Si por algo se caracterizan las finales en cualquier deporte es por la capacidad de sorprender en cualquier momento. La Supercopa de Europa no se quedó atrás y desde antes de empezar el choque, los entrenadores se encargaron de impresionar a propios y extraños por las alineaciones que pusieron en liza para disputarse el cetro continental. Unai Emery y Luis Enrique quisieron mostrar una versión en el once inicial diferente a las vistas en esta pretemporada. 

El Sevilla puso un equipo titular plagado de novedades, en primer lugar, Beto ocupó la portería en lugar del que parecía el favorito para defender los palos, Sergio Rico. En la defensa, Unai Emery tuvo que hacer encajes de bolillos para conseguir una zaga de garantias. Krychowiak retrasó su posición y junto a él, finalmente llegó Rami. En el ataque, el técnico vasco prefirió apostar por un viejo conocido de acento francés, Gameiro, siendo acompañado por la calidad de Reyes y la llegada desde atrás de Iborra. 

Por su parte Luis Enrique presentó tan sólo una novedad pero que nadie esperaba. Tras la baja por paperas de Neymar, todo hacía presagiar que su lugar lo ocuparía Pedro, pero el técnico asturiano puso en su lugar a Rafinha y levantó todo tipo de rumores sobre una posible salida del canario, comentarios que parecían estar apaciguados y que tras dejarlo fuera de la titularidad, despertó la ira del centrocampista y parece que esta historia va a terminar con un divorcio a la vista. 

El encuentro que decidiría al supercampeón europeo fue declarado por la UEFA como el 'Partido por la Paz'. La Paz futbolística duró bien poco tras el pitido inicial del colegiado escocés William Colum. El Sevilla salió presionando muy arriba para intentar ahogar el inicio de la jugada barcelonista de las botas de Piqué, Alves y compañía. Esa presión tuvo recompensa muy rápido, Reyes presionó a la zaga blaugrana y sacó una falta. 

El encuentro fue declaradompor la UEFA como 'Encuentro por la Paz'

Ter Stegen colocaba la barrera con mimo y enfrente se situaba un Banega que ya sabía lo que era marcarle a los catalanes. El argentino ejecutaba un lanzamiento a la perfección que superaba el muro defensivo y que acababa en el fondo de las mallas del Barcelona. La sorpresa saltaba el Tiflis y los andaluces golpeaban primero en una final que parecía imposible antes de empezar

Messí convirtió el sueño en pesadilla

Con un 0-1 a favor de los andaluces, Emery intentó contener a un Barça que tenía que remar a contracorriente desde muy pronto pero que a los siete minutos de partido disponía de una falta muy similar a la que les costó el gol sevillista. En esta ocasión Beto organizaba su barrera con el mismo cariño que su homólogo blaugrana y delante tenía a otro argentino, Leo Messi. 

Emery intentó contener a un Barça que tenía que remar a contracorriente

El que es considerado el mejor jugador de todos los tiempos lanzaba una falta perfecta y ponía las tablas en una final que comenzaba con un ritmo frenético y que prometía no dar ni un respiro. Tras el gol de Messi el Barça se hizo el dueño y señor del balón y empezó un ataque en tromba ante una defensa sevillista que achicaba como podía

El Barcelona tenía prisas o eso parecía, pero no por precipitarse en los pases sino por que en el minuto 16, con otra falta como lanzadera, Leo Messi volvía a perforar las mallas de Beto y ponía el 2-1 en el electrónico. El partido se resumía hasta ese instante en tres goles de libre directo y con acento argentino. 

Balas de fogueo nervionenses

Al Sevilla le costó horrores superar el palo anímico, en apenas un cuarto de hora se había puesto con tres resultados diferentes y en esos instantes tenía el peor, la derrota. Los andaluces comenzaron a levantarse tras tocar la lona y lo hicieron a base de internadas por banda que terminaban en saques de esquina. A pesar de la altura de Iborra, Rami y Krychowiak, los lanzamientos desde la esquina no ocasionaban muchos problemas para el Barcelona. Los hombres de Emery a pesar de todo seguían fieles a su estilo e intentaban sacar el balón jugado para no rifarlo con lanzamientos en largo. 

Susto blaugrana y sentencia

En el minuto 40, uno de los mejores del Sevilla en la noche de Georgia, Reyes, centraba un balón raso que terminaba despejando Alves a escasos centímetros de la línea de gol, era la mejor ocasión para los andaluces y pudo cambiar la historia del partido. En el fútbol, por lo general, el que perdona lo acaba pagando en forma de goles en contra y eso le ocurrió a los de Nervión. 

Alves despejaba en boca de gol la mejor ocasión para los andaluces

En un saque de banda a favor del Sevilla, la jugada terminaba en una contra letal para el Barcelona conducida por Suárez. El uruguayo fallaba en el primer disparo pero en el rebote tenía la suficiente calma para esperar a Rafinha que llegaba desde atrás y remataba en boca de gol para hacer el 3-1 en el 43. 

Casta, coraje y prórroga

La segunda mitad era un todo o nada para los andaluces. Poco importaba perder para los andaluces por uno, dos o tres, lo que había en juego era un título y la única actitud respetable sería dejarse la piel y competir hasta el último aliento. El mensaje caló en los de Emery y lucharon cada balón. 

El Sevilla comenzó presionando de nuevo muy arriba y eso provocaba precipitaciones y errores. De un fallo defensivo de Tremoulinas -un pase en horizontal- Busquets recogía el regalo, se la daba a Suárez y el uruguayo no fallaba en el mano a mano con Beto. El 4-1 lucía en el marcador y aún quedaban 40 minutos de sufrimiento y lucha. En ese instante salió a relucir la casta sevillista y la épica empezó a rondar Tiflis. 

De la honra al empate

A los andaluces, con el 4-1 en contra solo les quedaba buscar la honra y hacer el marcador lo más digno posible. Reyes recortó distancias en el minuto 56 tras un gran centro de Tremoulinas. A partir de ahí el Sevilla empezó a creérselo y fue comiéndole el terreno al Barcelona y con cada gol, la moral hispalense crecía y la barcelonista caía empicada. 

Con cada gol la moral hispalense crecía y la barcelonista caía empicada

Gameiro hizo el 3-1 tras penalti sobre Vitolo y el nerviosismo aumentaba en el Barcelona, incluido un Luis Enrique que no se explicaba como el partido se le estaba escapando por una vía que ni veía ni podía taponar. Con un Sevilla lanzado de cara al gol y combinando con claridad y peligro llegó el 4-4 de botas de un Konoplyanka que hacía su primer gol oficial con la camiseta de los nervionenses. 

La prórroga de Pedro

Ni el mejor guionista de cine habría podido escribir la historia de esta Supercopa de Europa y aún quedaba lo mejor como en todo buen largometraje que se precie, un final apoteósico y con un héroe que llegó al rescate, en este caso, del Barcelona. El canario había sido el protagonista en los instantes previos del choque por su enfado al no ser alineado como titular por Luis Enrique. 

El canario había sido el protagonista en los instantes previos del choque

La prórroga trajo a un Sevilla agazapado por su agotamiento físico y a un Barça que buscaba arreglar el esperpento que el mismo se había buscado tras ir ganando 4-1. A los de Emery empezaban a pesarles las piernas y los calambres se sucedían en algunos jugadores como Vitolo.

Otro de los canarios de la final, Pedro, salió en la prórroga y de nuevo se volvió a empeñar en quitarle la razón a todos los que piensan que no puede ser titular en este Barça. Tras una falta de Messi que sale rechazada por la barrera sevillista, el rápido futbolista blaugrana era el más listo y supera a a Beto con un disparo a bocajarro tras el rechace del guardameta luso. 

Más de 115 minutos después, el Barcelona de Luis Enrique tenía la Supercopa más cerca que nunca y así lo demostró la celebración colectiva del banquillo catalán que se fundió en una piña. El Sevilla dispuso de dos últimas ocasiones claras pero Coke y Rami no acertaron a marcar sobre la bocina 

Coke y Rami no acertaron a marcar sobre la bocina

Barcelona y Sevilla ofrecieron en la madrugada de Tiflis la mejor final de la Supercopa de Europa. Luis Enrique estará feliz por el título pero relativamente enfadado por haber tirado una ventaja de tres goles que parecía definitivo. Emery por su parte, aunque lógicamente triste estará satisfecho y orgulloso por el partido realizado por los suyos, en una muestra de orgullo y pundonor sin precedentes. 

Solo queda decir, ¡que viva el fútbol!