa League de la entidad de Nervión.

Pero antes de ese momento, antes de las lágrimas de Bacca en el banquillo tras el pitido final, antes incluso de los goles del colombiano, el Sevilla afrontaba el siempre complicado reto de plasmar una teórica superioridad sobre el césped. Enfrente estaban unos soldados ucranianos, sin nada que perder, y con la moral por las nubes tras completar un recorrido fabuloso en la competición. Un equipo rocoso, con las ideas claras, dispuesto a complicarle la vida al gra favorito. Vaya si lo hizo. Apenas habían transcurrido siete minutos de final cuando Kalinic abrió la lata en una jugada tan vieja como el fútbol: pelotazo largo desde la defensa, prolongación del nueve para la entrada de un extremo, en este caso Matheus, y centro para que el propio delantero croata finalizase de cabeza.

Kalinic inauguró el marcador. (Foto: Getty Images).

Jugando en casa

El primer gol del Dnipro dejó ver la madurez del Sevilla

La cuesta se había empinado. Rascar la superficie de una madera sirve para comprobar su calidad. Y este Sevilla tiene madera de campeón. Los pupilos de Emery no se pusieron nerviosos, siguieron percutiendo. Convencidos. Reyes y Vitolo lo probaron, pero el encargado de igualar iba a ser un jugador que parecía sentirse en casa. De hecho, estaba en casa. Krychowiak, único polaco entre los 22 finalistas de Varsovia, apareció a la salida de un córner para engatillar un derechazo seco y raso que empataba la final.

El gol descompuso ligeramente a un Dnipro que lo estaba haciendo muy bien hasta el momento. Tanto, que a los cuatro minutos el Sevilla le dio la vuelta al marcador. Reyes se inventó un pase milimétrico para dejar solo a Bacca ante Boyko. Con una sangre fría inaudita, el cafetero dribló al portero y marcó a puerta vacía.

El Dnipro se desata

Adelantarse en el marcador hizo que el equipo ucraniano sintiese que tenía algo por perder por primera vez en la competición. Los dos tantos sevillistas le devolvieron a su estado inicial. Fue en ese momento cuando se vio al mejor Dnipro, sin complejos hacia adelante. A pesar de proponer un fútbol algo rudimentario, el conjunto azul empezó a embotellar al Sevilla, basándose principalmente en los balones largos a un Kalinic que ganaba todo por alto y la velocidad de Matheus y Konoplyanka. Fue precisamente el habilidoso jugador ucraniano —que apunta a estrella— el que obligó a Sergio Rico a intervenir a un preciso disparo desde fuera del área.

El Dnipro pagó caros sus errores defensivos

Pero, al margen de Konoplyanka, las gotas de fútbol del Dnipro salían de las botas de Rotan. Fue precisamente el capitán el que empató el partido al filo del descanso con una sutil falta directa desde la frontal que sorprendió al portero del Sevilla, algo lento en la reacción. Minutos antes, Aleix Vidal tuvo el 1-3 en un disparo desde fuera del área que se fue arriba por poco.

La segunda parte sí pareció una final

Tras la animosidad y las alternativas del primer tiempo, el choque se volvió cerrado en el segundo. El miedo a un error que decantase la final fue creciendo por momentos y el partido adquirió un guion claro, con el Sevilla dominando y el Dnipro esperando cazar alguna contra.

Bacca marcó la diferencia. (Foto: Getty Images).

Los minutos pasaban pero las ocasiones claras no llegaban. Konoplyanka y Krychowiak lo intentaron con disparos lejanos, pero parecía hacer falta mucho más para desequilibrar el choque. Emery quitó a Reyes e introdujo a Coke, buscando mayor profundidad y carga física.

De Bacca al cielo

El miedo al error encontró razón de ser en el minuto 72. Kankava se durmió con el balón en su propia frontal y Vitolo aprovechó para servir de primeras a Bacca, que aprovechó el enorme hueco entre los centrales ucranianos para definir a la perfección con el exterior de su pie izquierdo. Gol partido. Un equipo supuestamente aguerrido atrás y que concede pocas ocasiones, había cometido dos errores graves ante un jugador que no perdona.

El desmayo de Matheus fue el susto previo a la fiesta

Al Dnipro le faltó tiempo y sobre todo convicción para levantarse de este nuevo mazazo. Los ucranianos bajaron los brazos y el Sevilla pudo ampliar la brecha con un remate a bocajarro de Bacca que Byoko desvío de forma milagrosa. Sentenciados. Los minutos finales ya dejaban ver la algarabía del campeón, pero antes de la alegría hubo pavor. Matheus se desmayó sobre el césped y heló la sangre de todo el estadio, que se quedó en un silencio sepulcral. El brasileño, que se mareó tras un fuerte golpe en la nariz, fue retirado en camilla, ya consciente, dejando todo en un susto.

Poco hubo que esperar para el pitido final y la alegría desbordante del sevillismo. La cuarta Europa League era una realidad. El Sevilla se convertía en el equipo que más veces ha levantado la competición y se metía en el bolsillo el billete directo a la próxima edición de la Champions League. Medio estadio y media ciudad hispalense volvió a ser fiesta: su Sevilla volvió a ser campeón.